XXXIII. Un segundo del pasado

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El aire se hizo denso, o tal vez solo yo lo sentía.

De todas las personas en el hospital lo último que se me pasó por la cabeza fue que Addison fuera la primera en ver a Cristina.

—No esperaba verte por aquí Yang —dijo mientras se acercaba a nosotras.

—Lo mismo digo —le ofreció la mano y Addison la tomó— es un gusto volverte a ver.

Addison sonrió levemente.

—También lo es.

—¡Cristina! —todas volteamos al escucharla; la vimos caminar hasta nosotras con pasos apresurados.

—Bueno, ya estoy aquí.

—Gracias por venir, en verdad.

—No es nada Altman.

—Espera —me dirigí a la rubia— ¿Cristina era la cardióloga que mencionabas que iba a venir?

—Si.

—¿Y por qué nadie me dijo nada?

—No sabía si iba a aceptar —respondió Teddy mientras se amarraba el cabello—. Bueno, te la robo unas horas, tengo que ponerla al corriente.

—¿Almorzamos juntas? —preguntó mientras caminaba con Teddy.

—Seguro —respondí alto para que alcanzara a escuchar. Las vi alejarse por los pasillos del hospital.

—Me da gusto —mencionó Addison, recordándome que seguía aquí.

—¿Qué? —me giré para verla de pronto.

—Que este aquí, ustedes eran muy unidas —se quedó viéndome unos segundos y quito algunos mechones que caían por mi rostro y los acomodó detrás de mi oreja—. Te veo después Meredith —me sonrió y se fue.

[...]

—Te dije que era buena idea —mencionó entusiasmada Callie— una fiesta por año nuevo nos viene bien a todos.

—Tenías razón —seguí caminando a su lado— a propósito ¿ya viste a Cristina?

—Ya, me preguntó por Sofia —me respondió— le dije que estaba con sus abuelos, los padres de Arizona.

—Es bueno que vea a su mamá.

—Si, lo es.

—Bueno, tengo cirugías, te dejo —comenzó a caminar— ¡te veo a las ocho Grey!

Asentí y camine hacía el quirófano 2, tenía algunas cirugías que hacer antes de la reunión, entre ellas un Whipple.

Mientras caminaba me coloqué el gorro quirúrgico. Al entrar al área de lavado comencé el lavado de manos, minutos después ingresé al quirófano y me colocaron la bata y los guantes.

Comenzó la cirugía y al paso del tiempo comencé a tener un poco de dificultades con la extracción del duodeno, pero al final todo salió bien.

Hice otra cirugía y salí del quirófano después de un par de horas.

¿Sí? —contesté el teléfono.

Ya me desocupé ¿comemos? —preguntó Cristina al otro lado de la línea.

Si ¿Dónde estás?

Me quedé esperando su respuesta que nunca llegó.

—Olvídalo, ya te encontré —dijo detrás de mí.

Comimos entre risas y anécdotas, me gustaba oírla hablar de lo que la apasionaba: la cardiología. Me contó a grandes rasgos su vida profesional en suiza y lo que la trajo a Seattle. Le conté sobre lo que yo había hecho estos años, las cirugías que había hecho. El tiempo se nos escapó de las manos, nos faltaron muchas cosas por contar, pero ya seria después.

Por algunos instantes me sentí como si aún fuéramos esas internas, ansiosas por comerse al mundo, deseosas de aprender. Intentando descubrir quien éramos.

Regresé a terminar la última cirugía que tenía programada, la última cirugía del año. Ella fue a terminar de arreglar los asuntos con Teddy. Estoy segura de que se encontró a una que otra persona del pasado, además, el rumor de que estaba aquí no tardaría micho en recorrer todo el hospital.

Regresamos a casa entre música.

El tiempo transcurre rápido estando con ella.

—Los internos hablan de ti ¿lo sabes? —pregunté mientras me colocaba los aretes; la vi a través del espejo.

—Lo supuse ¿Qué dicen? —se levantó de la cama y me vio.

—Mueren por verte operar, quieren ver operar a Cristina Yang.

—¿Hay alguno destacado en cardio? —preguntó.

—Mejor pregúntale a Altman o a Pierce —vi su cara de confusión por el espejo—. Más tarde la conocerás, es cardióloga también.

[...]

—Como en los viejos tiempos —dijo antes de entrar al departamento de Torres

—Como en los viejos tiempos —repetí y entramos.

Era tarde, aproximadamente las nueve y media de la noche, pues se nos había hecho ligeramente tarde.

Todos estaban ahí, el nuevo departamento de Callie era amplio, y aun así había gente por todos lados. Todos parecían iguales, todos menos aquella melena roja que reconocería en cualquier lado. Estaba tomando una copa de vino mientras conversaba con Richard, hasta que a él le entró una llamada y se salió al balcón. No sé si sintió mi mirada o que pasó, pero volteo a verme desde el extremo de la sala. Sonreí involuntariamente, ella igual. Alzó su mano y me saludo a lo lejos, correspondí.

—¡Mer! —se acercó Amelia junto a Maggie.

—Se nos hizo un poco tarde, perdón.

—Amelia Shepherd —se presentó antes de que yo pudiera hacerlo. Amelia extendió su mano y Cristina la tomó— y ella es Maggie Pierce.

—Un gusto —Maggie sonrió.

—Cristina Yang.

Se llevaron bastante bien, cosa que no espere. Mis hermanas se llevaban bien y eso me hizo feliz.

Aunque no pude evitar pensar en Lexie.

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