LXII. Cada vez más hondo

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Trataba de estar con la mejor actitud que podía mientras estaba en casa. No quería que los niños se dieran cuenta y mucho menos pasarlos a afectar con mi actitud.

Prácticamente regresaba a casa por ellos, mis hijos evitaban que me la viviera en el hospital. Dentro de lo que cabe me ayudaban a mantenerme medio estable.

Una vez que los fui a dejar a la escuela, volví a casa y después de un largo baño me fui rápidamente al hospital, deje mis cosas en la oficina y me cambie para comenzar con mis pendientes.

Ordené análisis, chequé a algunos pacientes y pasé a ver algunos post- operación. Todo parecía marchar bien, así que comencé con las que tenía agendadas para el día de hoy.

Después de unas tazas de café estaba perfectamente enfocada en lo que estaba haciendo, porque la sensación de poder haber hecho algo y fallar era horrible, tanto que no pensaba volverlo a experimentar, al igual que el pelirrojo que operaba frente a mí.

Tan enfocado que apenas lo escuchaba respirar, ni sentía su mirada. Se limitaba a decir lo necesario al igual que yo.

Necesitábamos el quirófano en silencio, lo más que se pudiera, a menos que fuera estrictamente necesario hablar. Y al parecer funcionaba, pues la cirugía fue todo un éxito y después de algunas horas el paciente fue llevado por las enfermeras, perfectamente estable.

Ambos salimos sin decir una palabra, porque ni siquiera habíamos hablado desde hace días. Estábamos demasiado enfocados en hacer las cosas bien, no tenía la menor idea de como iban las cosas con él, a excepción de lo que dijo Alex.

Y después de un par de cirugías entendí que cuando me dijeron que uno de los mejores impulsores es la tristeza, tenían toda la razón.

—Necesito que me traigas los estudios de la señora Johnson —indiqué—. Y un café con dos shots de expresso.

—Pero... —mencionó, pero pareció arrepentirse.

—¿Pero que, Millin? —paré en uno de los vestíbulos del hospital para firmar un par de altas. Apoyé los papeles y saqué mi pluma para comenzar a firmar mientras esperaba a que dijera algo—. Si no vas a decir nada por favor no me retrases y ve por los estudios que te pedí.

—La doctora Montgomery dijo...

—¿La doctora Montgomery? —volteé a verla—. Déjame adivinar —dejé la pluma sobre las hojas y me giré hacia ella—. La doctora Montgomery te dijo que dosificaras mi consumo de cafeína ¿estoy en lo correcto? —ella asintió—. Bueno, Jules. Déjame decirte dos cosas —me acerqué—. Uno: no necesito una niñera, tengo mas años de carrera que los que tú tienes viva —me recargué sobre el lobby—. Segundo: ¿trabajas para la doctora Montgomery o para mí —pregunté y la miré a los ojos para esperar su respuesta.

—Soy su interna, doctora Grey.

—Eso es lo que pensé —volví a tomar la pluma y continue con lo que estaba haciendo—. Ahora ve por lo que te pedí.

—Si doctora.

Terminé de firmar las altas y me dirigí a mi oficina para recoger algunas cosas y continuar con mis pendientes

Cerré la puerta detrás de mí y me di un momento para sentarme y relajarme algunos minutos.

Tumbé la cabeza hacía atrás.

Era bastante consciente de que llevaba reprimiendo mis sentimientos todos estos días, pero este era el lugar menos adecuado, así que traté de olvidarme del asunto y seguir enfocándome en el trabajo.

Oí que tocaron la puerta, así que me incorporé para recibir los estudios que había estado esperando.

—¡Pasa!

Por esa puerta no entró Jules, como esperaba.

—No, estoy bastante ocupada —advertí, pero hizo caso omiso y se sentó junto a m—. ¿No me oíste? Te dije que estoy ocupada.

—Si te oí, no soy sordo —se quejó—. No pienso pedir explicaciones y no te voy a decir nada, que sé que es lo que has estado evitando —explicó—. Solo vine a sentarme en silencio si así lo quieres y a darte esto —me extendió un café.

Dudé en tomarlo, pero finalmente lo hice. Posiblemente asusté tanto a Jules que ni siquiera querría venir en un buen rato.

—Gracias.

—¿Quieres hablar? —preguntó Alex.

—No.

—Bueno —bebió un sorbo de su propio café.

Y lo prometió. Nos quedamos en esa oficina en completo silencio por aproximadamente cuarenta minutos. Ninguno dojo nada, yo no quería y él respetó mi decisión.

Solo me puse de pie y me fui cuando vi que llevaba suficiente tiempo ahí, y todavía tenía demasiadas cosas que hacer.

No me detuvo, cosa que agradecí. Solamente se limitó a verme en completo silencio mientras abandonaba mi oficina y lo dejaba ahí.

Ella me entregó los estudios y después de hacerle algunas preguntas en referencia a la operación, entramos a quirófano.

Había obtenido mi café, así que estaba lista.


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