XXVII. Línea de vida

990 93 28
                                    

El sonido del choque me deja helada. Siento como si lo hubiera vivido yo misma.

El ala de urgencias es un completo caos. A simple vista capto cinco heridos.

Me colocó lo necesario e ingreso a urgencias. No sé por donde empezar, así que sigo a Owen hasta el exterior del hospital. El aire frio choca de golpe con mi rostro, volteo a todos lados en busca del automóvil y la escena es impactante; el carro esta de cabeza a unos cuantos metros de mí, hay doctores alrededor tratando de auxiliar a los heridos que se encuentran dentro. Me acerco mientras siento las gotas de sudor frío bajando por mi rostro.

—¡Tenemos pulso! —grita un doctor por encima del hombro.

Siento que el aire se vuelve mas ligero.

Todo parece avanzar en cámara rápida. El equipo de Ben llega rápido y nos ayudan a sacarlos del carro. Los llevamos al quirófano lo más rápido que las piernas nos lo permiten. Bajo la vista hacia el paciente que transporto junto con Owen; ronda en los treinta y cinco años, algo de barba y cabello castaño. Viene acompañado de una mujer pelinegra de la que se ocupan los demás y un niño de unos diez años, de él se encarga Alex y Callie.

Preparan al paciente mientras hacemos el lavado quirúrgico, por alguna razón no le puedo quitar los ojos de encima.

[...]

No sé cuanto tiempo ha transcurrido desde que entré al quirófano, pero el dolor en la espalda me dice que han pasado varias horas. Salgo desorientada y me quito de golpe el gorro quirúrgico.

La vista se me empieza a nublar y trato de sostener de las paredes, lo que sea que se cruce en mi camino.

Choco con alguien, su perfume es inconfundible y sus brazos me hacen sentir segura y temerosa a la vez, pero no tengo tiempo para soltarme porque todo se sumerge en un negro profundo.

[...]

La cabeza me duele y me siento débil. Trato de levantarme aún con los ojos cerrados, pero una mano me toma delicadamente del hombro impidiéndome que me levante y mi cabeza vuelve a dar con la almohada. Pongo la mano encima de la suya por inercia y trato de abrir los ojos lentamente. Mi vista se vuelve a acostumbrar a la luz, que entra por la ventana de a lado, y cuando logro enfocar la mirada me encuentro con unos ojos azules viendo hacia abajo, hacía mí. Mechones de cabello rojo caen por los lados de su rostro que parece preocupado. Tiene la boca tensa y me mira directamente a los ojos para darse cuenta de que he despertado. Suspira antes de preguntar:

—¿Cómo te sientes? —pone su mano en mi frente.

Me levanto de golpe. Sus ojos parecen hipnotizarme, tanto que temo que mi orgullo ceda y me quede recostada sobre sus piernas más tiempo del que me gustaría.

Suelto mi cabello para volverlo a recoger en una coleta. No respondo.

—¿Puedes contestar cuando te pregunto algo? —insiste.

Silencio.

—¿Puedes olvidar tu pequeño odio por mí y contestarme? —me pregunta y siento su mirada fija en mí.

—Bien —contesto sin mirarla.

—¿Hace cuanto no comes? —espeta molesta.

—No sé —le resto importancia al asunto.

—Te desmayaste ¿no te importa o qué?

—Soy médico —finalmente volteo a verla— llevo una vida ocupada —ajusto la coleta y me pongo de pie.

—¿A dónde crees que vas? —rodea mi muñeca con su mano y me jala de vuelta al sillón de la sala de titulares.

—Como te dije —suelto su mano— soy médico. Tengo trabajo que hacer.

—Como te dije —me arremeda— te desmayaste, curiosamente por no ingerir alimentos a tus horas —se da la vuelta hacia la mesa y pone un sándwich sobre mis piernas mientras sostiene un jugo de naranja —come.

—Es broma ¿verdad?

—¿Crees que soy una persona que se anda con juegos?

—Tengo trabajo que hacer, Addison.

—No creo que desmayándote seas de mucha ayuda en urgencias —me regaña.

Lo que menos me apetece es comer con ella a lado, pero sé lo terca que puede llegar a ser, así que abro la caja de plástico y saco el emparedado.

No dice más, cosa que agradezco. Abre unos archivos y comienza a leer en silencio.

No tengo la menor idea de que hace aquí, pero tampoco me apetece preguntar.

Después de algunos minutos me extiende el jugo y bebo. El dolor de cabeza comienza a disminuir y no me gusta tener que darle la razón.

—¿Qué haces aquí? —pregunto después de beber jugo.

—Cuidándote —responde con la vista fija en los documentos. Sus ojos se deslizan por las líneas de texto a través de sus lentes que reposan sobre el tabique de su nariz.

—Hubo un choque grave, deberías de estar en urgencias.

—Iba saliendo de cirugía cuando chocamos. Mi paciente estaba estable. Hasta donde Karev me dijo ya todos estaban en cirugía.

—Debo irme —me pongo de pie.

Se quita los lentes y se pone de pie, botando los documentos en el sillón.

—¿No acabas de entender que perdiste el conocimiento o qué?

—Ya comí y me siento mejor —no me gusta darle la razón, pero necesito irme— tengo pacientes que atender.

—Que obstinada eres —se recoge el cabello en un moño— pero bueno, vamos.

Al llegar a urgencias había unos pocos doctores haciendo suturas, nada grave. Hasta que oímos la sirena de la ambulancia.

—Paciente de veintitrés años, fractura de peroné. Tuvimos que aplicar un sedante ya que estaba agresivo —el paramédico baja de la ambulancia y abre las puertas de la parte de atrás.

Llega Alex, Callie y Owen detrás de nosotras.

Bajan al paciente y dos paramédicos tratan de mantenerlo en la camilla con mucho esfuerzo. Nos colocamos a los lados tratando de ayudarlos, pero cada vez se pone más agresivo.

Trato de detener uno de sus brazos, pero es más fuerte que yo. Cierro los ojos esperando un impacto que nunca llega.

Addison cae al piso con la parte inferior del rostro cubierta de sangre.

The lastWhere stories live. Discover now