XXXI. Moléculas

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El ambiente se hace tenso cuando ella se va, ninguna de las dos sabe que decir.

Sigue alzando la cabeza para verme a los ojos; estar sentada y yo de pie pone los papales al revés.

Camino hacia uno de los muebles y saco todo lo necesario para curarla; guantes, vendas y demás.

Oigo que suspira y aun de espaldas puedo sentir su mirada en mí, pero tampoco reclamo nada.

—¿Qué haces aquí? —pregunta ella rompiendo el hielo. Es la primera palabra que cruzamos desde lo sucedido.

—Vine a curarte —volteo y la veo de reojo; se deshizo el moño que traía y ahora su cabello cae en ondas sueltas por encima de sus hombros. Sus manos están en su cabeza buscando quitar la rigidez que dejo el anterior peinado.

Ninguna vuelve a decir nada, nos mantenemos en un profundo silencio donde lo único que se escucha son nuestras respiraciones y el correr del agua mientras me lavo las manos para después abrir los guantes y colocármelos.

Me acerco con cautela y me preparo mentalmente para tenerla tan cerca como sea posible para tener una mejor vista de su nariz y poder curarla.

Curarla, claro Meredith.

Suspiro y me pongo frente a ella esperando a que reaccione y quite la vista de mis ojos para amarrarse el cabello y dejarme el camino libre.

Espero y espero... nada, esta inmersa en sí.

Me quito los guantes de un tirón y reacciona, pero es demasiado tarde; tomo los mechones que caen por su rostro y cuidadosamente los pongo detrás de sus orejas. El contacto me pone aún mas nerviosa, así que una vez acomodado su cabello regreso rápidamente a lavarme las manos nuevamente y ponerme los guantes.

Vuelvo con ella y me agacho un poco para verla frente a frente. Debajo de las vendas se alcanza a ver un poco hinchado, pero nada grave.

Asiente para indicarme que esta bien y comienzo a quitar suavemente el vendaje que recubre su nariz. Cierra los ojos por el leve dolor, pero prosigo.

Quito una de las últimas vendas y noto que le lastima cuando frunce el ceño y toma la parte de debajo de mi bata para estrujarla y no quejarse.

Finalmente retiro todo y logro ver su nariz al cien; levemente hinchada, con leves rojeces y las marcas de las vendas sobre su piel.

Quiero decir tantas cosas, pero no salen las palabras. Parece que se me atascan en la garganta.

Me muerdo el labio discretamente para disimular, pero no pasa desapercibido para ella, pues mientras yo observaba su nariz, ella me observaba a mí.

Tiro los vendajes anteriores y aprovecho para estirarme un poco.

Me pongo a la altura de sus ojos nuevamente y comienzo con el cambio.

La posición me incomoda y muevo un poco los hombros para aliviar la tensión.

—¿Todo bien?

—Si, gracias.

Prosigo con lo que estoy haciendo mientras trato de concentrarme.

Muevo el cuello buscando aliviar el malestar ocasionado por dormir mal hoy.

—¿Segura que estás bien? —vuelve a preguntar.

—No dormí bien —admito— me duele un poco la espalda.

No dijo nada más, se quedó en silencio mientras seguía con el proceso de curación. No pasó mucho tiempo hasta que sentí sus manos rodear mi cintura e inmediatamente una descarga recorrió toda mi espina dorsal, la sentí hasta mis piernas, ocasionando que me tambaleara levemente.

Pero sabía que no iba a caer; ella me sostenía.

Me jaló hasta que quedé sentada sobre sus piernas, aún me tenía tomada por la cintura.

Estábamos tan cerca que nuestras moléculas de dióxido de carbono cuando exhalábamos se mezclaban, nuestras respiraciones eran una sola.

—No —negué con la cabeza —esto no está bien.

—¿No estamos bien? —habló contra mi cuello, ocasionando que se me erice la piel. Mis piernas reposaban horizontalmente a las suyas, su cuello estaba a la altura de mis hombros y su rosto estaba a mi lado.

—Déjame curarte Addison —cerré los ojos tratando de concentrarme.

—Cura, pero no mi nariz. Está bien —mete sus manos entre la bata y mi ropa, y toma mi cintura nuevamente. Cada vez más cerca de mi piel.

No soy tan fuerte.

—¿Entonces qué? —pregunto con la voz entrecortada.

—No me gusta sentirte lejos... —apoya su mejilla contra mi hombro.

Tenerla cada vez más cerca me pone de nervios y pone a prueba mi sensatez.

Siento como se endereza y su nariz roza con el lóbulo de mi oreja.

Calma Grey.

—¡Ouch! —se queja mientras se aleja de mí y se apoya en el respaldo de la silla.

Volteo y veo su mueca de dolor.

—¿Qué te pasó? —pregunto preocupada.

—La nariz... —suspira frustrada.

Claro, la nariz.

Por un momento lo olvidaba.

—¿Me dejas curarte ahora? —contengo el impulso de reírme.

Te lo dije.

Al menos mentalmente la puedo regañar.

—Por favor.

No sé porque no me aleje, pero lo cierto es que seguí curándola mientras seguía sentada en sus piernas.

Yo decidí no alejarme y ella estuvo satisfecha con ello.

N.a: moría porqué leyeran este capítulo ¿que opinan? 👀💗.

The lastWhere stories live. Discover now