LXXIV. La parte de ti que nunca conocí

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Algunas semanas pasaron y no había visto mucho a Addison. Los primeros días pensé que estaba demasiado ocupada, al igual que todos. Pero cuando nos cruzábamos por los pasillos estaba distante. Llegué a pensar que eran ideas mías, pero al paso de los días me di cuenta de que no era así. Había algo distinto en ella, estaba segura. Y no estaba segura del porqué.

Sabía que estaba libre, hace algunas horas pasé por la pizarra para ver las cirugías y su nombre no estaba en ningún quirófano, sino hasta más tarde.

Supuse que era un buen momento para preguntar.

Fui a firmar un par de altas y después tomé camino hacía su oficina, debía estar ahí, pues nadie la había visto. O al menos eso fue lo que me dijo una de las enfermeras.

Toqué la puerta un par de veces mientras contestaba algunos mensajes, pero no hubo respuesta.

—¿Addison? —volví a golpear la puerta; sin respuesta.

Estaba indecisa, pero decidí abrir la puerta, por suerte no tenía llave.

La oficina estaba perfectamente acomodada. Y vacía.

Entré con pasos cautelosos y le di un vistazo a los expedientes que había sobre el escritorio.

—Meredith... ¿Qué haces aquí? —di la media vuelta para ver a Jo en la puerta.

—Nada... venía a buscar a Addison —me recargué en el escritorio.

—No está... —caminó hasta el escritorio en búsqueda de unos papeles—. Salió hace dos horas si no me equivoco.

—¿Sabes a donde fue? —pregunté mientras ella leía los papeles que tenía en las manos.

—No, no dijo mucho en realidad —caminó hasta la salida y la seguí— solo me encargó una consulta y vine por el expediente— me mostró la carpeta que traía consigo y cerré la puerta de su oficina—. ¿Por qué? ¿La necesitabas? Si necesitas una consulta te puedo ayudar apenas termine esto— comenzó a caminar.

—No, no te preocupes —caminé a la par de ella buscando una excusa—. Quería preguntarle algo sobre una paciente, pero no es urgente. Además, Amelia me mandó a buscarla, pero tampoco es importante.

—Bueno —dimos vuelta—. De todas formas no tarda en llegar.

—Bien, le diré a Amelia. Gracias, Jo.

—Si —me detuve y ella siguió caminando—. ¡Te veo en un rato! —gritó y se terminó de alejar por los pasillos.

Volví a mi oficina algo confundida y preocupada. Mi mente estaba a punto de comenzar a crear los peores escenarios que pudieran existir, pero Alex entró a mi oficina quejándose de lo incompetente que era su interno, y después de un rato terminamos platicando de cosas sin sentido. Hasta que su localizador sonó y se marchó.

Me quedé algunos minutos en el sofá, hasta que me llamaron para unas consultas.

Traté de despejar un poco mi mente mientras caminaba.

Sin éxito.

...

Los lentes comenzaban a resbalarse por el tabique de mi nariz, así que los empujé de vuelta a su lugar como lo había estado haciendo la última hora. A fin de cuentas los necesitaba para leer los casos clínicos.

—¡Adelante! —supuse que era mi interno quien había golpeado la puerta, así que continúe leyendo.

—Escuché que me estabas buscando ¿Sobre que paciente tienes dudas? —alcé la vista para ver a Addison apoyada sobre el marco de la puerta, aparentemente sin la menor intención de entrar.

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