LI. Planes en la oscuridad

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Amelia estuvo un poco enojada los días siguientes porque según sus mismas palabras "fui muy dura". Estaba bajo una situación de estrés, en la que sino actuaba rápido el paciente podía morir. No sé si no terminaba de entender eso o simplemente estaba sensible, pero dejé el tema por la paz. Lo último que quería en estos momentos era discutir.

Estuve atendiendo consultas y realizando cirugías como de costumbre. Habían sido días pesados, un poco más que de costumbre. Pero me mantenía ocupada y eso estaba bien para mí.

Caminaba por los pasillos del hospital mientras checaba unos estudios post operatorios que había solicitado. Iba inmersa en los documentos para comenzar mis rondas, pero me acerqué al modulo de enfermeras para saber como había pasado la noche mi paciente, estaba delicado así que era necesario saber hasta el mínimo detalle para ver el tratamiento.

Me recargué en el gran escritorio mientras seguía leyendo los estudios y esperando a que la enfermera de turno me dijera lo que necesitaba.

—Hasta que te dejas ver, Doctora Grey —dijeron a lado de mí.

Despegué la vista de los estudios para responder.

—Doctora Montgomery —cerré la carpeta— ¿Qué hace tan temprano en el hospital?

Pude ver de reojo que la enfermera ya venía, pero cuando volteé ella se desvió y se metió a uno de los cuartos de los pacientes a revisarlo. Ahora estábamos solas en el área. Los pacientes estaban en sus cuartos y las enfermeras no estaban.

Addison se percató de lo mismo y acortó la distancia entre nosotras.

—¿Qué le hiciste a Amelia, Grey? —se cruzó de brazos.

—¿De que hablas? —levanté ligeramente la vista por la distancia.

—Meredith... —volteó a los lados para cerciorarse que nadie nos veía y tomó mi mano que reposaba sobre la carpeta— es mi hermana, me preocupa. Además, te ha estado evitando —sonrió apenas— no soy tonta.

—Por supuesto que una de las mejores cirujanas fetales del país no es tonta —suspiré—. Se molestó por la manera en la que le hablé hace unos días.

—¿Y qué pasó?

—Doctora Grey —llamaron y ambas nos separamos rápidamente.

—¿Cómo estuvo durante la noche? —pregunté a la enfermera y ella comenzó a explicar mientras Addison se alejará por los pasillos después de recibir una llamada.

La mañana transcurrió rápido, la tarde había caído y con ella la nieve. No era raro que nevara en Seattle, más en esta época del año. Pero lo cierto es que esta temporada no había sido tan frecuente. Así que supuse que un café sería una buena opción.

Compré tres cafés, comencé a tomar del mío mientras la recorría los pasillos del hospital buscándola. La vi de espaldas en el pequeño puente que había cerca de la oficina de Bailey. Se abrazaba así misma mientras veía la nieve caer afuera.

Me acerqué con cuidado y me recargué en la reja junto a ella.

—¿Me das? Tengo frio —fue lo primero que dijo. Aún tenía la vista enfrente.

Saqué el café de la base de cartón en la que venía y se lo di.

—Con crema, como te gusta —se lo extendí.

Finalmente volteó a verme y lo recibió con una ligera sonrisa.

Iba a decir algo, pero ella comenzó a hablar después de beber un poco de su café.

—Lo lamento —comenzó— estaba molesta y algo sensible. Fue una irresponsabilidad intervenir en algo así, pero en verdad me preocupaba su columna —rodeó su café con ambas manos— y entiendo que estabas estresada.

Nunca fui la mejor para pedir disculpas. Al menos no con palabras.

—Está bien, Meredith. Lo sé —palmeó mi brazo—. Me quedaría a ver la nieve y tomar mi café, pero tengo cirugía en diez minutos —guardó su teléfono después de consultar la hora —deberías ir a descansar un rato.

Se fue caminando mientras bebía su café y la perdí de vista cuando dio vuelta a la izquierda.

Cerré mi chamarra y me dirigí a la sala de descanso. Cerré la puerta detrás de mí y puse los cafés en el buró mientras abría las persianas para ver el blanco paisaje.

—¿Meredith...? —llamaron en la oscuridad y ni siquiera me di cuenta de que había alguien aquí.

Volteé y cuando mis ojos se adaptaron un poco a la oscuridad pude ver a Addison recostada en la cama.

—No sabía que estabas aquí —tomé el café restante que reposaba sobre el buró y me senté sobre la cama— toma.

Ella sonrió y se incorporó para tomar.

—¿Te desperté? —pregunté.

—No... necesitaba un lugar tranquilo para hablar por teléfono —volvió a poner su café junto al mío.

—¿Todo bien? —me solté el cabello.

—Si... solamente extraño a Henry —admitió y se dejó caer de nuevo a la cama.

—¿Cuándo lo verás?

—No lo sé —volteó a verme— pronto, espero— sonrió—. Ven, acuéstate.

No iba a mentir, su cercanía aún me ponía algo nerviosa, pero se sentía bien. La habitación era cálida, así que abrí la cremallera de mi chamarra y la deslicé por mis hombros mientras Addison seguía cada movimiento que yo hacía. Además, la chamarra era ostentosa, por lo que hizo ruido cuando cayó al suelo.

Addison movió su cuerpo para hacerme espacio mientras mantenía una incontenible sonrisa.

Me recosté despacio mientras el calor de su cuerpo entraba por mis poros y en ese momento agradecí la oscuridad de la habitación, pues mis mejillas ardían y seguramente estaban rojas. Era algo que no podía disimular si no fuera por la oscuridad que nos abrazaba.

Su brazo rozó con el mío mientras se acomodaba. Después de algunos minutos de silencio dije lo que se estaba cruzando por mi mente los últimos minutos.

—Addison... —susurré para no romper la armonía del lugar.

—¿Si...?

—¿Porque no hacemos algo cuando venga Henry? —propuse—. No sé, podríamos llevar a los niños al zoológico o algo así —volteé a verla para encontrarla con una gran sonrisa. La luz era escasa, pero una vez acostumbrada a la oscuridad pude contemplar ligeramente.

—¿En serio?

—Si ¿por qué no?

Volteó hacía la ventana y después de un par de segundos regresó la vista a mí.

—Me encantaría.


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