LXXII. La nostalgia de nosotras

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Después de un par de semanas donde prácticamente vivía en el hospital, finalmente hubo más personal y todo volvió a la normalidad.

Varios doctores habían pedido vacaciones o se habían ausentado por causas que yo desconocía, pero habían vuelto, permitiéndome ir a casa durante un par de días, así que hoy ya era turno de regresar. Tenía cirugías por la tarde y algunas consultas. Pero debido a las semanas que tuve, estaba exhausta, así que me dediqué a dormir plenamente.

No estaba muy consciente de que hora era, pero era de madrugada.

Mi teléfono comenzó a sonar en plena madrugada previa a regresar al trabajo. Tenía muchísimo sueño, así que me di la media vuelta, decidida a ignorar a la persona que estaba llamando. Pero algunos segundos después volví a darme la media vuelta para tomar el teléfono y contestar.

Estiré la mano hasta la mesa de noche, aún con los ojos cerrados. Comencé a tocar toda la superficie buscando mi teléfono que seguía sonando, hasta que finamente di con el y lo tomé. Abrí ligeramente un ojo para poder contestar sin que la luz me lastimara.

Mi vista era borrosa, pero suficiente como para identificar el botón verde para contestar la llamada.

La mera idea de pararme ahora mismo para una cirugía me hacía eco en la cabeza.

¿No se supone que ya había personal suficiente?

—¿Sí?... —contesté

—Mer, ¿te desperté? —respondieron al otro lado de la línea, casi en susurro.

—¿Addison? —abrí los ojos de repente— ¿Estas bien? —me incorporé hasta quedar sentada.

—Si, no te preocupes... —dijo y al instante me tranquilicé y volví a tumbarme sobre la cama.

—¿Entonces? Estaba durmiendo, Addison —respondí molesta.

—Lo puedo notar... —murmuró sarcástica.

—Como sea... ¿Qué pasó? No creo que me hables para platicar —confesé en el mismo tono y ella exhaló.

—No hay agua caliente en mi departamento —admitió—, y ni siquiera me preguntes el porqué, porque ni yo misma sé —admitió frustrada—. Como sea ¿puedo darme un baño en tu casa?

—Si, ven —abrí los ojos nuevamente para ver la hora— Addison.

—¿Qué pasó? —respondió mientras la oía descolgar ropa de su armario.

—¿No te confundiste? Son las cuatro de la mañana.

—Si, ya sé. De hecho, me levanté tarde.

—¿Qué haces despierta tan temprano? ¿No se supone que entramos a la misma hora? —pregunté y la escuché reír al otro lado de la línea.

¿Estaba tan despierta como para reírse? Yo apenas tenía los ojos abiertos.

—Normalmente me despierto más temprano, Grey —me informó después de reír.

—Que rara eres... —confesé—. Como sea, márcame cuando estés aquí.

—Okay, sigue durmiendo —murmuró y colgó la llamada.

Dejé el teléfono sobre la cama y volví a cerrar los ojos, esperando volver a dormir otro rato en lo que Addison llegaba. Milagrosamente logré dormir otro rato, hasta que media hora después mi teléfono volvió a sonar.

—¿Ya estás aquí? —pregunté adormilada.

—Estoy estacionando.

—Bien —me removí entre las sábanas—. Hay una llave en una de las macetas, tómala y entra. Aquí te espero... —indiqué y ella volvió a reír.

The lastWhere stories live. Discover now