XL. No te alcanzo

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Manejé de prisa a casa, metí algunas prendas a mi maleta lo más rápido que pude y regresamos a carretera. Cristina manejaba de prisa mientras yo hablaba por teléfono.

—Mil gracias, fue un imprevisto.

—No te preocupes Mer, yo los cuido. Ve tranquila —habló Amelia al otro lado de la línea.

—Gracias. Te veo cuando regrese.

Si, vayan con cuidado —después de eso colgué.

Cristina se estacionó y bajó del coche.

—Anda Mer, apúrate —regaño cuando ella estaba fuera del carro.

Salí del coche y ella abrió la cajuela para sacar mi maleta.

—Vamos.

Caminamos de prisa por el aeropuerto siguiendo las indicaciones de Catherine.

El personal del aeropuerto nos orientó hasta la zona de despegue de los vuelos no comerciales.

Llegamos lo más rápido que nuestros pies nos permitieron.

—Hasta que llegas Grey —Catherine se acercó a mí.

—¿Qué pasa? ¿Por qué la urgencia?

Se veía divina; su cabello rojo estaba suelto y brillaba bajo el sol, falda negra, camisa color crema y abrigo oscuro.

Estaba concentrada leyendo unos documentos, pero se acercó rápidamente hacia nosotros.

—Embarazo de riesgo, tanto para la madre como para el feto. Es el 513 —mencionó Addison.

Era ese caso.

Aquel por el que me había preparado todo este tiempo.

Todas las horas de estudio al caso; documentos, historia médica, artículos...

Aquel embarazo que nos asignó Miranda meses atrás. Cuando aún no nos hablábamos.

Era hora.

—Van a viajar, tú y Addison —mencionó Catherine mientras indicaba que subieran mi maleta al jet—. Se van a Nueva York.

No esperé que fuera tan pronto, pero había una posibilidad de que así fuera. A fin de cuentas era riesgoso.

—Despídete Meredith. Parten en siete minutos.

Mi maleta ya estaba a bordo, estaban haciendo los últimos preparativos antes de despegar.

Volteé hacia Cristina e hice la pregunta a la que tanto le rehuía.

—¿Te alcanzo?

Ella suspiro pausadamente.

—No, me marcho mañana.

Sentí un hueco en el pecho. Me asustaba la hora de dejarla ir de nuevo, pero me ardía que ni si quiera tuviera la oportunidad de verla marcharse.

—Está bien Mer —respiró para tratar de ocultar su tristeza— vendré después.

No sabía si eso era cierto, pero era a lo único que me podía aferrar.

Anda, ven —me jaló y me abrazo —se valiente, el tiempo no perdona —susurró en mi oído.

—Cuídate —la abracé con fuerza.

—Voy a estar bien —me estrechó con fuerza para después soltarme.

La sensación era tan agridulce... pero la tristeza llevaba una ligera ventaja.

Respiré y me alejé como pude, hasta que me habló:

The lastWhere stories live. Discover now