XXVI. Una última vez

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Aunque quiero hacerlo resulta difícil. Quiero a Jake, pero no de la manera que él me quiere, ya no.

El amor se acabó para nosotros hace ya un tiempo, pero yo postergue lo inevitable, sencillamente porque tenía miedo, aun lo tengo, solo que ya no me frena.

Quiero decirle que encontré a alguien más, que me hace feliz y que siento que podemos tocar el cielo juntas... ella y yo. Pero tampoco se trata de lastimarlo.

Y es que es horrible lastimar a quien te quiere, pero no puedo seguir posponiendo mi felicidad por la suya.

Sonrío con melancolía al encontrarme con sus ojos marrones, tomo sus manos y las cubro con las mías. Él ve nuestras manos sobre la mesa y sonríe también.

Un hombre perfecto como él merece que lo quieran con todo el corazón.

Jake... —susurro mientras acaricio sus manos con mi pulgar.

Gracias por darme una última cena —susurra con la vista fija en nuestras manos y una lagrima desciende por su mejilla.

Por dios, lo sabe.

Lo supo todo este tiempo.

Suelto a llorar, sin más. Lloramos en silencio con las manos entrelazadas por última vez.

Y es que nada es eterno: ni el amor, ni la vida misma. Y ambos lo sabemos.

Es horrible destruir a quien te ama, pero el corazón no elije a quien amar y a quien no.

¿Cómo es? —pregunta después de unos minutos. La voz le falla, pero ha dejado de llorar.

Jake, no... no tienes que hacer esto —susurro.

Es ella ¿cierto?

Me conoce tan bien que rio entre lágrimas.

Tú no le confías a Henry a cualquier persona —continúa.

¿Cuándo...?

Tenía la sospecha de que había alguien más —explica— Además, en la boda de la doctora Pierce te ausentaste un largo tiempo —suelta nuestras manos y bebe un poco de vino—. Hace un rato deduje que era la doctora Grey —finaliza.

Lo siento tanto —me cubro la cara con las manos.

Me toma por las muñecas y despeja mi rostro. Es horrible que los compare justo ahora, pero Meredith hizo lo mismo, tiempo atrás.

Gracias por haberlo intentado —desliza las manos desde mis muñecas hacia abajo, hasta que dejo de sentir su tacto.

[Meredith]

—¡Meredith! ¡abre la puerta! —Llamó Amelia desde fuera de la habitación. Llevaba un par de minutos ignorándola.

—Estoy ocupada Amelia —traté de ahuyentarla

—Mer... —escuché el sonido de su cuerpo apoyándose en la puerta.

—Estoy bien, solo estoy cansada...

—Me preocupas —admitió después de unos segundos de silencio.

—Lo aprecio... pero en serio, necesito dormir. Mañana tengo que ir al hospital desde temprano —me metí entre las cobijas.

—Descansa, Mer.

No dije más. No le deseé buenas noches ni me despedí, solamente me dedique a escuchar como sus pasos se iban alejando de la puerta, hasta que sencillamente deje de escuchar.

Respiré pesadamente, ya podía hacerlo.

Mi cabeza era un lío, más ahora. Todo el tiempo estaba pensando, analizaba los asuntos del hospital y trataba de enfocarme en lo verdaderamente importante: mi familia y mi trabajo. Pero, a pesar de mis múltiples intentos siempre terminaba escuchando sus palabras ya grabadas en mi mente.

No supe cuando caí dormida, estaba agotada mentalmente. Tantos asuntos en mi cabeza me tenían al borde del abismo.

El mar resplandecía bajo el ocaso. Podía oír el sonido de las olas chocar con la arena. Extrañamente me sentí tan en paz, algo ajeno a mí. La tranquilidad me abrazo y me hizo sentir completa.

Comencé a ser consciente de la arena bajo mis pies, hasta que el agua los cubrió. Una brisa de aire llegó y me erizo la piel, inmediatamente una sensación de libertad se adueñó de mí.

Los colores del atardecer se fundían con el océano azul. Finalmente me sentí segura y al mismo tiempo, libre.

[...]

—Te necesito Grey.

Seguí caminando por el hospital sin detenerme, tenía cosas que hacer.

—¡Grey!

—Mi localizador sonó, tengo una consulta que hacer —respondí.

—Yo fui la que te habló —me tomó de la muñeca, obligándome a verla de frente. Tuve que alzar la vista para verla a los ojos.

—¿Que necesitas, Altman?

—Sígueme.

Camine detrás de ella unos minutos hasta que llegamos al cuarto del paciente. Un interno presentó el caso, ella hizo la ronda de preguntas a los internos y después de algunas horas terminamos en la sala de titulares bebiendo café.

—Escucha —bebí un sorbo de café— tengo algunos conocimientos en otras áreas de cirugía. Pero ten por seguro que cardiología no es una de esas.

—Solo quiero tu punto de vista, Meredith.

—¿Por qué el mío? Hay bastantes cardiólogos en este hospital.

—Porque me interesa el tuyo —responde y le da un trago al café que tiene entre sus manos.

Suspiro resignada.

—La cirugía me parece la mejor opción. Concuerdo contigo.

—¡Eso era lo que quería oír! —sonríe detrás del vaso— Gracias, Grey.

—Pues no hice nada, pero de nada.

Ambos localizadores comenzaron a sonar.

Dejamos los cafés en algún lugar de la sala y corrimos hacia el área de urgencias. Choqué con varias personas en el camino, supongo que la rubia que corría a mi lado estaba igual. Las piernas comenzaban a arderme, estábamos algo alejadas de urgencias y la distancia era larga.

Hago un esfuerzo sobrehumano para no voltear la mirada hacia la melena pelirroja que corre a la par de mí.

La adrenalina corre por mis venas, los accidentes automovilísticos son algo bastante común en esta época del año. El hielo es responsable de ello, pero aun así siento un vacío en el pecho cuando escucho el sonido de unos frenos fallar, seguido de un fuerte choque que sucede a las afueras del hospital.

The lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora