XXXIV. Escape de realidad

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La platica fluyo bastante bien. Maggie y Cristina compartían experiencias de diversas cirugías de su especialidad y nos contaban acerca de ello. Después de un tiempo de platica tenía demasiada sed, por lo que decidí ir a buscar algo.

—Voy por una copa ¿desean algo? —me puse de pie, interrumpiendo la plática.

—Coca cola —pidió Amelia— le pones hielo, por favor.

—Bien, coca con hielo —repetí— ¿Qué más?

—Una margarita —pidió Cristina.

—Que sean dos —mencionó Maggie.

Me alejé de ellas hasta llegar a la barra. Addison estaba de espaldas sirviéndose una copa de vino.

El vestido color vino que llevaba puesto resaltaba su figura y se ceñía en su cintura. Su cabello rojo estaba suelto y una parte caía por su espalda.

—¿Quieres una? —preguntó aun de espaldas.

Ser discreta no era precisamente lo mío.

—Por favor —apoyé mi brazo sobre la barra y ahora la veía de perfil. Sus labios iban a juego con su vestido y sus pestañas estaban rizadas.

—Toma, quédate con la mía —me extendió la copa.

—No, puedo esperar. No te preocupes.

—Ya no hay vino Meredith, era la última copa —iba a declinar su oferta y al parecer ella lo vio— insisto.

—¿Y tú? —comencé a servir lo que me habían pedido— te encanta el vino.

Rio y se mordió el labio discretamente. Supongo que se reía por lo observadora que era.

Mi mirada bajo desde sus ojos hasta sus labios cuando la vi reír y después morderse el labio. Fue tan rápido que no sé si se percató.

—No sé. Iré por más supongo.

Las palabras cuando estoy con ella salen sin pensarlas, o simplemente me quedo muda. No hay punto medio, es blanco o negro.

—Te acompaño.

—¿En serio? —preguntó sorprendida.

—Si, solamente deja que lleve esto —señale los tres vasos.

—Okay.

Tomé las margaritas y la Coca-Cola y las llevé hasta los sillones donde estaban.

—Tardaste mucho Mer —Cristina tomó su vaso.

—Gracias —Amelia agarró los dos vasos y le dio el suyo a Maggie.

—Gracias Meredith.

—Siéntate —sugirió Cristina mientras ellas platicaban— Esta platica va para largo, dudo que quieras estar de pie.

—A decir verdad, ahora regreso —volteo hacia la puerta y Addison esta recargada en la pared.

Cristina hace lo mismo y la ve. No hace falta que le explique con quien voy a salir, no es tan difícil unir piezas. Pero agradezco que no haga preguntas al respecto.

—¿Vas a estar bien? —pregunto.

—Vete Meredith —ríe y me empuja hacia la salida.

Camino entre los invitados cuidando de no derramar el vino sobre mí.

—¿Lista? —pregunta Addison cuando llego.

—Si, vamos.

Caminamos por el edificio hasta el elevador. Entramos y seleccionamos el estacionamiento. No hay nadie más, solo nosotras y la tenue música del elevador.

Cuando llegamos al estacionamiento buscamos su carro y cuando lo encontramos, subimos.

—¿Quieres? —le ofrezco la copa de vino y voltea a verme.

—No, gracias. Voy manejando —voltea nuevamente a la carretera y da vuelta en una esquina.

—Tienes razón —bebo de la copa.

El vino se desliza por mi garganta y siento la mirada de Addison en mí.

De reojo veo como quita una mano del volante y toma la copa que sostengo para acercarla a ella y beber un trago. Estaciona y aleja la copa de su boca; por la comisura de sus labios gotea un poco del liquido rojizo. Me entrega la copa viéndome fijamente y cuando la tomo, nuestras manos rozan y ella limpia el vino con su lengua.

Respiro pesadamente mientras la veo.

No es un secreto que estamos ligeramente ebrias, eso extrañamente les da una cierta valentía a las personas. Sé perfectamente a que esta jugando y no pienso caer.

—Vamos —abro la puerta— tenemos que llegar antes de las once y media —bajo del carro y cierro. Camino a la tienda con una leve sonrisa.

La siento cuando se une a mi lado y caminamos a la par.

Tomamos un par de botellas de vino y cuando vamos a pagar se detiene de golpe.

—¿Qué pasa? —volteo hacia atrás para verla.

—¿No tienes hambre? —pregunta pensativa.

—Algo —encojo los hombros.

—¿Quieres comer algo?

—Sería buena idea si no fuera 31, casi año nuevo —respondo sarcástica.

—Podemos comer Hotdogs —sugiere.

—¿Tú? ¿Addison Montgomery comiendo Hotdogs? —reí.

—¿Qué? —ríe conmigo— me gustan los Hotdogs. Y ahí hay —señala con la cabeza.

Terminamos en el estacionamiento de la tienda, sentadas dentro del carro, escuchando música. Dos botellas de vino en los asientos traseros y nosotras enfrente con un Hotdog cada una y una Coca-Cola en el portavasos.

—Deberíamos regresar —sugiere mientras ve su comida.

—Si...

—Dejaste a Cristina allá —me recuerda.

—Cierto —le doy un mordisco a la comida.

Terminamos de comer y ella enciende el motor para regresar a casa de Callie.

—¿Me das? —pide con la vista fija en la calle.

Extiendo la lata de refresco hasta ella y bebe cuidadosamente.

Y así es el camino de regreso, ella pide de beber y yo le doy mientras me rio porque siempre se derrama un poco en su barbilla. Así que pongo una de mis manos acunando su barbilla para que no ensucie su vestido.

Y al menos en ese momento no me molesta.

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