LXVIII. Instantes de lluvia

671 70 46
                                    

Soy una persona con muchas características que no me gustan, y entre esas está el hecho de estar mintiendo. Porque miento cuando me preguntan como me siento, simplemente no puedo ser honesta con mis sentimientos, no puedo ser honesta, ni con los demás ni conmigo.

Porque también me miento a mi misma en un intento de evadirlo.

Y aunque no es algo que me guste, la verdad es que he estado pesando toda la tarde en ella. Mi mente vive en aquel pasado ideal, incluso en ese dónde le rompí todas sus ilusiones, y de paso, las mías.

Si dijera que no la extraño estaría mintiendo, porque la extraño bastante. Pero también me extraño a mi antes de la tristeza.

Extraño la versión de mi estable, o al menos lo mas estable que puede estar una Grey. Mi versión tranquila con su mente.

Suspiré y terminé de guardar mis cosas para salir de la habitación. Cerré la puerta detrás de mi y me despedí de las enfermeras para irme.

Caminé por los pasillos de hospital, que, a diferencia de la mañana, estaban tranquilos. Apenas y había gente, algo que me hizo relajarme un poco.

Firmé mi salida y cuando estuve a unos metros de la puerta noté que estaba lloviendo, cosa que no esperaba, pero aun así salí. Rápidamente el frio traspasó mi abrigo y llegó a mi piel, no era algo insoportable, pero el contraste con el interior del hospital era evidente. Además, las gotas de lluvias no tardaron en mojarme el cabello y la ropa, no tanto, pues eran apenas unas gotas.

Me abracé un poco a mi misma y seguí caminando a lo largo del estacionamiento. Los carros me rodeaban y la noche era oscura, apenas alumbrada por la luna y las pocas luces exteriores.

La noche se hizo un poco melancólica mientras caminaba bajo la lluvia.

Y a pesar de todo seguía extrañándola como nunca.

—Él me besó... —dijeron a la distancia.

Me quedé helada al escuchar aquella confesión a mis espaldas.

—Lo juro, Meredith —escuché sus pasos a través de la lluvia.

No quería voltear, porque voltear implicaba creerle a ciegas. Porque siempre fui débil cuando se trataba de ella. Porque sabía que se vería derrotada, la lluvia habría mojado su cabello ya, haciendo que pequeños mechones se pegaran a su rostro.

Y aquella imagen me haría aún más débil.

—Le dije que parara —continuó a escasos metros de mi—. Pero dijo que sabía de mi divorcio y que él merecía una oportunidad —suspiró—, que solamente tenía que dejar de negarme y dejarlo manejar la situación.

¿En serio pude dudar de ella?

Y me di cuenta de que ni siquiera la deje decir su versión de la historia. Nunca la deje ofrecer explicación alguna, solamente me dejé cegar por el enojo.

Jamás la dejé hablar, siempre fui yo.

—Dijo que estaba confundida, que no sabía lo que quería y necesitaba.

Todo pareció comenzar a darme vueltas por haber sido tan egoísta.

—Cuando salí de ahí lo único que quería era verte y que borraras cualquier rastro de él... cambiar el asco y enojo por la emoción y la calidez.

Los ojos me ardían por lastimarla de esa manera. Porque si no me hubiera cerrado al primer impacto nada de esto habría pasado.

—Dije cosas que jamás quise decir en realidad... Nunca quise herirte con algo tan bajo y sé que tú tampoco —pude oírla tomar aire—. Sé por todo lo que has pasado y te admiro por eso. Eres de las mujeres mas valientes que conozco y también por eso entiendo que hayas actuado así... Meredith, solo intentabas protegerte.

Guardó silencio por algunos segundos y casi podía imaginarla.

—Te quiero, Meredith.

Me di la media vuelta porque quería verla. Pero en vez de limitarme a verla corrí hacia ella y permití que la lluvia nos cubriera mientras la tomaba por las mejillas y la besaba.

Sus manos cayeron en mi nuca mientras nuestros labios se fusionaban como si se conocieran de toda una vida, ansiando finalmente el momento en el que se volvieran a encontrar.

Me separé apenas lo suficiente como para verla.

Ella abrió los ojos mientras las gotas de lluvia impactaban contra su rostro y su cabello goteaba también, completamente húmedo.

—Perdón por tener la necesidad de construir barreras a mi alrededor y atacar cuando estas se ven amenazadas —susurré para ambas mientras mi pulgar recorría sus labios—. Y también te quiero, Addison —sonreí cuando ella lo hizo—, y no sé porqué tardé tanto en decírtelo.

Y volví a sus labios por deseo de ella. Su manó se enredó en mi cabello, empujándome a ella de nuevo.

La lluvia continuaba a nuestro alrededor mientras el besó continuó.

Podía sentir mi cabello goteando y el agua sobre mi piel. Las gotas chocando con mi rostro.

Y creo que en este momento poco me importó estar a la vista de cualquiera que saliera del hospital.

Al menos ahora solo me importaba la mujer que me estaba besando en este preciso instante.

Porque eso somos, instantes.


The lastWhere stories live. Discover now