LXVII. Quedate ahí

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Podía sentir las mil sensaciones queriendo salir de mí, pero se quedaban atoradas en mi pecho como una bola que me impedía respirar adecuadamente. La sentía tan presente, y crecía conforme los segundos pasaban.

Porque, aunque me doliera aceptarlo, me hirió de la peor manera posible. Y terminó de romperme cuando tuvimos aquella pelea, porque tenía un poco de razón. Todos los que alguna vez quise me habían abandonado y creo que nunca terminé de entender la razón, pero a fin de cuentas siempre quedaba yo, y solo yo. Y no pretendo ser la víctima aquí, porque sé que también la herí en uno de los puntos que mas le duelen. Pero no sé si la llegué a romper como ella lo hizo conmigo, tres veces ya.

Jake.

Aquel doctor.

Y un comentario que tenía parte de realidad.

Cerré los ojos y suspiré, la primera lágrima cayó por mi mejilla. Sinceramente ni siquiera sabía si era la primera, pues estaba tan inmersa en mi mente que me aislé de mi cuerpo.

Y es que ni siquiera era tristeza, enojo, frustración... O tal vez eran todas. Tenía demasiados sentimientos encontrados como para saber el origen de ello.

Un suspiro entrecortado salió de mi garganta, preparándome para hablar.

—Quiero creerte —subí la mirada, conectándome con la suya que me esperaba ansiosa—. En verdad, Addison. No sabes cuántas ganas tengo de creerte, de que todo vuelva a ser como hace algunas semanas... —me detuve un momento, pues me di cuenta de que me estaba perdiendo en sus ojos azules e irritados, casi al borde—. Quiero ir hacía ti, sentirte... —inclinó la cabeza, tratando de entenderme, indecisa si dar un paso hacía mi.

Y lo hizo, dudosa.

—Pero no puedo —advertí antes de que se acercara mas—. Quédate ahí, por favor. Temo que si das otro paso mas no podré irme —suspiré para tratar de calmarme, pues la voz se me había entrecortado.

—Meredith... —dijo derrotada.

—De verdad, quiero creerte. Pero no puedo escucharte, no puedo escuchar tus razones —cubrí mi rostro con mis manos y me apoyé sobre mis piernas—. Apenas estoy, no puedo hacerme esto.

Ella rodeó la cama sin la menor intención de acercarse a mí, solo se sentó en el borde de la cama con la mirada perdida en la ventana.

—También te debo una disculpa —proseguí—. A pesar de todo, es algo que te debo —alcé la mirada, pero ella seguía perdida en el exterior—. Addison, ni siquiera puedo definir en una palabra todo lo que estoy sintiendo en este momento. Más bien, todo lo que he estado sintiendo estos últimos días. Y ni siquiera puedo intentar decírtelo porque nunca he sido buena con las palabras. Pero no se si pueda hacer esto.

La luz del exterior la iluminaba de manera especial. Acentuaba el azul de sus ojos, pero también la rojez que poseían ahora. Y las lágrimas que descendían por sus marcados pómulos.

—No te voy a detener si deseas irte, pero creo que me quedaré aquí un rato —susurró sin verme y supe que era mi momento de irme. Ahora ella necesitaba estar sola.

Con los sentimientos a flor de piel me puse de pie e hice un esfuerzo sobre humano para pasar a su lado y no lanzarme a ella.

Mi brazo apenas rozó con su hombro y ese escaso contacto casi me hace replantearme todo, de hecho me detuve. Me detuve a la misma distancia de la puerta y la misma distancia hacía ella, justo en el medio. Ambos caminos estaban ahí, esperando a ser escogidos. Mi mente estaba en la puerta frente a mí, pero mi corazón se había quedado detrás con la mujer sentada a mis espaldas.
Un sollozo salió de mi cuando tomé la perilla de la puerta y la giré.

Abandoné la habitación y a ella. Me apoyé sobre la puerta y sequé mis lágrimas antes de que alguien me viera.

Quise dar la media vuelta, y no me di cuenta cuando además de desearlo, lo hice. Mi vista estaba en la puerta.

Eran apenas unos centímetros de madera lo que nos separaba, y es que era tan fácil. Solamente tenía que girar la manija.

—Grey —llamaron a la distancia y supe que mi oportunidad de decidir se la había llevado el tiempo.

Bajé la mirada asimilando que ni siquiera tuve oportunidad para decidir.

—¿Si? —quité la mano de la perilla y metí ambas manos a los bolsillo de mi bata.

—¿Estás bien? —preguntó Altman cuando finalmente la volteé a ver.

—Si, dime ¿que pasa? —me alejé de la puerta y me acerqué a ella.

—Tengo cirugía y Miranda no podrá entrar conmigo a quirófano ¿me ayudarías?

—Si, vamos. Es lo que necesito, una cirugía —comencé a caminar a la par de ella.

Recogí mi cabello mientras caminábamos hasta el quirófano cuatro y saqué mi gorra quirúrgica de la bata para colocármela.

—En un momento te alcanzo —avisé cuando llegamos a la puerta del quirófano y ella asintió. Entró y me quedé sola fuera.

Respiré un poco, dejando todo fuera de la sala y enfocarme al cien en la persona que estaba en la camilla. Y una vez que lo hice, entré.

The lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora