Capítulo 2

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POV MIRTA DAVIS

Me desperté temprano para tener tiempo de arreglarme, era el primer día de clases. Tenía un alojamiento en el campus, pero no siempre solía dormir en mi dormitorio, a veces me quedaba en el departamento de mi amiga Azumi, sus padres, los señores Zhang, le regalaron un departamento en Wisconsin cuando inicio en la facultad, ambas estudiábamos Estrategias Financieras y Mercados Globales. Aún recuerdo como mi tío Lucas puso el grito al cielo cuando le informé que no deseaba seguir los pasos Bastián, mi padre y él, los tres eran abogados de diferentes ramas del derecho y yo por mi parte decidí no seguir con su monarquía, lo que ellos pretendían hacer era una dinastía de abogados Davis, incluso, ya mis hermanos sabían que era la profesión que tenían y debían elegir, no la que deseaban.

Para mi familia resolver un problema era sinónimo de una demanda, hasta por respirar deseaban demandar, eran unos lobos rapaces en asecho de cuál sería su próxima víctima, se aprovechaban de los más débiles y los envolvían ofreciéndoles los servicios de la firma de abogados Davis; mi tío Bastián quien en realidad era mi primo, era unos de los mejores abogados de Minnesota y me atrevo a decir que, del país, un ser persuasivo, arrogante, con una autoestima por los aires hasta el punto de sentirse superior de forma irrazonable, manipulador y excesivamente controlador era quien se encargaba personalmente de la cartera de clientes de la firma de abogados, solía ir a los eventos y reuniones sociales con mi nueva e impensada hermana Nora De Santis y su asistente Duclen, a persuadir y envolver a los empresarios que asistían con soluciones a sus problemas legales, eran cientos de miles lo que valía un contrato si deseabas que la firma de abogados se convirtiera en tu representante legal y muchos caían en esto.

Este arte de persuasión no se me daba, aunque mi fuerte era “hablar’’ y muchos me tildaban de parlanchina, pero la verdad era que yo odiaba la abogacía.

Salí de mi dormitorio luciendo un pantalón jean skinny con una simple polera básica blanca, unas zapatillas blancas, mi mochila y el colgante que me regaló mi padre cuando cumplí los veinte, era una joya bastante delicada y sencilla que consistía en un simple collar con un pequeño rubí de un color rojo intenso, el cual siempre solía lucir. Acomodé mi cabello en una coleta alta y me enganché mis gafas de sol en la cabeza, nos encontrábamos a mitad de año y era la temporada más soleada en Wisconsin, mis amigas y yo solemos sentarnos en el césped del campus a disfrutar del sol y hoy no era la excepción, teníamos muchas cosas de que hablar, ponernos al corriente de nuestras vidas luego de unas pequeñas vacaciones. Los pasillos de la Universidad de Wisconsin Madison estaban abarrotados de viejos y nuevos estudiantes, algunos estaban parados en frente del gran mural en unos de los pasillos donde siempre se colocaban las actividades extracurriculares, las hermandades estudiantiles e informaciones de relevancia, me alegraba ser una estudiante de término y no tener que pasar por nada de esto, aún recuerdo cuando fui estudiante de nuevo ingreso, anduve por la universidad una semana pérdida.

Mi amiga Azumi levantó su mano llamándome a lo lejos, estaba sentada en el césped con Alina, salí del pasillo pisando la grama que se extendía por todo el lugar para ir hasta ellas. Me tiré al césped apoyando mi cabeza en las piernas de Azumi, soltando mi mochila.

—¡Por finnnn! —, grité, —Las extrañé—

—Ni tanto, no respondiste a mis mensajes—, recriminó Alina sin despegar sus ojos del libro que miraba, me senté arrebatándole el libro de las manos, fijando mis ojos en ella.

—¡Oye yo leía eso! —, se quejó.

Esbocé una sonrisa mostrándoles mis dientes como si fuera una niña pequeña esperando recibir un dulce.

—De acuerdo, también te extrañé—, dijo cansada abrazándome.

—Ambas son patéticas—, habló Azumi con sus ojos cerrados, mantenía sus manos hacia atrás apoyada del suelo mientras el sol bañaba su cara.

Seduciendo a un Walton Where stories live. Discover now