LXXV. Cambios

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Me encantaba conocer a Addison, todo lo que ella era. Las partes buenas y las que no lo eran tanto. Y aunque sé que no soy una persona fácil de conocer, me esforzaba por hacerlo con ella.

Sentí su mirada fija en mi mientras me dedicaba a beber café. Y se podría decir que me comenzaba a acostumbrar a esto, siempre lo hacía cuando desayunábamos juntas. Llegábamos, nos tomaban la orden y mientras bebíamos café, en algún punto guardábamos silencio mientras ella me miraba y yo hacía un recuento de mis cirugías.

—¿Ya te he dicho que me encanta como te queda el azul marino? —preguntó mientras me veía sin disimulo.

Ya habíamos llegado a ese punto.

—Ya —respondí y ella sonrió a medias—. Suerte que lo use todos los días en el hospital.

—Suerte para mí que te veo todos los días —volvió a sonreír detrás de la taza de para después beber un sorbo de café.

[...]

—Te extrañe, Meredith —admitió de repente.

Estábamos en la oficina de Miranda, que provisionalmente era mía. Bailey había decidido hace algunas semanas que necesitaba un descanso, así que era jefa interina por el momento.

No fue algo que quisiera en un principio, pero con el paso del tiempo le agarre el gusto.

Principalmente a la gran oficina con una vista preciosa, cosa que le encantaba a Addison. Y yo estaba bien con eso.

Estábamos en el sillón, yo tenía la vista perdida en el gran ventanal que daba a la ciudad.

Cuando Addison habló volteé a verla; tenía su brazo recargado sobre el respaldo del sillón mientras me observaba con un semblante serio.

Por más que traté de comprenderlo no pude.

—¿A que refieres? He estado aquí.

—Cada vez que nos hemos alejado —explicó—. Cada vez te he extrañado.

No supe exactamente a que venía todo esto, no ahora. Y ciertamente tampoco sabía que decir.

Yo también la había extrañado, estaba claro. Pero nunca he sido buena con las palabras.

Y ahora mismo agradecía la remodelación de la oficina donde habían quitado las amplias ventanas que permitían ver todo lo que pasaba en esta oficina desde fuera. Y las ventanas que había tenían las persianas cerradas.

Me acerqué a ella mientras la oí suspirar y mirarme con esa expresión tan peculiar que hacía cada vez que estábamos en alguna situación similar.

Bajó la vista hasta mis labios que ansiaban los suyos porque no sabían expresar con palabras lo necesitaba decirle.

Después de algunos segundos que parecieron eternos mientras me mantenía con los ojos cerrados, finalmente pude sentir el calor de su boca sobre mí.

Su mano se posó sobre mi hombro y descendió hasta el borde de mi bata para jalarme hacía ella. Y lo logró, su mano seguía aferrada al cuello de mi bata mientras mi mano reposaba en su pierna.

No pasó mucho tiempo hasta que su mano se escabulló hasta mi cintura y me jaló con fuerza. Sin mucho esfuerzo logró hacer que quedara sobre ella.

Me acomodé a horcajadas sobre sus piernas mientras sus manos se mantenían aferradas a mi cintura, sin opción de escapatoria.

Y es que tal vez era el calor del momento, el clima o la falta de ventilación. Pero las mejillas de Addison estaban ardiendo cuando tomé su rostro entre mis manos. Y apostaba a que las mías estaban iguales.

Sus manos bajaron hasta mis caderas mientras buscaba acomodarme.

Con lentitud posé mis manos detrás de su cabeza y deshice el pequeño chongo que sostenía su cabello, para dejarlo caer sobre sus hombros y poder enredar mis manos en él, y al sentir su cabello deslizarse sobre los lados de su rostro, ella se detuvo y se anejó apenas de mí.

Mantenía los ojos cerrados cuando la vi, y al cabo de unos segundos los abrió.

Tenía los ojos oscuros, y las mejillas ardiendo. La boca semi abierta buscando recobrar el aliento.

Y en medio de la leve oscuridad que nos rodeaba pude notar su mirada fija en mí, analizándome como si pudiera ver incluso lo que pasa por mi mente.

Subió su mano hasta mi rostro y acomodó algunos mechones detrás de mi oreja, y dejó su mano en mi cuello.

—Te quiero, Meredith —soltó de repente.

Suspiré pausadamente mientras rodeaba su muñeca con mi mano.

—Y tal vez no debí decirlo tan repentinamente...

—Yo también —la interrumpí—. También te quiero, Addison.

Y volví a sus labios, ella me recibió gustosa mientras me tomaba con fuerza de la cintura.

Mi mano se escabulló entre su melena suelta mientras sus manos seguían jalándome de la cintura, intentando acercarme más a ella.

Mi respiración comenzaba a acelerarse conforme pasaban los minutos, y mientras la besaba comencé a jugar con el cuello de su scrub.

—Voy a demandarlos si nos llaman para una cirugía en este momento —admitió entre risas.

—Técnicamente me estarías demandando a mí— respondí mientras acariciaba su cuello—. Soy jefa interina y dueña del hospital.

—Poco me importa quien sea la dueña en estos momentos —rio y me quitó la bata.


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⏰ Last updated: Nov 19, 2023 ⏰

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