Capítulo 39

7.2K 458 23
                                    

POV MAXIMILIANO WALTON O’CONNOR

—¿Tienes claro lo que vas a decir? — le pregunté a la mocosa que comía en frente de mí.

—No soy retrasada, comprendí todo, ‘’decir la verdad’’—

—No me has preguntado cómo ingresé a tu dormitorio aquella noche— expuse.

—No necesito saberlo, tienes pinta de mantón, de esos que nadie espera que lo sea, pero que en realidad lo son—

—Deberías de tener miedo entonces— le dije.

—Créeme, a mi edad le he visto la cara a mas de diez matones—, expresó soltando el cubierto para dar por terminado su plato.

—¿Qué quieres decir? —

—No importa Max—

—Si le has visto la cara a más de diez matones como dices, ¿por qué siendo una Davis estas sola? ¿Dónde está tu personal de seguridad? —, indagué.

—Le pedí a mi padre un año, un año de libertad, donde pueda vivir una vida normal, es lo que toda chica a mi edad desearía, salir de fiesta, ir de compras, divertirse con sus amigos, tener un novio, polvos, hacer lo incorrecto, caerme, levantarme, experimentar, correr, volar, caminar y volver a volar. Suficiente tengo con ser una Davis, mi padre es el juez de la corte suprema, mi tío es uno de los mejores abogados al igual que su hijo, mi hermana es una abogada que todo el mundo desea conocer solo para saber sobre su secuestro de hace un año, mi cuñado es el director de una de las agencia de seguridad más prestigiosa de América, mi madre y mi tía se ocupan de la imagen de la familia y yo solo quiero disfrutar del anonimato mientras pueda, sé que todo esto terminará cuando presente mi proyecto, tendré que tomar mi lugar dentro de la familia y ya no seré más la chica que va de clubes a mover el trasero, ellos me obligaran a crecer, a comportarme como ellos, a asistir a esos horribles eventos donde toda las familias más influyentes de este país se despedazan unos con otros mientras se sonríen con hipocresía y cinismo—, contó ella.

—Se escucha como un castigo—, dije entre risa.

—Es un castigo—

—Me alegro por ello, sino puedo castigarte yo, entonces que lo haga la vida—, sostuve tomando de mi copa.

—Eres un idiota—, insulto.

—Y tu una mojigata—, respondí, —La noche que fui a tu dormitorio, logré entrar porque la cerradura esta manipulada—, solté sin más.

—¿Qué? —

—Digo que, la cerradura de la puerta ha sido manipulada, alguien ha estado accediendo a tu dormitorio—, informé.

—Es imposible—aseguró, —¿¡Quién haría algo así!?—

—No lo sé y ese es tu problema, yo solo te lo estoy informando—

Ella colocó sus brazos sobre la mesa cubriéndose la cara con ambas manos.

—Pero, puedo brindarte mi ayuda si me cuentas qué sucede contigo—, indiqué.

—No necesito tu ayuda, quiero marcharme—, aseveró poniéndose en pie.

Llamé al camarero, pagaría la cuenta.

***

Mirta me esperaba recostada de mi auto, la mocosa se mantenía mirando al cielo como si hubiera algo de interesante allí, me acerqué a ella plantándomele al frente.

—Las personas como tú, no viven en mi mundo, quiero que después de mañana esto termine, te iras a otra sección con otro profesor y harás de cuenta que nunca me conociste—, hablé firme sorprendiéndola.

Seduciendo a un Walton Where stories live. Discover now