XLVIII. ¿Que me ibas a decir?

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Cuando íbamos de camino a casa, Addison se puso a platicar con Henry, pues él estaba entusiasta de oír como su mamá salvó dos vidas durante ese viaje.

Salvo dos vidas y mejoró otra.

De vez en cuando se reía junto con su hijo mientras yo checaba algunas cosas por teléfono.

—¿Qué tal les fue?

Una sonrisa sutil se formó en mi rostro al ver el mensaje de Cristina, me hacía feliz que se acordara. Pero no tenía muchos ánimos de responder ahora, ya que implicaba contarle hasta el más mínimo detalle y estaba demasiado cansada para eso, así que apagué el teléfono y tiré la cabeza hacia atrás mientras observaba en trayecto hasta mi casa.

Era tranquila en comparación con New York.

Cerré los ojos por algunos minutos, hasta que sentí que el carro se detuvo.

El conductor nos ayudó a bajar las maletas de la cajuela.

Metí la llave en la cerradura y abrí con cautela, entramos y pusimos las maletas a un lado de la puerta.

—¡Mamá! —alcancé a escuchar antes de que los niños corrieran hasta mí.

Los extrañaba, extrañaba a mis hijos más que a nada. Me abrazaron y los abracé.

A mi lado Amelia y Addison se saludaban cariñosamente.

Abracé a mis hijos unos segundos más y después nos separamos.

Ellos se alejaron para observar a la pelirroja a mi lado.

—No se las había presentado formalmente, pero ella es Addison. La madre de Henry.

Y era cierto, debido a todo lo que pasó jamás tuve la oportunidad de presentarlos directamente.

Ella se agachó y les sonrío.

—Hola Addison. Soy Ellis —la primera en acercarse fue Ellis.

—Hola Ellis —saludó Addison y su reacción fue de sorpresa cuando mi hija se colgó de su cuello y la abrazó.

Addison la abrazó con fuerza y me volteó a ver con una expresión que jamás podré describir; pero sin duda había felicidad en ella. Se mantuvieron así un par de segundos hasta que Ellis se separó.

—Eres muy bonita, Addison.

—No solo lo piensas tú, Ellis —respondió Amelia. Cuando la volteé a ver solo encogió los hombros.

—Henry me cae muy bien, así que tú también —gran manera de saludar de mi único hijo varón.

Se parece a su tía.

—Un gusto Addison, yo soy Zola.

—La próxima doctora de la familia Grey ¿eso es cierto? —sonrío.

—Si, quiero salvar muchas vidas —mencionó feliz.

—Así será —frotó su brazo— serás una gran cirujana.

—Bueno, no cociné durante horas para nada —mencionó Amelia mientras se dirigía a la cocina.

—¿Cocinaste? —preguntó Addison llena de sorpresa mientras seguíamos a Amelia.

—Bueno —volteó de repente— sí, si cociné —anunció y Addison sonrió— pero se me quemó la comida y pedí pizza —se hizo a un lado para dejarnos ver las tres cajas de pizza sobre la mesa del comedor.

—Es cierto —mencionó la más pequeña de mis hijos— nos hizo abrir todas las ventanas.

—Bueno, lo intentaste —Addison palpó su hombro y seguido de esto rio.

—Gracias por pedir pizza —reí fui a la cocina por platos.

Para cuando regresé Addison estaba sentada platicando con mis hijos. Ellis estaba encantada con ella. Ninguno se percataba de que los estaba observando, hasta que Addison volteó y me atrapó viéndola. Sonrió y caminé hasta la mesa.

Amelia comía pizza mientras contaba todo lo que hicieron durante nuestro viaje. Los niños nos contaron todo lo que hicieron con su tía y en la escuela y si Addison les preguntaba algo, ellos respondían entusiastas.

—¿Y cómo está Henry? Nos cayó muy bien —preguntó Bailey.

—Bien, hace un rato hablé con él —respondió Addison.

—Mamá —llamó Bailey y volteé— ¿Cuándo venga Henry lo podemos ver?

—Si a su madre le parece bien, sí —dije y automáticamente él volteó a ver a Addison.

—Por supuesto que sí.

[...]

—¿Segura que no quieres que te vaya a dejar? No tengo problema —insistí una vez más, apoyada en el marco de la puerta.

—No, Meredith. Seguramente estás muy cansada —acarició mi mejilla.

—Tú también en ese caso.

—Yo dormí en el avión gracias a una comodísima almohada...

—Bueno —reí— vete con cuidado.

—Lo tendré —subí la mirada hasta sus ojos— Lo prometo.

—Bien.

Tomo mi mentón y cerré los ojos.

Después de algunos segundos sentí el tan anhelado beso; pero en la mejilla.

Y se sintió tan bien.

—Te veo mañana, Mer.

Mer...

Abrí los ojos y la observé caminar hasta su carro, que habían traído hace algunas horas.

—Descansa, Addie.

Ella volteo y sus ojos reflejaron cierto brillo.

Iba a decir algo, pero solo sonrió, se dio la media vuelta y subió a su carro.

Las luces del carro parpadearon y me despedí a lo lejos con la mano.

Después de que la vi perderse en la carretera entré a casa.

¿Qué ibas a decirme, Addison?

𝑵𝒐𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒂𝒖𝒕𝒐𝒓𝒂:

No lo puedo creer. Justamente hoy se cumple un año desde que publiqué el primer capitulo de esta historia.

En serio, mil gracias por todo el apoyo que me han dado; los comentarios, los votos y las leídas. Les juro que cada que leo algún comentario de que les va gustando la historia me motivo un montón a seguir escribiendo. O cada que leo sus reacciones en algún párrafo.

Me alegra tanto ver que les gusta lo que escribo y que capitulo con capitulo me acompañan.

De verdad, gracias.



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