Capítulo 82 (Verdades Que Hieren I)

7K 403 21
                                    

1/5

POV MIRTA DAVIS 

Veía a las personas correr de un lado a otro en la sala de emergencias. Por alguna razón sentía que ya no pertenecía a este mundo, el destino era cruel, yo no pedí esto.

Bajé mi cabeza, mis ojos me ardían, mi nariz cogestionada por las lágrimas que, de verdad deseaba no derramar, pero era imposible; mi cuerpo estaba presente, más mi mente estaba muy lejos de aquí.

—Listo, tus heridas están saturadas, no quedará cicatriz…— habló la doctora.

No eran las cicatrices en mi cuerpo lo que me preocupaban, sino las que llevaba por dentro, esas eran imposibles de saturar, intratables.

—Te hemos colocado una vacuna “Inmunoglobulina antitetánica”, tus heridas fueron causadas por metales, estuvieron en contacto con el suelo, abiertas por mucho tiempo, y necesitaron intervención quirúrgica ambulatoria. Te puedes ir a casa, has pasado cuatro horas en observación y todo ha marchado bien.

Necesitaba volver a ese lugar, necesitaba… Una lágrima resbaló por mi mejilla.

—¿Señorita, se encuentra bien? — preguntó la doctora.

Asentí cubriendo mi boca con mi mano ahogando un sollozo, la respiración me faltaba, un dolor agudo traspasaba mi pecho.

—Llamaré a un familiar— declaró saliendo de área de asistencia.

Oí un alboroto afuera.

—¡Quiero ver a mi hija!

—Señor debe de esperar…

La cortina que dividía mi espacio fue abierta.

—Mirta— anunció mi padre.

¡Y ahora esto era perfecto! Le pedí a Hugo no llamar a mi familia y fue lo primero que hizo.

—¿Qué demonios pasó? — preguntó Nora cruzando por el lado de Arnold.

—Solo fue accidente, Nora— habló Hugo apareciendo en el lugar.

—¿Un accidente? ¿¡Acaso me crees estúpida!?— refutó ella acercándose a mí.

Estaba cansada de todo esto, me dolía la cabeza, la desesperación por no saber de Max me enloquecía.

—¿Qué diablos pasó? — volvió a preguntar mi hermana tomándome del rostro.

—Lo que sea que te haya dicho Hugo, eso fue— declaré quitando su mano de mi cara.

Me levanté de la camilla.

—Mirta— susurró ella.

—Ahora ambas tenemos algo en común— dije mirándola fijó; sé que ella no lo entendería en el momento, pero quizás después se daría cuenta que dos De Santis fueron secuestradas por dos Mcdermott.

—Nora…— emitió Hugo.

—Tu vienes conmigo, tenemos que hablar— gruñó ella antes de darse vuelta saliendo del lugar.

—¡Joder! — refunfuñó él caminando detrás de ella.

Arnold tomó la cortina volviéndola a su lugar, se quedó mirándome sin decir nada.

—Si tienes algo que decir, este es el momento para decirlo— dije.

—Mirta…

—No quiero que seas condescendiente conmigo papá, fue lo que me trajo hasta aquí.

—Perdóname, cariño, te he fallado, te enseñé todo menos lo que realmente importa— se lamentó.

—No te preocupes… de igual forma lo aprendí, no es la vida, ni el universo o destino quien nos separa los uno de los otros, es la arrogancia, la decepción, la crueldad, el dinero…

Seduciendo a un Walton Where stories live. Discover now