XXXIX. Revelaciones

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Cuando desperté no pude pasar desapercibido que el dolor de espalda se había ido. La precisión de sus manos hizo que me sintiera mejor.

Me paré de la cama y me metí a la ducha. El agua tibia relajó aún más mi espalda, haciéndome sentir mas ligera. Al salir me puse cualquier cosa, pues ya se me hacia tarde para ir a dejar a los niños al colegio.

Para cuando regresé, comencé a arreglarme para desayunar con Cristina, que seguramente ya estaba despierta.

—¿Ya estás lista? —preguntó saliendo del baño.

—Si, solamente me pongo los tacones y nos podemos ir —respondí mientras me sentaba en la cama.

—Bien —tomo su abrigo y bolsa— te espero abajo, tengo que hacer una llamada —salió de la habitación y oí como bajo las escaleras.

Terminé de colocarme los tacones y me puse de pie, caminé hasta el espejo y acomodé mi cabello.

Me apliqué perfume, me coloqué los pendientes y bajé hasta la sala.

Bajé con cautela para no interrumpir su llamada.

—Si, te veo luego —respondió cuando me vio bajar— cuídate —y finalizó la llamada.

—¿Te interrumpí?

—No, ya iba a colgar. No te preocupes —se puso de pie— vámonos, muero de hambre.

Salimos de la casa y después de algunos minutos manejando llegamos al lugar.

Nos llevaron hasta nuestra mesa y tomamos asiento. El lugar se veía tranquilo y agradable.

—¿Qué desean ordenar? —preguntó la mesera.

—¿Me puedes traer un americano?

—Si ¿Qué mas sería? —me preguntó.

—Un expresso, por favor.

—Enseguida.

Comenzamos a platicar de cosas sin importancia, el tiempo se nos fue hasta que estábamos por terminar el omelette y los hotcakes que habíamos ordenado.

La platica se fue tornando mas seria conforme pasó el tiempo.

—¿Te puedo preguntar algo? —indago mientras cortaba un trozo de hotcake.

—Seguro —apoye los codos sobre la mesa para prestarle mi total atención.

—¿Has salido con alguien?

Suspiré y bebí un poco de mi café.

—Si.

—¿Sales con alguien?

—No, por el momento no.

—Y ¿Hay alguien que tengas en mente? —preguntó más seria.

—No sé si estoy lista —me sincere.

Cristina asintió y volteó a ver a la ventana.

Yo bajé la vista al café, era complicado.

—Conocí a alguien ¿sabes? —confesó con la vista fija en la ventana.

La repentina noticia captó mi atención y volteé a verla.

—Creo que si se puede tener todo en la vida, pero en el momento indicado. Llega cuando menos te lo esperas y tal vez cuando crees no necesitarlo. Pero ahí está, esperando completarte —suspiró—. Cuando llega te hace sentir temerosa, incapaz de aceptarlo —vuelve la vista hacía mí— y no llega de la manera en que creías.

Y como no llega de la manera que esperabas, sientes que no es lo correcto. Tal vez hasta genera cierto sentimiento de culpabilidad. Pero llega en el momento que tiene que llegar, ni antes ni después, llega por algo. Puede que te desequilibre en varios aspectos, pero también llega a estabilizarte, a ponerte a prueba y a completarte. Te hace ver las cosas de distinta manera y muy probablemente te haga sufrir un poco, pero si logras esquivar la marea y llegar a tierra firme, sabrás que ahí estarás a salvo. Sabrás que la valentía dio frutos.

Volteó a verme con una ligera sonrisa en el rostro, y era increíble la conexión que existía, porque al instante supo lo que quería saber; quería saber quien hizo que Cristina Yang hablara de tal manera.

—Se llama Oksana, es rusa —admitió y ahí entendí todo.

Al parecer supo que mi mente hizo click y sonrió un poco más.

—La conocí una vez que fui a Londres —admitió— después me la encontré en Zúrich. Las cosas simplemente se dieron. Me asustaba porque ni siquiera me di cuenta cuando pasó.

Me asustaba la manera en que alteraba todo mi plan de vida. Como me impedía concentrarme al cien por ciento en asuntos laborales por estar pensando en ella. También me asustaba porque nunca había experimentado nada así, creo que sabes a lo que me refiero. Pero me asustaba mas alejarla y que fuera demasiado tarde, y eso tenía mas peso que lo demás.

Por supuesto que el amor de mi vida es la cirugía cardiotorácica. Pero algo más no estaba mal. Finalmente deje de rehuirle al hecho, a fin de cuentas solo soy una persona que quiere a otra persona, es algo a lo que todos tenemos derecho.

—Ella es doctora —prosiguió— traumatóloga más específicamente. Así que entendemos que no podemos estar todo el tiempo. Pero encontramos el balance, Mer. Sé perfectamente que ama su profesión, al igual que ella sabe que amo lo que hago y que no lo cambiaria por nada. Pero la compañía lo vale. Nuestra relación no algo vital, es algo que escogemos día a día.

—Espere que me dijeras todo menos esto —me puse de pie y tomé asiento junto a ella —me da mucho gusto —acaricie cariñosamente su brazo.

—No dejes que el miedo te frene, Meredith. No seas tan cobarde para huirle a algo tan real.

Asentí y mi teléfono comenzó a sonar.

Catherine.

Era raro, muy rara vez recibía llamadas de ella, era una mujer muy ocupada.

—Catherine ¿Qué pasa? —contesté con Cristina a mi lado.

—Te necesito en el aeropuerto en media hora.

—¿Qué? Pero ¿Qué esta pasando? —volteé a ver a Cristina que también escuchaba la llamada y tenía la misma expresión que seguramente yo también tenía; confusión.

—Cuando te doy una orden de urgencia la acatas, Grey —regañó— ya perdiste dos minutos, tienes veintiocho minutos para llegar —y colgó.

Me puse de pie y Cristina dejó la cuenta en la mesa, salimos de prisa hacia el carro.

—¿Qué pasó? —preguntó a algunos segundos de subir al carro, yo ya iba manejando.

—No tengo la menor idea —aprete el volante— pero nada bueno.

N. A: Para quien haya visto "Killing eve", si, estamos hablando de la misma Oksana. Esta referencia es para ustedes, por el final que no nos dieron<3.

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