LXV. Tensiones cercanas

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Estoy bastante consciente de que ignorar tus problemas para no procesarlos está terriblemente mal. Pero sin duda era lo que mejor me funcionaba.

Enfocarme en otras cosas y tratar de dejar de lado todo lo que paso. Hasta pretender que jamás sucedieron.

Un fin de semana más había pasado y salir de la rutina me había ayudado bastante a olvidarme de todo.

Opte por llevar a los niños a dar un paseo, comimos helado y pasamos tiempo juntos, cosa que me ayudo bastante a distraerme. Además, al llegar a casa vimos una película juntos, y en el transcurso Amelia se nos sumó.

Pero como suele suceder, el fin de semana pasó en un abrir y cerrar de ojos, y el lunes había llegado.

Los niños ya estaban en la escuela, así que me pude ir al trabajo tranquilamente. Me había tomado un respiro que, aunque me costara aceptar, me había sentado bastante bien.

—¡Grey! —llamaron a mis espaldas. Volteé por instinto y me causó bastante gracia ver a Andrew correr hacía mí con dos cafés; uno en cada mano—. Hola —saludó mientras trataba de regular su respiración.

—Hola —respondí después de reír.

Se quedó inmuto, sin mencionar una sola palabra. Cosa que llamo mi atención y me quedé observándolo, esperando que dijera o hiciera algo.

—Cierto —sacudió la cabeza—. Toma —extendió uno de los vasos y lo tomé.

—Gracias —bebí y comenzamos a caminar a la par—. ¿Qué hiciste el fin de semana? —pregunté en un intento de hacer platica. Porque lo cierto es que últimamente no habíamos hablado mucho, y olvidaba lo divertido que era.

—Estuve aquí —mencionó riendo.

—¿Guardia?

—Si —suspiró después de beber café—. Apenas ayer pude ir a dormir a mi casa. Cosa que me sentó bien.

—Al menos...

—¿Tú? No te vi aquí, cosa que es rara ya que no salías de los quirófanos.

—Decidí darme un respiro —volteé a verlo orgullosa—. Estuvo bien.

—Me alegro —palmeó mi hombro—. En verdad.

—Gracias.

Y justo en ese momento me sentía tan tranquila que decidí ignorar la melena roja que vi de reojo. Porque sabía quién era, era inevitable. Lo sabría siempre, sencillamente porque destaca.

Porque nunca va a poder pasar desapercibida. Su cabello pelirrojo y su caminar, tan elegante e imponente a la vez.

Y a pesar de eso, hice un esfuerzo sobrehumano para no voltear a verla, porque estaba demasiado enfadada con ella. Pero fallé. Mi mirada se desvío apenas unos segundos que fueron suficientes para verla.

Su mirada penetrante dio conmigo, o más bien con nosotros.

Estaba molesta y odiaba saberlo. Porque yo sabía lo que sentía sin que ella dijera una sola palara, pero el problema era que lo mismo pasaba al revés.

Yo sabía lo que pasaba por su cabeza y ella lo que pasaba por la mía.

Pero Andrew estaba fuera de esto, de hecho, creo que todos salían sobrando.

Pero bajo su mirada era imposible pasar inadvertido, así que pude notar perfectamente como su mirada se desvió de la mía y dio con la de él.

Y a pesar de que estaba con un humor considerablemente mejor a los últimos días, me molestaba el simple hecho de verla. Me recordaba todo lo que pasó y una sensación extraña se albergaba en mi pecho. Me hacía querer ir y decirle tantas cosas.

Y el enojo creció dentro de mí cuando su cinismo rebaso todas las barreras que creí que existían y se acercó determinadamente a mí.

Su mirada regresó a mí mientras caminaba con decisión hacía mí. Sus ojos no vacilaban a la hora de mirarme y estaba segura de que Andrew no sabía ni que hacer. Al igual que yo. Quería estar tranquila y controlarme, no quería hacer una escena y mucho menos aquí, no lo valía.

Pero es que no podía creer los alcances que tenía, lo osada que tenía que ser para acercarse en ese plan cuando ni siquiera la mala del cuento era yo. Como si en verdad tuviera algo que reclamar, cuando eso me correspondía a mí. Y aún así no lo haría. No le daría el gusto.

Se plantó a escasos centímetros, apenas medio metro según calculaba. Y no dijo nada, se mantuvo callada mientras me veía desde arriba. No tanto como de costumbre, porque ahora mismo agradecía haber usado botines con tacón para hoy.

—¿Nos darías un segundo? —no volteó a verlo, pero la petición llevaba implícito su nombre. Pero jamás despegó la mirada de mí.

—¿Para qué? Si no tengo nada de qué hablar contigo —respondí.

—Si la doctora Grey no desea... —habló Andrew.

—No —lo interrumpió—. Tú ni siquiera te metas.

—Cálmate porque la que llegó a interrumpir fuiste tú —musité molesta— Aparte, ya te dije que no tenemos nada de qué hablar.

—Yo creo que sí —retó con la mirada.

—Pues yo digo que no, doctora Montgomery —alcé la barbilla, dándome altura—. No tengo absolutamente nada que discutir con usted, así que le agradecería que dejara de quitarme mi tiempo que le recuerdo, es muy valioso. No por nada soy Meredith Grey.

No tengo la menor idea si quiso decir algo más, aunque lo mas probable es que tuviera mil cosas que decir. Pero no pudo importarme menos y me fui de allí. Tenía cosas más importantes que estar discutiendo con ella y, además, dándole material para chismes a los internos y demás personal. Suficiente tenía con tener que lidiar con ella, no necesitaba también lidiar con rumores que no estaban del todo errados.

The lastWhere stories live. Discover now