LIX. Al límite

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Que hubiera nuevos internos en el hospital indudablemente daría lugar a nuevos rumores. De por si no era ningún secreto que en el hospital había rumores cada dos por tres, con la llegada de los internos eso se multiplicaría. Indudablemente.

Nadie sabía si al día siguiente habría un rumor interesante o incluso sobre si mismos. Era ir a ciegas cada día, esperando lo imposible.

Era parte del trabajo, supongo.

—Doctora Grey... —llamaron a lado mío.

Volteé hacía mi derecha, esperando que dijera lo demás.

Era de mañana, mi mirada no era muy amigable por obvias razones, pero al parecer logró ponerla nerviosa.

—Soy Jules Millin... —se presentó—. Su interna.

—Por supuesto —me levanté de la mesa y tomé mi café—. Vamos.

Supuse que me seguiría, realmente esperaba que me estuviera siguiendo ahora mismo porque si no estaba hablando al aire y ciertamente no estaba lista para repetir tantas cosas a estas horas de la mañana.

Después de decir las cosas más relevantes y avanzar algunos metros, decidí voltear para corroborar que me llevara el paso.

Y si, estaba atrás. Apenas lograba seguirme, escucharme, procesar indicaciones, observar lo que iba mostrando y anotar en la pequeña libreta que llevaba consigo.

Cuando me detuve para cerciorarme de que viniera detrás, ella aprovecho para terminar de anotar lo último que había dicho. Cuando lo hizo, suspiro pesadamente y pude notar como se relajaba. Pero eso no duro mucho, pues continue caminando y soltando indicaciones.

Había demasiadas cosas pendientes como para detenerme.

Y después de una larga lista de explicaciones y cosas por hacer, la deje irse para que comenzara a llevar todos los estudios y pruebas que necesitaba mientras yo me dirigía a hacer un par de consultas que tenía pendientes.

Hice diagnósticos y a algunas personas las derivé a otra área para que siguieran tratando.

Después de lo que supuse que habían sido un par de horas en consultas, caminaba por los pasillos hacía el quirófano, pues tenía una Gastrectomía dentro de algunos minutos.

Caminaba inmersa en mí, pensando en el procedimiento. Hasta que unos brazos me rodearon por detrás.

Lo iba a golpear, lo juro. Hasta que un mechón pelirrojo se atravesó en mi visión y automáticamente mi cuerpo se relajo entre los brazos que lo rodeaban.

Suspiré pausadamente y cerré los ojos, permitiéndome sentir su calor. Hasta que caí en cuenta que seguíamos en el hospital, así que los abrí enseguida y vi que no había nadie en el pasillo, a decir verdad, este no era un pasillo muy concurrido.

—Casi me matas del susto... —volteé hacia ella— dos veces.

—¿Dos veces?

—Alguien nos pudo haber visto —traté de hacer la situación más amena poniendo mis manos detrás de su cuello—. Como sea ¿Qué haces por aquí?

—Nada, estaba checando unos estudios y te vi —me dio un beso en la mejilla y se alejó de mí—. ¿Tú? ¿Vas a cirugía?

—Si, tengo unaGastrectomía en unos veinticinco minutos —caminé hasta una camilla que estaba pegada a la pared y me subí. Hice una seña con la cabeza para que ella hiciera lo mismo.

Pareció entender el mensaje, pues caminó hasta mí y subió. Se recargó en la pared al igual que yo y decidí acortar el pequeño espacio que había entre nosotras acercándome y pegándome a ella.

—Ha sido un día ocupado... —mencionó recargando su cabeza en la mía.

No dije nada, solamente puse mi mano sobre su cabeza para comenzar a hacer pequeños masajes, a lo que en respuesta ella suspiró pausadamente.

Sabía lo que era tener días pesados; cirugía tras cirugía, consultas, checar estudios. Además, los nuevos internos que apenas se adaptaban a la vida en un hospital. Y muy posiblemente también tenía ciertas cosas en la cabeza.

No iba a peguntar, porque cuando eso pasa, lo último que quiero es que me estén llenando de preguntas. Así que solamente me dediqué a masajear su cabeza por algunos minutos.

Después, ella se incorporó y se estiró.

—No te quiero quitar mas tiempo —palmeó mi pierna y se puso de pie.

—¿Por qué no vas a acostarte un rato? —sugerí mientras la veía desde la camilla.

—Tengo cosas que hacer... —sonrió a medias.

—¿Y Jo? —pregunté.

—Día libre... —rio.

Saqué mi teléfono de mi bolsillo y busqué su contacto.

—¿Qué haces, Meredith?

—Voy a traerla —respondí cuando hallé su contacto.

—No es necesario.

—Si lo es —respondí seria—. Además, me debe un par de favores —informé con el teléfono en la oreja.

—No va a venir —aseguró mientras se sentaba a la orilla de la camilla.

—Yo he venido en mis días libres varias veces, un par por ella.

Al parecer Addison estaba muy segura de lo que decía.

—¿Wilson? —pregunté cuando atendieron la llamada—. Necesito que vengas a hacer un par de cirugías, nada complejo. Y algunas consultas —me quedé en silencio mientras observaba a Addison para asegurarme de que tenía la información correcta—. Bien, gracias —colgué y me puse de pie— Tú —la miré— de pie —mandé.

La tomé del brazo y comencé a caminar hasta su oficina para recoger su bolsa. Cuando llegamos la senté en el sillón y busqué su bolsa mientras esperaba a que me atendieran el teléfono.

—¿Puedes venir a la oficina de Montgomery, por favor? —pedí y después de su respuesta colgué.

Dejé la bolsa sobre su escritorio y salí de la oficina.

—¿Qué necesitas? Voy de salida —preguntó Altman cuando llegó.

—Necesito que lleves a Addison a su casa —subí levemente la mirada.

—¿Por qué yo?

—Porque sé que no le vas a decir a todo mundo que te lo estoy pidiendo —suspiré cuando se quedó en silencio, así que la empuje hacia atrás, alejándola de la puerta—. Por favor, Teddy.

—Bien —finalmente aceptó.

—Gracias —dio la media vuelta y se alejó apenas un metro cuando volteó—. ¡Me voy en diez! —y siguió caminando.

Entré a la oficina de nuevo, tomé el bolso y me acerqué a Addison, que veía su teléfono.

—Vamos —hice un gesto con la cabeza para que me siguiera.

Mientras caminábamos por los pasillos del hospital tomé su teléfono para pasarme algunos expedientes que necesitaría Jo a mi teléfono.

—No quiero reclamos —advertí cuando llegamos al estacionamiento—. Teddy te va a llevar a tu casa. Vas a llegar y dormir —seguí caminando hasta su auto—. No quiero que te pongas a checar estudios ni nada parecido —la mire a los ojos cuando estuvimos a unos metros del auto— Al rato te marco para saber cómo sigues ¿okay?

—Quisiera besarte ahora mismo —sonrió relajada por primera vez en el día—. Gracias, Meredith.

—Vete ya —reí y le abrí la puerta del copiloto.

Cuando subió mire a Altman y ella asintió. Cerré la puerta y las observé irse. Cuando el auto desapareció de mi vista, corrí hasta el quirófano.


The lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora