XLII. Manténme cerca

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Cuando abandoné la habitación, cerré la puerta detrás de mí, subí al elevador y bajé. Supuse que Addison estaba abajo, pues no hubo respuesta de parte suya cuando toqué la puerta de su habitación.

Las puertas del elevador se abrieron ante mí y salí al lobby. Dudé en acercarme a recepción, pero decliné la idea y me senté a esperarla.

—¿Doctora Grey?

Volteé a mis espaldas para verla.

—Si, soy yo.

—Dejaron esto para usted —dijo con suma seriedad y me entregó un sobre— con permiso.

No tenía buenas experiencias con las cartas.

Los nervios regresaron.

Abrí la carta mientras me convencía de que nada malo iba a pasar.

El temblor de mis manos no creía lo mismo.

Era una tarjeta, no una hoja:

Te veo afuera, linda.

Y el alma me regresó al cuerpo.

Linda.

Esa palabra evaporó mi miedo.

Me puse de pie, acomodé el vestido y caminé hacia la puerta.

Siempre supe que era una mujer guapa, de eso nunca tuve duda. Pero cuando la vi frente a mí, con vestido ceñido al cuerpo y tacones negros; cabello en ondas y aquel labial que le quedaba tan bien, supe que el término se le quedaba corto. Era hermosa.

Sonrío a la distancia.

Me acerqué a ella y rodeé su cuello con mis brazos.

Y me di cuenta de que no quería perderla nunca.

—Jamás pensé que "linda" se quedara corto para describir a alguien —susurró en mi oído.

—Si Addison, todos sabemos que te ves hermosa esta noche. No hace falta que tú también lo digas.

Soltó una carcajada.

—También me veo bien. Pero hablaba de ti —sonrío y se separó de mí. Camino hasta el carro y me abrió la puerta— anda, vamos.

Subí al automóvil y después de algunos segundos ella hizo lo mismo.

Podría describir el trayecto como algo divino, pues la ciudad lo es. Pero lo cierto es que me la pase pensando, no procese nada de lo que pasó ante mis ojos, me sumergí lo suficiente en mis pensamientos para ser incapaz de recordar por donde pasamos. Simplemente no observe nada.

Y tampoco supe cuando llegamos, la mujer a mi lado tuvo que sacarme de mis pensamientos.

—Mer... ¿todo bien? — preguntó después de abrir mi puerta.

—Si ¿ya llegamos?

—Si —me extendió la mano— vamos.

Tomé su mano y salí del coche.

Es que siempre lograba tranquilizarme.

Entramos tomadas de la mano. Jamás la solté ni ella a mí.

Entrar agarrada de su mano me dio cierta seguridad, ese tipo que solo ella es capaz de darme.

Cuando llegamos al último piso nos llevaron hasta nuestra mesa y comenzamos a ver la carta.

Después de algunos minutos ordenamos la cena más una botella de vino.

—Te ves preciosa, Grey —sonrío al otro lado de la mesa y no pude evitar hacer lo mismo.

Vi su mano sobre la mesa y no pude evitar tomarla y entrelazar nuestros dedos.

Me encantaba sentir sus manos, sentirla.

Comimos entre risas. Me sentía tranquila.

Me gustaba verla mientras tomaba vino y veía la ciudad a través de los ventanales. Lucía majestuosa; la luz de los edificios se reflejaba en sus ojos, si prestabas la suficiente atención era perceptible. Y la sonrisa que mantenía en la boca, sutil pero no imperceptible.

A veces me atrapaba viéndola, yo solamente podía reír. Pero me gustaba el hecho de sentir su mirada fija en mí, como si fuera lo único en el mundo, al menos por ese instante.

No había mucha gente aquella noche. Así que se podía escuchar la música perfectamente.

Estaba tan feliz que no lo pensé mucho cuando la canción comenzó a sonar.

Aquel ritmo era inconfundible.

When marimba rhythms start to play.

¿Bailas conmigo?

Se mordió el labio aún sentada y bajo la mirada.

—Por supuesto que bailo con usted, doctora Grey —y finalmente tomo mi mano.

Caminé con ella de mi mano hasta la pista de baile.

Un poco nerviosa me acerqué a ella, estábamos relativamente cerca.

Hold me close, sway me more.

No sabía si el cosquilleo en mi piel eran los nervios por tenerla tan cerca, sus manos sobre mi cintura, la canción o el hecho de estar bailando con ella.

O todo.

Pero me gustaba.

Nunca supe cuando tomó clases de tango, a ciencia cierta ni siquiera sabía si las había tomado, pero sabía lo que hacía. Así que simplemente me dejé guiar.

Deslizarme por la pista con ella mientras sentía la música y la veía sonreír.

La canción avanzaba y solo sentía como ella me llevaba, pero se sentía tan natural. Como si lo hubiéramos hecho desde siempre.

Como si hubiéramos estado juntas toda una vida.

Sus manos subiendo por mi cintura me volvían loca. Lo hacía con suma precisión mientras me mantenía la mirada.

De un momento a otro me dio la media vuelta y me pegó a ella; podía sentir su respiración en mi cuello. Solo pude suspirar.

Con pasos largos me hizo avanzar en diagonal, cuando frenó me giró con una técnica impecable, agarró mi cintura y me acercó con fuerza. Quedamos tan cerca que si me movía un par de centímetros mas nuestros labios se juntarían.

Other dancers may be on the floor.

Dear, but my eyes will see only you.

Only you have that magic technique.

When we sway, I go weak.

Me erizó la piel sentir nuestras respiraciones chocar.

Subió una de sus manos por mi cintura hasta mi brazo. El tacto lento de sus dedos sobre mi piel estaba logrando ponerme nerviosa.

Coloqué mi mano en su cintura y tomé la mano que me ofrecía. Nos hizo girar a ambas con seguridad. Avanzó y me hizo inclinarme hacia atrás.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral cuando sujetó mi cintura con fuerza.

Stay with me, sway with me.

Podría morir aquí mismo.

Si es entre sus brazos.

The lastWhere stories live. Discover now