LX. Pasado

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Realmente amé a Derek. Con todo mi ser y de una manera increíble. Los tres hijos que tengo eran la prueba de ello.

Creo que eso nunca estuvo a discusión. Jamás, nadie, podrá negar todo el amor que le tuve.

Porque llegó un punto en que yo daba todo por él, sencillamente porque estaba eclipsada por todo lo que él era. Derek era mi mundo. Mi lugar seguro. Mi hogar.

Pero me vi tan eclipsada que creo que jamás caí en cuenta de lo mucho que me ensombrecía.

Derek me amaba, tampoco hay duda.

Y estaba orgulloso de verme avanzar de interna a residente. De residente a especialista...

Me amaba, pero odiaba verse eclipsado por mí. Porque cuando comencé a formar mi propia carrera y un nombre propio, los conflictos comenzaron.

Quería ser algo mas que su esposa o "la señora Shepherd".

Algo más que la hija de Ellis Grey.

Quería que la gente pensara mas allá cuando escucharan mi nombre.

Quería que pensaran en Meredith Grey; cirujana general. No en la esposa o hija de alguien.

Y creo que es algo que él, a pesar de nuestro gran amor, nunca terminó de entender.

Y a pesar de ello siempre va a tener un lugar especial en mi corazón. Sencillamente porque me enseñó a amar, y también algunas cosas que ya no quiero en una relación.

Hubo cosas que nos sobrepasaban y que nunca logramos alinear. Suyas y mías.

Aún así, jamás me voy a arrepentir de todo lo que viví.

Porque ahora la tenía a ella, una nueva oportunidad de construir algo diferente.

Lento...si, pero seguro.

Las cosas en el hospital se mantenían algo ocupadas.

Mi oficina permanecía en silencio mientras revisaba la pila de documentos que yacían sobre mi escritorio.

No se escuchaba mucha actividad fuera, lo normal. Además, mi localizador no había sonado en un par de horas.

Pero después de estar revisando por lo menos la mitad de los documentos la espalda comenzaba a molestarme por estar sentada tanto tiempo, así que quité el par de folders que descansaban en mis piernas y los puse sobre el escritorio para poder ponerme de pie.

Hice la silla hacía atrás y me quité la bata.

Comencé a caminar por la oficina mientras me soltaba la coleta y despeinaba un poco mi cabello para quitarle la rigidez que había dejado el anterior peinado.

Además, había estado algo estresada los últimos días. Muchas cirugías y hoy mucho papeleo.

Me recargué en la pared por algunos momentos hasta que comenzaron a tocar la puerta.

—¡Pasa! —indiqué aún con los ojos cerrados.

—Tu interna me dijo que te podía encontrar aquí...

—He estado aquí prácticamente todo el día —caminé hasta el sillón y me senté—. Siéntate.

Terminó de cerrar la puerta y se acercó al sofá para tomar asiento a mi lado.

—¿Para que me buscabas, Richard? —indagué curiosa.

—Nada clínico, no te preocupes –informó y me relaje–. Han sido días ocupados y quería ver como estabas.

—Cansada —reí apenas—. Como todos, supongo.

—Estás en lo correcto —sacó su celular para ver la hora y después lo guardó—. Pero, créeme. No quisieras haberte quedado en obstetricia.

—Recuerdo haber estado ahí —reí—. Pero ¿por qué lo dices?

—Andan algo escasos de personal —explicó— Addison y Jo han entrado y salido del quirófano múltiples veces.

—No tenía ni idea... —tiré la cabeza hacia atrás—. Al menos estoy cansada y con dolor de cabeza por estar revisando papeleo.

—Yo preferiría dolor de espalda por estar todo el día de pie —bromeó.

—Siendo honesta, yo también —contesté después de reír—. Tengo que encontrarle el lado bueno a estar encerrada en esta oficina todo el día.

Cerré los ojos por lo que parecieron un par de minutos. Richard se mantuvo en silencio y sentí como se relajó a mi lado. No me molestaba su presencia, así que me relajé un poco más.

—Meredith... —rompió el silencio después de algunos minutos.

—Dime —susurré aún con los ojos cerrados.

—¿Te puedo preguntar algo?

Su tono de voz apuntaba a algo serio, así que me asuste un poco.

Abrí los ojos y me incorporé en el sofá para poder verlo.

—¿Todo bien?

—Si —contestó relajándome.

—Entonces ¿referente a que es tu pregunta?

—Si no quieres contestar lo voy a entender, pero...

—Solo pregunta —lo interrumpí.

El se enderezó, listo para preguntar. Y con cada minuto que pasaba mi curiosidad crecía.

No lo quería presionar, pero la ansiedad por saber me estaba consumiendo lentamente. Y cuando estuvo listo, suspiró y me volteó a ver a los ojos, separó los labios, listo para preguntar y...

Nuestro localizador comenzó a sonar.

Lo saqué de mi bolsa y suspiré frustrada.

—¿En serio? –pregunté para mi misma y me puse de pie, conteniendo las ganas de quedarme un minuto más, solo uno, y escucharla ansiada pregunta de Richard.

Corrí por los pasillos hasta urgencias, tratando de no chocar con nadie en el trascurso del camino.

La cabeza me dolía por estar tantas horas leyendo papeleo. Sentía como si mis cienes estuvieran siendo martilladas de la peor manera. Pero inútilmente traté de relajarme mientras corría hasta urgencias.

Cuando llegué perdí de vista a Richard y me acerqué rápidamente a Owen cuando vi que me llamaba.

—Hombre de treinta y siete años. Herida por arma de fuego en costado izquierdo inferior y muslo izquierdo. Sin salida de bala —informó el paramédico—. Escala de Glasgow quince. Presión noventa y cuatro sobre sesenta. Ritmo cardiaco ciento veintidós -lo terminaron de bajar de la ambulancia y lo metimos al hospital.

Necesitaba activarme, había estado varias horas en mi oficina, sentada revisando documentos y ahora tenía que enfocarme en el paciente que estaba en la camilla frente a mí.

Necesitaba enfocarme.

Necesitaba quitarme de la cabeza a Richard y su pregunta nunca hecha.

Los documentos.

Mi pasado.

Addison.

Todo.

The lastOù les histoires vivent. Découvrez maintenant