XLVII. Iniciativas

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El silencio reinaba en el avión durante nuestro viaje de regreso a Seattle. Addison dormía plácidamente sobre mi hombro mientras yo admiraba el cielo a través de la ventanilla hace ya más de una hora.

Me emocionaba ver a mis hijos, los extrañaba bastante.

—Doctora Grey —devolví mi vista al interior de la cabina— ¿Desea algo más? —preguntó la asistente de vuelo.

—¿Me podrías traer un jugo, por favor?

—Enseguida —la vi alejarse cuando la perdí de vista volteé a ver a la pelirroja dormida a mi lado.

Quité algunos mechones de cabello que se le habían ido al rostro y los puse detrás de su oreja. Me perdí tanto tiempo viéndola que mi jugo llegó y mi cuello comenzó a doler, así que devolví la vista a la ventana.

Este viaje definitivamente había marcado un antes y un después, algo por lo que estaré eternamente agradecida. Tenerla durmiendo sobre mi hombro. Una vista majestuosa y a lado el cielo.

Estaba todo lo tranquila que una Grey puede estar.

Pasaron un par de horas más en las que Addison siguió durmiendo, removiéndose un poco en el asiento de vez en cuando. Y curiosamente bastaba una caricia en su melena para tranquilizarla. Era todo, no había magia en ello.

O tal vez sí, no lo sé. Pero era tierno.

—Mer...

Volteé la cabeza para verla.

—¿Sí? —susurré.

—¿Ya llegamos? —ella preguntó y yo reí.

—Ya casi, dormiste un buen rato.

Y finalmente abrió los ojos, tan a juego con el cielo por la ventana.

—¿Dormiste bien? —pregunté con una leve sonrisa. Me gustaba lo que veía.

—Si, eres una excelente almohada —reímos juntas.

—Bueno, eso si nunca me lo habían dicho. Supongo que gracias.

Sonrío y se enderezó en el asiento para comenzar a intentar acomodar su cabello.

Me causaba cierta gracia porque aun así lucía perfecta.

Nunca voy a entender como lo hacía.

—¿Sabes qué? Voy al baño, ahora vuelvo —dicho esto se puso de pie y camino hasta el fondo del pasillo.

Para cuando volvió portaba un recogido improvisado con algunos mechones de cabello que caían a los lados de su rostro. Tomo asiento a mi lado y recostó la cabeza hacía atrás.

—Toma —extendí el vaso— supuse que tendrías sed.

—Gracias, Mer —extendió la mano y cuando tomó el vaso nuestros dedos se rozaron.

Mi impulso fue quitar la mano rápidamente, pero tomo mi muñeca y con la otra mano el vaso de jugo. Bebió un poco y entrelazó nuestras manos mientras miraba por la ventana.

—Relájate...

—Es complicado, Addison.

—Lo sé —acarició mi mano sin retirar la vista de la ventana— solo inténtalo.

Asentí y regresó la vista hacía mí.

—Fue un gran viaje —sonrío ligeramente y dejó el vaso en el portavasos—. La cirugía fue todo un éxito.

—No solo la cirugía —sonreí también.

Bajó la vista hasta mi boca y relamí mis labios por instinto.

Suspiró y puso su mano detrás de mi cuello. Su mano fría hizo contacto con mis mejillas tibias, por lo que me estremecí ligeramente.

Ambas subimos la mirada al mismo tiempo, pero ella no tardó demasiado en volverla a bajar hasta mis labios.

Acaricio lentamente mi cuello, por lo que tuve que cerrar los ojos. Pasaron un par de segundos hasta que sentí su vista sobre mí y cuando iba a abrirlos sentí labios sobre los míos. Cálidos y suaves.

Su mano se aferro con fuerza a mi cuello y mi mano cayó en su pierna.

Era un beso lento.

Era la primera vez que ella me besaba por iniciativa propia. Así que era especial.

Poco a poco se hizo ligeramente más intenso.

Hasta que nos faltó el aire.

Mantuve los ojos cerrados tratando de calmar mi respiración. Pero me sentía tan bien. Se sentía increíble.

—Quédate a cenar con nosotros —susurré sin abrir los ojos. Cuando terminé la oración los abrí para recibir su respuesta.

Sonrío y pude notar que no se esperaba la propuesta.

—Me encantaría.

Y exhalé.

—Bien. Le voy a avisar a Amelia —saqué mi teléfono y busqué su contacto.

Hablamos algunos minutos, después puse el altavoz después de que Addison y Amelia se pusieran a platicar. Amelia estaba ansiosa de que le contáramos todos los detalles de nuestro viaje, pero nos excusamos diciendo que al llegar prometíamos decirle todo pues según ella todos en el hospital hablaban de ello.

No sabía como manejar toda la situación en Seattle, pero no tenía la más mínima intensión de estresarme pensando en ello en este momento, así que solo trate de pensar en otra cosa.

Cuando colgamos pedimos de comer mientras Addison me contaba de Henry.

El tiempo se nos fue de las manos, pues pasaba más rápido cuando ella estaba a mí lado. El tema de conversación se fue desviando conforme la conversación avanzaba y tomábamos un par de copas de vino.

—Próximamente me vas a acompañar a Joe's —dije entre risas.

—A donde tú quieras —alzó su copa y bebió un poco.

—Y vas a beber tequila conmigo —trate de sonar lo más seria posible mientras observaba como casi se ahogaba con el vino.

—No soy fan de tequila...

—Apuesto a que ni siquiera lo has probado. Aparte no tienes opción.

—Lo pensaré —chocó su copa con la mía y el viaje continuó.

The lastWhere stories live. Discover now