XLI. Propuestas

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No sé cuantas horas han pasado, simplemente no puedo procesar bien...

Salimos del quirófano agotadas y un poco mareadas, Addison se recarga en la pared y cierra los ojos. Los pasillos del hospital están vacíos, no hay nadie más que nosotras.

Suspiro pesadamente y ella comienza a reír.

Verla reír y escuchar su risa me provoca mil sensaciones.

—¡Lo hicimos! —festeja y se relaja contra la pared.

—Lo hiciste —la tomo por los brazos y abre los ojos— siempre supe que lo harías.

—No pude haberlo hecho sin ti, Meredith —me tomó de la cintura y la abracé. Entre sus brazos me sentía a salvo y tan completa. Sus abrazos se sentían tan familiares y con una calidez especial. No había sensación que se le pareciera.

Ambas suspiramos al mismo tiempo. Aquello me causa gracia y rio contra su pecho mientras quita mi gorra quirúrgica y acaricia mi cabello.

—No puedo creerlo... —susurro aún aferrada ella.

No podía creer ninguna de las dos cosas que estaban pasando.

—Yo tampoco, no lo esperaba.

Y era increíble como sabía lo que estaba pensando, porque ella también lo pensaba.

—Doctora Grey... —me llamó una voz.

—La doctora Grey está ocupada, Davis —mencionó Addison mientras me separaba de ella.

—Dime, Ashley ¿Qué necesitas? —me alejé un poco para acercarme a Davis.

—Me preguntaba...

Moví la cabeza para indicarle que siguiera.

—Si me dejaría invitarla por un café —sonrío tímida—. Oh, su bata está... —subió la mano hasta el cuello de mi bata para acomodarla.

Unas manos me tomaron por la espalda, obligándome a dar la vuelta.

—No te preocupes —deslizó las manos por mi cuello y lo acomodó— yo lo arreglo —sonrío.

—¿Entonces...?

—Lamento romper tus ilusiones Ashley, pero debemos irnos ya —Addison palpó su hombro— Adiós.

—Tiene razón —apoyé a Addison—. Cuídate Davis, espero te vaya bien —apreté su brazo y di la media vuelta para marcharme con la pelirroja.

Pasamos por nuestras cosas y mientras caminábamos hasta la salida Addison me detuvo.

—Oye, Mer.

Mer...

Se escuchaba tan bien en sus labios.

—Dime —contesté después de ver su boca.

—¿Me dejas invitarte a cenar? —respondió después de reír.

—¿Con motivo de...? —bromeé un poco.

—Festejar nuestro éxito en la cirugía —enreda uno de mis mechones entre sus dedos—, o el simple hecho de querer pasar tiempo contigo. Como quieras verlo.

—Siendo así —tomé su cintura entre mis manos— me encantaría ir a cenar contigo, Addie.

Asintió sonriendo y pasé mi brazo por detrás de ella, tomando su cintura. Caminamos hasta el auto que nos llevaría hasta el hotel. Al llegar, abrió la puerta para que yo pudiera subir.

La ciudad era divina de noche, luces por todas partes; estaba tan llena de vida. Me sentía tan ligera tras el éxito en la cirugía, estar con Addison sin tratar de odiarla, solamente viéndola mientras ella me veía, era mágico.

Al llegar hicimos check in y nos dieron las llaves de nuestras habitaciones. Subimos por elevador y comenzamos a buscar.

—Te veo a las nueve Grey —aviso antes de irse.

—A las nueve —la vi marcharse y entré a la habitación.

Mis maletas ya estaban ahí, la habitación era grande y tranquila. No había nadie mas que yo y la maravillosa vista que tenía de la ciudad en el balcón. Dejé mis llaves en la mesita que estaba a lado de la puerta y caminé lentamente hasta el balcón, respiré y abrí la puerta; inmediatamente la brisa fresca hizo contacto con mi piel, haciéndome sentir viva. Salí apoyé mis brazos sobre el balcón para poder ver bien la ciudad, llena de luces, tan viva y al mismo tiempo tan tranquila.

Respiré un poco el aire fresco mientras estaba afuera, simplemente estar ahí, sin hacer absolutamente nada era relajante. Tampoco quería hacer esperar a Addison, quien seguramente ya se estaba bañando o incluso cambiándose. Abandoné la tranquilidad para no llegar tarde a mi felicidad.

El agua estaba perfecta, caliente pero no exageradamente.

Libró la tensión de mis músculos y cualquier malestar que tuviera. Más tarde salí cubierta con la bata del hotel, me senté sobre la cama y suspiré.

Cuando encontré lo que me iba a poner lo saqué de la maleta y lo puse sobre la cama. Prácticamente estaba listo; lo traje por si teníamos alguna reunión con el hospital o algún evento social, pero era perfecto para la ocasión.

Una vez vestida me puse frente al espejo y acomodé el vestido azul marino que se ceñía a mi silueta, las zapatillas nude y el abrigo. Pendientes plateados y un leve maquillaje.

Estaba nerviosa, pero al mismo tiempo emocionada.

Tenía una mente preparada para la catástrofe; siempre imaginaba el peor escenario posible y me convencía de que pasaría.

Tenía temor de que algo volviera a arruinar la noche, como sucedió hace tiempo. Mi corazón comenzó a latir rápido y decidí salir nuevamente para calmarme.

Parecía que no dormía, se escuchaban los sonidos de los carros, la música de algunos restaurants, el aire y mi respiración.

Lo sentí retumbar contra mi pecho con fuerza.

Hasta que fue imperceptible.

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