XXVIII. Sentir

987 102 23
                                    

No reacciona.

Creí que abriría los ojos rápidamente y estaría con un poco de dolor.

Se interpuso a un golpe que era para mí, y ahora no despierta.

Salgo del shock y me hinco junto a la pelirroja inconsciente.

—¡Addison! — pongo su cabeza sobre mis piernas y le retiro los mechones del rostro.

—¡¿Qué pasó?! —pregunta una voz masculina. Ni siquiera quiero alzar la vista para ver quien es. No quiero perderla ni un segundo de vista. No puedo perderla.

—¡Trae una camilla! —exijo con un hilo de voz.

Trato de contener la hemorragia mientras Addison yace inconsciente. Las manos se me empapan con su sangre al paso de unos minutos. La sensación de que con cada minuto que pasa pierde sangre nos está matando a las dos. No puedo despegar las manos de su nariz para intentar llevarla, necesito intentar frenar la hemorragia.

Acerco la cabeza a su pecho y escucho cuidadosamente tratando de hacer un chequeo rápido; respira con dificultad.

No es buena señal.

Y para este punto es inútil negar que estoy preocupada. Es más que mi compañera de trabajo... y aunque me haya lastimado, más que una "amiga".

[...]

Mi mente tiene la característica de ser catastrófica; siempre imagino los peores escenarios y me convenzo de que van a pasar.

No pude estar con ella, tenía consultas que hacer. Aparte Karev dijo que solo distraería al otorrino.

El tiempo pasa a medida que avanzo con las consultas, no sé con certeza cuanto ha pasado, tal vez un par de horas.

La incertidumbre me esta matando cuando termino la última consulta y salgo del cuarto hacia el pasillo.

Parece que mis piernas tienen vida propia y caminan a paso veloz hacia el área donde esta la pelirroja. No he sabido nada desde que se la llevaron y yo me tuve que ir a consultas, por mas que busqué a alguien que me cubriera no encontré a nadie, al parecer todos estaban ocupados con el reciente choque, así que tuve que ir a hacerlas yo misma.

Camino por el hospital tratando de tranquilizarme hasta que alguien me toma del brazo, obligándome a frenar de golpe.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —Maggie me mira con el ceño fruncido.

—¿Sabes donde esta Alex? —evado la pregunta mientras miro por los pasillos.

—¿Estas bien, Meredith? —me toma por los hombros preocupada.

—Si, solo quiero preguntarle un par de cosas a Alex.

—Lo vi hace unos minutos en radiología.

—Gracias —me suelto de su agarre y camino por el pasillo.

—¡Meredith! —gritan detrás de mí.

Volteo para observar a Maggie.

—Espero que esté bien —es todo lo que dice. Después simplemente sonríe y se marcha.

Mientras camino saco mi teléfono, tecleo el número y no hay respuesta alguna

—¡Te he estado buscando por todas partes! —reclamo cuando ingreso al cuarto.

—He estado ocupado, perdóname —se disculpa sin voltear a verme. Mantiene la vista fija en las radiografías que checa.

—¿Son de ella? —me acerco con un nudo en la garganta.

—No, son de un paciente mío —la guarda y apaga la lampara—. Vamos, te llevo con ella.

Caminamos y mi cabeza comienza a sobre pensar las cosas; me entra el temor y considero la idea de solo preguntar por su estado e irme.

Se interpuso a un golpe que venía para mí.

No sería lo correcto.

Aparte muero de ganas por verla.

—¿Cómo esta? —pregunto impulsivamente antes de entrar.

—Esta estable —informa— se podría decir que no fue nada grave.

Siento que el alma me vuelve al cuerpo.

—¿Ocupó intervención quirúrgica? —me recargo en la puerta.

—No —continua— el golpe dio con un vaso, por eso el sangrado excesivo— explica— Aparte, el doctor ya acomodó su nariz. Cuando me fui estaba dormida.

—Gracias —me enderezo y suspiro.

—Te veo después —golpea mi hombro y se marcha.

Doy la vuelta para quedar frente a frente con la puerta, suspiro por última vez y giro la manija.

Esta recostada sobre la cama de hospital. Aún tiene puesto el uniforme, eso quiere decir que no estuvo grave. Su melena pelirroja esta regada sobre la almohada blanca y mantiene los ojos cerrados.

Me acerco con cautela y me siento al borde de la cama para apreciarla mas de cerca.

Desde aquí puedo apreciar hasta el detalle mas pequeño de su rostro, incluso desde aquí es perceptible el pequeño hematoma que tiene en la mejilla a causa del impacto.

Esta bien, está fuera de peligro.

Entierro los dedos en su cabellera para despejarle el rostro y buscar algún otro moretón.

No solo eso.

Pero no encuentro ningún otro y eso me tranquiliza.

La recorro con la mirada; desde su cabeza, su mentón... hasta sus manos.

Esta sumergida en un sueño profundo, no es consciente de lo que pasa, así que no contengo el impulso y entrelazo nuestras manos.

Se remueve un poco en la cama, pero no despierta.

Mi ritmo cardíaco aumenta por los nervios, y junto con el, mi respiración.

Lo cierto es que después de lo que paso me replantee muchas cosas, mas de las que me gustaría. Pero aun no tengo claro nada. Solo una:

Hace tan complicado no quererla.

Cuidadosamente libero nuestras manos y considero irme, pero no puedo.

Vuelvo a sentarme a la orilla, comienzo a dudar, pero tomo valor y me recuesto delicadamente sobre su pecho cuidando de no despertarla.

Su perfume invade mis fosas nasales, su respiración choca con mi rostro y curiosamente, después de tanto tiempo, me siento en paz.

Puedo sentir sus latidos retumbando en mis oídos.

Siento su mano subir por mi espalda hasta llegar a mi cabeza, donde entierra sus dedos entre los mechones de cabello.

Ninguna dice nada, porque ninguna quiere romper el pequeño momento de paz que estamos viviendo.

The lastWhere stories live. Discover now