XXIII. Explicaciones

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Estaba nerviosa en espera de las palabras de Richard. Y, a decir verdad, tampoco sabía si estaba lista para escucharlo en voz alta.

—Tú y Andrew, lo resolverán Grey —sonríe a medias.

—Andrew... claro —suspiro aliviada y al mismo tiempo cabizbaja.

—Vamos —se pone de pie y me extiende la mano— seguramente Karev está contando algo tonto —se escuchaban risas de fondo.

—Seguramente —tomo su mano y me pongo de pie.

Al llegar con los demás platicamos un par de horas más hasta que a algunos les estaba ganando el sueño.

—Estoy cansadísimo —se quejó Alex.

—Me estoy muriendo de sueño —dijo Amelia mientras se tallaba los ojos.

—Bueno, vámonos —me levanté del sillón y le extendí la mano, a lo que ella la tomó rápidamente.

—Mi mamá ya se durmió al parecer —menciona Jackson y todos volteamos a ver a Catherine dormida sobre el hombro de su esposo.

—Iré por los niños —anuncie mientras me acomodaba el cabello.

Caminé hacia las escaleras y comencé a subir hacia la habitación donde se encontraban los niños, abrí la puerta y los vi dormidos, a excepción de los hijos de Bailey: Tuck y Joey, que platicaban casi susurrando.

—¿No tienen sueño? —pregunto en voz baja mientras entro y cierro la puerta a mis espaldas.

—Algo... ¿Ya nos vamos? —Tuck se talla los ojos.

—Sí —suspiré— ¿Podrían bajar y decirles a los demás que los niños están dormidos? Por favor.

—Ahora venimos —Joey se pone de pie y Tuck lo sigue.

No paso mucho tiempo hasta que oí pisadas en las escaleras.

—Identifiquen a su niño y cárguenlo —apunte con las manos a los niños dormidos.

Cuidadosamente cargaron a sus hijos; Callie a Sofia, Jackson a Harriet, Amelia cargó a Ellis y Ben me ayudó a bajar a Zola.

—¿A que subí yo? No tengo hijos —Alex se quejó y dio la media vuelta.

—¡Alex!, ya que estás aquí ayúdame, no seas flojo —lo jalé de vuelta a la habitación.

Los demás ya estaban bajando, por lo que en la habitación solo estábamos él y yo, exceptuando a los niños que estaban dormidos.

—Anda, ayúdame con Bailey.

Alex cargó a su sobrino mientras yo bostezaba, me estaba muriendo de sueño. Cuando Karev lo tuvo entre sus brazos me incliné hacia la cama y cargué delicadamente a Henry que estaba sumido en un sueño profundo. Bajamos las escaleras con los niños en brazos y los fuimos a subir a la camioneta, donde ya estaba Amelia y Ben acomodando a los demás.

—Gracias, Ben —suspiré después de acomodar a todos en los asientos traseros.

—No hay de que.

[...]

Llevaba un rato despierta mirando al techo. No me había levantado de la cama aún.

Ayer después de acostar a los niños, Amelia y yo nos fuimos directamente a dormir, ambas estábamos exhaustas, así que dudo que se haya levantado ya.

Pasó aproximadamente otra hora hasta que tomé fuerzas y me levanté. Bajé a la cocina y calenté agua para café en lo que los demás despertaban. Los niños no tenían clases y nosotras no teníamos que ir al hospital hasta la tarde, yo tenía un par de cirugias, así que no había necesidad de levantarlos.

Me senté en el sillón con mi café en mano y abrí la computadora para checar algunos documentos que tenía pendientes. Mis ojos recorrían cuidadosamente cada línea de texto y de vez en cuando le daba un trago a mi café para ayudarme a concéntrame. La información entraba en mí, aunque no estaba cien por ciento enfocada, lo podía sentir, por más café que entrara a mi sistema no podía concentrarme del todo, pues un asunto rondaba constantemente en mi cabeza, por mas que no lo quisiera ahí estaba y no se desvanecía, era frustrante.

Unos golpes me terminaron de distraer, me puse de pie y abrí la puerta.

—¿Qué haces aquí? Es tempranísimo —pregunté mientras me ajustaba la bata del pijama.

—Vengo por Henry... —dijo Addison como si fuera lo más obvio del mundo. El sol golpeaba ligeramente su rostro, haciendo que sus ojos azules y su melena roja brillaran con más intensidad. Llevaba una sudadera, shorts y tenis deportivos. Aparentemente había ido a correr—. Además, son las diez y media de la mañana, no es tan tempano —afirmó mientras consultaba la hora en el reloj que portaba en su muñeca.

—Se me pasó el tiempo —negué para mí misma, como un auto reproche—. Pasa —me hice a un lado.

—Gracias —entró a la casa— ¿te desperté? —preguntó apenada.

—Para nada, estaba leyendo unos papeles —señalé la computadora y el café que estaba sobre la mesa de centro.

—Lamento interrumpirte —suspiró.

—Ya... no importa —me rasqué el rostro— amm ¿Quieres un café?

—Estoy bien, gracias.

—Bueno. Siéntate —ofrecí—, iré por Henry.

—Espera... ¿Podemos hablar?

Miré hacia la escalera intentando evadir su mirada.

—Estoy algo ocupada.

—No te quitaré mucho tiempo Mer —volteé a verla—, Meredith —corrigió.

—Se rápida, por favor —me crucé de brazos,

—No, no aquí —movía las manos nerviosamente— ¿Te puedo invitar un café?

Inevitablemente solté una risa amarga.

—No sé a qué juegas —admití.

—Es lo que menos pretendo.

Estaba cansada, cansada de sentir el a veces sí y de repente el no. Agotada de seguir con este juego que no me llevaba a ninguna parte. Esto me impedía concentrarme.

—Por favor, Meredith...

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