LXVI. Fragmentos de mi

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El sol comenzaba a esconderse mientras terminaba mi última consulta del día. Había sido un día algo ocupado y para ser honesta no me sentía del todo bien. Tenía una sensación extraña albergada en el pecho; un vacío pero que al mismo tiempo me hacía sentir preocupada. Demasiado enojada como para hablar. Pero', aún así, teniendo la necesidad de hacerlo.

Las ganas de saber ¿por qué? Pero, al mismo tiempo demasiado molesta como para oír sus excusas.

Decidí no pensar mucho en ello y dirigirme al carrito de cafés para comprar uno. Creo que ahora mismo era lo que necesitaba para despejarme un poco la mente. Así que llegué y me formé, pues había unas cuatro personas delante de mí. Saqué mi teléfono y me puse a contestar algunos mensajes en lo que esperaba mi turno.

Creo que estaba algo fastidiada, y lo por es que ni siquiera sabía con certeza la razón. Así que simplemente me concentré en mi teléfono para dejar pasar eso.

—Hola, Grey —saludaron a mi lado.

—Richard... —saludé después de despegar la vista de mi dispositivo—. ¿No estabas en casa?

—Estaba... bien lo dijiste —rio—. Había escasez de personal.

—Comprendo... —guarde mi teléfono en el bolsillo de la bata— ¿Quieres un café?

—Claro ¿por qué no?

Asentí y me mantuve en silencio. Estaba algo irritada y no me apetecía hablar mucho, pero él pareció entenderlo y se acercó a mí, permitiéndome recargar mi cabeza en su hombro, dándome un poco de paz y seguridad, cosa que necesitaba bastante.

Me quedé recargada de su hombro un buen rato. Era justo lo que necesitaba, no un abrazo ni una charla, eso. Una muestra de apoyo silenciosa.

Después de algunos minutos, fue nuestro turno y ordenamos. Para cuando nos entregaron los cafés saqué la cartera para pagar, pero el se había adelantado, así que le di las gracias y después de una breve platica mientras probábamos el café, cada uno tomó rumbos distintos, él tenía que ir a ver a Bailey y yo, bueno, me iba a ir a refugiar a una de las habitaciones que se mantienen desocupadas en el hospital. Son perfectas, ya que rara vez alguien te molesta. Y sin localizador es muy complicado que den conmigo. Y eso era lo que quería ahora, estar sola un rato. No hablar, Solo sentarme a ver por la ventana mientras bebía mi café, claro, a menos que me necesitaran en el quirófano o emergencias.

Caminé por los largos pasillos del hospital, hasta que llegué a un área no tan concurrida y que se mantenía bastante tranquila a pesar de no estar del todo sola. Ingresé a una de las habitaciones y cerré la puerta detrás de mí.

Finalmente, lo más sola que se puede estar en un hospital como este.

Mi oficina también era bastante tranquila, pero continuamente iba gente.

Si me necesitan, me llamarán.

Caminé hasta el sillón que estaba al lado de la cama y después de suspirar tomé asiento. Abrí las persianas de la ventana y me recargue en el sillón a disfrutar de la vista mientras bebía mi café.

Era algo bastante agradable y que lograba tranquilizarme bastante. Cuando estaba estresada por algo, hacía esto y me resultaba reconfortante.

Me permitía dejar de pensar tanto en eso y enfocarme en la bebida que estaba entre mis manos; permitirme sentir el calor que desprendía invadiendo las palmas de mis manos. Su peculiar sabor dentro de mi boca cuando lo veía, e incluso el humo que desprendía.

El cielo del otro lado de la ventana.

Todo.

Me dejaba pensar en todo eso mayormente. Quitarme de la cabeza aquella cosa que me mantenía estresada, al menos por un breve momento me permitía respirar en paz.

La puerta se cerro de golpe y el seguro sonó al ser colocado.

—Te extraño —dijo cuando volteé—. Te extraño, Meredith. Y no pienso escondértelo más, no quiero. Quiero que sepas que ahora lo que siento por ti puede más que mi orgullo —se separó de la puerta y camino hasta el borde de la cama, del otro lado a donde yo estaba—. Que no estoy dispuesta a perderte por ver quien puede más —apoyó las manos sobre el colchón—. Quiero que me escuches. Quiero escucharte también, lo que sea que tengas que decir, quiero oírlo. Porque no quiero seguir así. No quiero que algo por lo que luche tanto terminé de esta manera —suspiró—. Porque sé que te lastime cuando escogí a Jake sobre ti, lo sé aunque nunca me lo hayas dicho explícitamente, lo sé porqué te conozco, Meredith —admitió—. Sé que cuando te sientes cómoda te gusta recoger tu cabello en un moño alto o una coleta. Que cuando algo te lastima jamás lo dices —se incorporó y se cubrió el rostro por algunos segundos—. Sé que prefieres el café sobre el té, aunque antes lo bebías por darme el gusto —rio—. Que la cocina no es lo tuyo, aunque jamás te rindes. Sé que antes de dormir te gusta leer. Y sé que odias dormir con prendas que cubran todo tu cuerpo, pues te parecen molestas por quitarte algo de libertad.

Los ojos me ardían, porque dentro de lo que cabe odiaba que, a pesar de haberme hecho daño conociera todos esos detalles sobre mí. Y sabía que conocía más, pero el temblor de su voz me indicaba que no podría seguir sin desmoronarse.

—Sé todo eso —suspiró entrecortadamente—. Pero deseo saber más. Más que tu comida favorita o hábitos. Quiero saberlo todo —rodeó la cama hasta quedarse a los pies de esta— Quiero seguir descubriendo todos los pequeños fragmentos que conforman a Meredith Grey.


The lastDonde viven las historias. Descúbrelo ahora