L. Discusiones

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Por alguna extraña razón Addison derrumbaba todas las barreras a las que había estado acostumbrada todos estos años. Me sentía cómoda con ella y eso bastaba.

Aun no lográbamos averiguar como manejar nuestra "relación" en el hospital. Todo era demasiado nuevo y reciente.

Los días iban pasando y tratábamos de llevar todo con calma.

Hace algunas noches Amelia nos hizo contarle los detalles de nuestro viaje, y así lo hicimos. Omitimos ciertas partes por razones obvias, pero al parecer quedó satisfecha cuando le dijimos que fuimos a cenar para festejar el hecho de nuestra cirugía. Solo que sin mencionar como terminó.

Entonces... ¿la besaste? —preguntó Cristina al otro lado de la línea.

—Si —me dejé caer en el sillón— supongo que lo hice.

Escuche como rio contra el teléfono y casi podía imaginar como estaba en estos momentos.

No puedo creerlo.

¡Hey! Tú me dijiste que no perdiera el tiempo —reclamé mientras me acostaba en el sofá.

Si, estoy muy consciente de lo que dije —suspiro— pero... vaya. No pensé que fueras a hacerlo tan pronto.

—Ni yo... Pero llevaba mucho tiempo queriendo hacer eso.

Okay... demasiada información —rio—. Como sea, Mer. Estoy feliz por ti.

—Gracias —conteste después de reír con ella—. Por cierto ¿Cómo está...?

Oksana —me recordó.

—Oksana, cierto —completé— ¿Qué tal va todo?

Bien —contestó— Ahora está en Rusia. Como es de allá fue a hacer un par de cirugías. Era la más capacitada... no muchos dominan el ruso.

—En eso tienes razón —cerré los ojos por un momento.

Tengo razón en muchas cosas —contestó y mi localizador sonó.

—Escucha, tengo que irme. Mi localizador está sonando —me puse de pie y lo guardé en la bolsa de mi uniforme.

Bien, después hablamos —se despidió y yo colgué mientras abandonaba la sala de titulares.

Caminé a través de los largos pasillos hasta urgencias. En el camino se me unió Amelia y Teddy.

—¿Saben que pasó? —pregunté mientras nos dirigíamos a esperar la ambulancia.

—No, ni idea —respondió Amelia.

—Escuche que una mujer cayó de una altura considerable —comentó Altman mientras esperábamos.

—¿Y por qué no me dijiste nada? —Amelia volteó a verla enojada.

—Espera ¿estaban juntas? —indagué y ambas me ignoraron por su pequeña pelea.

—No preguntaste —respondió la rubia.

Amelia iba a decir algo más, pero el sonido de la ambulancia comenzó a hacerse presente y llegaron. Los paramédicos bajaron y abrieron las puertas traseras; bajaron a una mujer con un collarín y múltiples moretones. Rápidamente los acercamos y comenzaron a hablar:

—Paciente femenina de treinta y siete años. Múltiples fracturas en costillas y columna vertebral —informaron mientras la bajaban del vehículo.

—Por dios ¿Qué le pasó? —preguntó Amelia sorprendida

—Salto en caída libre —explicaron— el paracaídas no abrió.

—Dios... —traté de asimilar todo mientras la ingresábamos a trauma.

Comenzamos a examinarla y mientras Amelia checaba la respuesta cerebral y Teddy el ritmo cardiaco me percaté que tenía picaduras de algún insecto. Era difícil deducir cual, así que tomé una muestra y la mandé a laboratorio.

Ella retomó la conciencia y empezó a ponerse histérica. Altman trató de calmarla mientras nosotras seguíamos examinando, pero comenzó a toser sangre.

Subí rápidamente a checarla y comencé a pensar.

—Necesito un quirófano —ordené mientras preparaba todo— ¡Ahora!

—Tengo que tratar las lesiones en la columna, no te la puedes llevar —se interpuso Amelia.

—Muévete.

—Puede quedar paralitica —advirtió.

—¿De que sirve arreglar la columna si está muerta? —pregunté molesta— Tiene una hemorragia interna y por cada segundo que me haces perder se está desangrando.

Amelia se hizo a un lado y comenzamos a correr hasta el quirófano. Al entrar la prepararon y después de estar lista entramos y la cirugía comenzó.

Hice una incisión en el abdomen tratando de encontrar el origen de la hemorragia, pero la sangre no me dejaba ver. Altman me asistió con la succión y necesitaba tenerla ahí por si había alguna falla cardiaca, que considerando la altura de la que había caído era muy probable que pasara.

—Es demasiada sangre... —comenzaba a desesperarme.

—Concéntrate, Grey —indicó— ¡Quiero otra unidad de O negativo! —solicitó.

Agradecí que estuviera aquí, me permitía concentrarme en la hemorragia al 100%.

Hasta que la encontré.

Comencé a trabajar en ello durante lo que parecieron horas, aunque probablemente haya sido menos.

Cuando estuvo estable respiré y un poco de tranquilidad recorrió el quirófano. Pero para nuestra sorpresa no duró mucho, pues los monitores comenzaron a zona, indicando fallo cardiaco.

—¿Por qué ahora? Esto pudo haber pasado hace un rato.

—No lo sé... pero necesito hacer algo y necesito hacerlo ya —respondió enfocada en los monitores.

Cambiaron rápidamente el equipo de Altman y comenzó a atenderla. Ahora yo la asistía y ella manejaba el bisturí, a fin de cuentas esta era su área.

No sé cuánto tiempo después logró controlar la situación, así que la paciente fue llevada a cuidados intensivos y nosotras nos deslizamos por la pared hasta el piso.

Acabábamos de salir del quirófano después de casi perderla dos veces.

—Doctora Grey —se acercó un interno— Los estudios que solicitó —me ofreció una carpeta y la tomé desde el piso— con permiso —se alejó.

—¿Estudios? —cuestionó cansada.

—Ni siquiera lo recordaba... —abrí la carpeta—. Veneno de hormigas fuego...

—¿Qué?

—Tenía piquetes, mandé a examinar la sangre porque no sabía de que eran o si había que tratarlo mas tarde —expliqué.

—Si los vi... pero lo pasé por alto —se recriminó a si misma—. Pero fue eso —se limpió el sudor de la frente— La situación y los piquetes liberaron descargas de adrenalina...

—Por eso su corazón soportó tanto tiempo... —completé.

—Exactamente.


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