LXXI. Cuatro de la mañana

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El silencio inundaba el quirófano vacío. Era de madrugada y no había ninguna cirugía por el momento, por lo que los quirófanos estaban desocupados y el hospital se mantenía casi en completo silencio.

Cada paso que daba producía eco dentro de la habitación.

Me resultaba curioso como un lugar que podía almacenar tanto caos y sonidos durante las cirugías —en especial las de trauma— ahora estuviera tan silencioso, tanto que podía escuchar mi propia respiración. Un lugar en el que normalmente estábamos bajo estrés, intentando salvar al paciente, y en este momento me produjera tanta calma, resultaba hasta cierto grado gracioso.

Me crucé de brazos mientras recorría con la mirada cada centímetro del lugar, pensando en todas las cosas que habían pasado aquí dentro, tantas vidas que habían sido salvadas y muchas otras que resultaron en un cambio de vida para el paciente. Pero también era triste saber que esta habitación había sido testigo de tantas muertes a lo largo de los años.

—Siempre he querido saber qué piensas cuando te sumerges tanto en ti, así como ahora... —admitieron a mis espaldas.

—Si te acercas lo suficiente tal vez logres oír mis pensamientos... —susurré con la vista fija en la mesa de operaciones.

Oí sus pasos detrás de mí, cada vez mas cerca y haciendo eco en la sala vacía. Al cabo de algunos segundos sentí su cuerpo rozando apenas mi espalda.

—Sigo sin oír nada...

—No estás lo suficientemente cerca... —susurré.

La escuche reír apenas y se acercó mientras rodeaba mi cintura con sus brazos y posaba su cabeza sobre mi hombro.

Giré para verla sobre mi hombro, y cuando ella me miró y sonrió decidí dar la media vuelta. Sus brazos se mantenían en mi cintura mientras yo tomaba su rostro entre mis manos.

—¿Qué te pasa, Grey? —preguntó entre risas.

No dije anda, solo admiré la sonrisa tan sincera que mantenía y me acerqué lentamente hasta ella, rozando apenas nuestros labios en un intento por besarla, porque ciertamente eso es lo que había estado pasando por mi cabeza desde que entró a esta habitación. Pero desafortunadamente los días llenos de cirugías largas y consultas que había tenido anteriormente pasaron a cobrarme factura. Justo en ese momento, cuando nuestros labios estaban tan cerca y solo hacía falta un último impulso, justo ahí, mi cuerpo decidió oxigenarse y soltar un bostezo que me hizo bajar la cabeza y recargarme en el pecho de Addison.

Rio apenas y acarició mi cabello con una de sus manos, algo que me hizo relajarme y ahora era yo quien la abrazaba por la cintura.

Cerré los ojos mientras ella pasaba su mano suavemente por mi cabello.

—¿Día ocupado? —preguntó en voz baja.

—Días... —volví a bostezar.

Comenzó a masajear mi cuello, ocasionando que un pequeño jadeo se ahogara en mi garganta,

—Oye... —murmuró y subí la vista— ¿Cuánto has dormido últimamente?

—No lo suficiente... —admití mientras sus manos seguían masajeando mi cuello y hombros.

—Ven... —quitó sus manos de mi y se separó para tomar mi mano— vamos a dormir.

Ni siquiera me dio tiempo de emitir palabra alguna cuando ya me encontraba caminando por los pasillos del hospital, agarrada de la mano de una pelirroja de un metro con setenta y ocho centímetros que prácticamente me arrastraba detrás de ella.

De repente bajó la velocidad y se cubrió la boca con su mano libre para bostezar.

—Ya me pegaste tu sueño —reclamó en tono de broma.

—Razonable —reí— ¿vas a terminar lo que empezaste? —pregunté cambiando de tema.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

Caminamos un par de metros más y finalmente vimos una sala de descanso, así que abrí la puerta antes de que Addison pudiera decir otra cosa.

—¿A que...?

—Hola, Teddy —saludé antes de que Addison terminara su pregunta.

—Hola, Meredith... —saludó apagando la pantalla de su teléfono mientras la puerta terminó de abrirse— ah, hola, Addison... —volteó a verme mientras terminaba de saludarla.

—Hey... —mencionó Addison detrás de mí mientras seguía tomada de mi mano, a lo que Teddy se percató rápidamente y ambas nos soltamos.

—Yo... —susurró Altman.

—Muero de sueño —la interrumpí, pues sabia lo que posiblemente estuviera pasando por su cabeza ahora mismo.

—Dormiré arriba —mencionó Addison y yo me recosté en la parte de abajo.

Escuché como se acomodó en la parte de arriba de la litera y por algunos momentos la habitación se quedó en completo silencio.

—¿Día ocupado? —preguntó Altman.

—Días —respondimos al unísono y la rubia comenzó a reír.

—Somos tres... han sido días de locos.

—Ni que lo digas —dijo Addison— de las veces que más partos he atendido.

Al paso de los minutos la voz de Altman perdió intensidad, hasta que yo hice una pregunta y ya no hubo respuesta alguna de parte suya.

—Ya se durmió... —aseguró Addison.

—No me digas —respondí sarcásticamente.

Un silencio se plantó en la habitación, hasta que la oí moverse arriba de mi y después la vi asomarse hacía abajo.

—Si te digo —respondió mientas su cabello colgaba del lado izquierdo de su rostro.

—Obstetra y comediante... vaya combinación —volteé los ojos, aunque no estoy segura si se percató por la oscuridad que había.

—Y cirujana fetal... que no se te olvidé, Grey —ahogó una risa.

—Presumida... —sonreí.

—Y eso que no agregué el hecho de que soy de las mejores.

Me acerqué a ella en medio de la oscuridad y cuando ella creyó que la iba a besar decidí darle un golpecito en la frente.

—Duérmete ya —reí y me alejé.

—¿Qué dijiste? —susurró.

Me acerqué a ella, apenas un par de centímetros nos separaban, tan cerca que era posible ver un poco de su rostro.

—Sorda... —me burlé—, pero dije que...

Fui callada cuando sus labios se posaron sobre los míos y después de un breve momento se separó.

—Descansa, Grey —volvió a acostarse.


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