XXIV. La parte que te quiere

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Y ahí estaba, entre dos posibles caminos: arriesgarme a salir más rota de lo que ya estaba, oír las mil explicaciones que tenía Addison sobre el porqué de sus acciones o negarme, decirle que no y seguir como hasta ahora, o peor.

—Bien —suspiré resignada—. Tengo un par de cirugías por la tarde ¿A que hora te desocupas? —acomodé mi cabello.

—¿Te parece a las seis y media? —seguía jugando con sus manos, poniendo en evidencia su nerviosismo.

—Está bien, si no surge nada imprevisto —se puso de pie mientras me veía—. Voy por tu hijo —solté de repente y caminé rápidamente hacia las escaleras, al subir fue cuando finalmente dejé de sentir su mirada fija en mí— Hey ¿Qué hacen despiertos? —pregunté al verlos sentados a todos en el piso.

—Estamos jugando —dijo Amelia como si hubiera hecho la pregunta más tonta del mundo. Bueno, tampoco había que ser un genio para deducir lo que hacían; todos sentados en circulo en el piso, en pijama y con los juguetes regados al centro.

—Henry, tu madre llegó —anuncie mientras me recargaba en el marco de la puerta.

—Ay, pero estábamos jugando —menciona triste.

—Se pueden ver luego, no te preocupes —lo anime— anda, tu mamá está allá abajo —Henry se pone de pie.

—Ahora vuelvo —les avisa a los demás y ambos bajamos a la sala.

—¡Mamá! —se aleja de mí y corre directamente a los brazos de la pelirroja. Addison se hinca y lo espera con los brazos abiertos.

—¿Cómo estás, corazón? —sonríe al tenerlo entre sus brazos.

—Bien. Me divertí mucho —afirma sonriente.

—Me da mucho gusto —sonríe.

—Voy a despedirme de los demás e iré por mis cosas, ya vengo —Henry abraza por última vez a su mamá y sube al cuarto.

Me sujeté el cabello en una coleta y caminé hasta el sillón, me senté y retomé mi lectura.

—Siéntate si gustas... —ofrecí nuevamente sin quitar la vista de los documentos.

—Sí, gracias —de reojo alcancé a ver que tomaba siento a mi lado.

Nos quedamos en silencio un buen rato a la espera de que Henry bajara, yo seguí leyendo y Addison checaba unos documentos en su teléfono.

—¡Listo! —él baja de las escaleras ya cambiado.

Seguramente Amelia lo ayudó.

—¡Addie! —la ojiazul baja detrás de su sobrino.

—¡Amy! —Addison se pone de pie y la abraza— ¿Cómo estás?

—Con sueño —encoje los hombros.

—Que novedad... —bromea—. Bueno, me tengo que ir.

—Adiós Meredith —alzo la vista para ver a Henry, sonriente.

—Adiós —le devuelvo la sonrisa— cuídate.

—Adiós chaparro —Amelia revuelve su cabello— Te veo luego, Addie.

—Seguro —se abrazan—. Gracias por todo, Meredith. En verdad te lo agradezco —alzo la mirada nuevamente y la veo mirándome.

—No es nada —trato de no ser grosera. Henry efectivamente es un sol, pero me resulta casi imposible no tener esta actitud con su madre—. Te veo después —digo en voz baja, apenas audible para ella.

Vuelvo a enfocar mi escasa atención en la computadora que reposa sobre mis piernas y sigo leyendo los documentos. Trato de focalizar mi atención en la pantalla y no desviarla en lo que hay a mi alrededor. Finalmente escucho el sonido de la puerta cerrándose y saco el aire que inconscientemente tenía retenido en los pulmones.

The lastWhere stories live. Discover now