Capítulo 64

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POV MIRTA DAVIS

El ambiente a nuestro alrededor era más pesado que el oganesón. Sé que todos podían olfatear mi miedo a kilómetro.

— Adarlan — anunció Flavián mirando al hombre en el balcón.
—Flavián— respondió él.
—¿Matarías a tu propio hermano? —  preguntó Flavián dibujando una sonrisa ladina en su boca.
—Cuando entré en este mundo hice un juramento, deje de tener hermanos, deje de tener familia. La mafia es mi familia ahora— expuso el hombre desde el balcón quitando sus manos del barandal.

El objeto en mi sien comenzaba a quemarme un pedazo de la cara. 

—Tráiganlos a mi oficina. Y saquen al muerto antes de que hieda— ordenó el tal Adarlan dándose vuelta.

Dejé salir todo el aire que retuve en mi pulmón inconsciente.

—Ya lo escuchaste, deja de apuntarle— ladró Flavián al hombre a mi lado.
—Caminen— bramó el matón despegando la pistola de mi cabeza — a menos que quieran terminar como este— indicó pateando el cuerpo inerte del tipo en el piso.

—Todo esto es tu culpa— escupió Flavián tomando mi brazo haciéndome caminar.

Él tenía razón, todo esto era mi culpa, empezando por haber aceptado viajar con él a Minnesota.
 

***
 

Quince minutos de mi vida desperdiciados esperando al dichoso hermano de Flavián en su oficina. 

—Dime que saldré de aquí con vida.

—Si sigues cometiendo estupideces lo único que saldrá de aquí es tu cuerpo profanado, directo para ser enterrado— soltó Flavián, —Necesito que te mantengas en silencio y me dejes actuar a mi ¿De acuerdo?

Moví mi cabeza asintiendo.

—Y para todos aquí, eres mía— añadió.
—¿Tuya? — repetí siendo interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse.

—Disculpen la tardanza, pero alguien debía calmar la sed de sangre que ustedes despertaron al entrar a este lugar, mis hombres han pedido tu cabeza— informó el mismo tipo del balcón, tomando asiento detrás del escritorio.

Al parecer era algún narco, capo o líder según lo que me contó Flavián sobre la jerarquía de la mafia italiana. El que me había apuntado con el arma se paró a su lado.

—Necesito tu ayuda— soltó Flavián, —y necesito que hablemos a solas— pidió mirando el tipo al lado de su hermano.
—¿Por qué mierda ayudaría a un desterrado? — preguntó Adarlan —No tienes ningún tipo de poder; aquí eres menos que un perro de la calle.
—Me lo debes, Adarlan. Estás donde estás por mí. He salvado tu maldito trasero miles de veces y llegó la hora de que me pagues, sabes cómo funcionan las cosas en nuestro clan, un favor se paga con otro favor, una vida con otra vida y quien te perdona la vida, se vuelve el dueño de tu vida— gruñó Flavián apretando sus dientes.

—¿Quién es la chica? — indagó el hermano de Flavián posando sus ojos en mí.
—Dile a tu lambe botas que salga o yo mismo le disparo. Siempre he querido hacerlo— amenazó Flavián.
Adarlan apoyó su espalda en la silla.

—Sal— le ordenó a su hombre.
—Señor…— decía el matón.
—Ahora— ladró Adarlan.

El tipo asintió saliendo de la oficina.

—¿Quién es la chica? — volvió a preguntar el hermano de Flavián cercenándome con la mirada.
—¿Acaso importa? — contrarrestó Flav.
—Déjame ver su marca— pidió.
—¡Es mía! —  gritó Flavián golpeando el escritorio, robándose la atención de su hermano.
—Si es tuya como dices, bésala— mandó él.

Seduciendo a un Walton जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें