Capítulo 36

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POV MIRTA DAVIS

Me removí sobre la cama mientras mi mente hacia feedback de lo sucedido la noche anterior, Max en club mirándome, Max con dos mujeres a su lado, Max saliendo del bar vuelto una furia, Max destrozando el parabrisas de un auto, Max golpeando salvajemente a un hombre y Max obligándome a venir con él a su departamento.

Abrí mis ojos instantáneamente. 

Miré mi cuerpo, me rodeaba la cintura con su brazo mientras su otra mano estaba sobre una de mis tetas, ni siquiera durmiendo era capaz de dejar su actitud posesiva que ahora comenzaba a dar a demostrar repentinamente.

<< ¡Espera! ¿Qué demonios?>>

Volví a mirar mi cuerpo reparando que me encontraba en ropa interior.

<<Pero... ¿Cómo rayos...?>>

Mis ojos barrieron la cama buscando mi vestido sin encontrarlo.

Volví a moverme, Max gruñó.

—Max—, lo llamé, —Max— volví a llamar.

Intenté quitar su brazo de mi cuerpo, pero él me dio vuelta sobre la cama dejándome en frente de él, reforzando el agarré en mi cintura.

—Quieres por favor, dejarme dormir —, espetó sin abrir los ojos.

Me fue imposible no mirarlo, el cabello desordenado le cubría parte de la frente.

—¿Tú me quitaste el vestido? —, pregunté.

—Quién más lo haría, fue una tontería de tu parte querer dormir con él puesto, ya te dije que te quería sin el—, respondió Max, —Y quiero pensar que lo que llevas puesto justo ahora, te lo pusiste exclusivamente para en mi—

Me quedé en silencio, no respondería a eso, para que decir que no, sí, sí; ambos nos quedamos en silencio por un largo tiempo.

—¿Quiero saber qué es lo que esperas de mí, Mirta? —, preguntó Max abriendo sus ojos.

—Por lo que he visto, nada—

—Si estás esperando una disculpa de mi parte por lo que te dije la última vez, desde ya te digo que no soy de los que se disculpan ni de los que se retractan, después que una palabra sale de mi boca no vuelvo a recogerla, no importando las consecuencias—, indicó haciendo que mi corazón se comprimiera, ¿Por qué me gustaba alguien como él? El era todo lo contrario a lo que yo era.

Suspiré.

—¿Y qué es lo esperas tú de mí, Maximiliano? —, inquirí imitando su pregunta.

—Lo único que espero es poder ponerte en cuatro y embestirte como solo yo sé hacerlo, escucharte gritar mi nombre de nuevo, comerte con mi boca, meter mi lengua en tu coño hasta que te corras, castigarte y cogerte al mismo tiempo—, reveló sin titubear en cada una de sus palabras.

—Para luego pasar a la siguiente ¿no? —

—No puedo prometer exclusividad a alguien, no creo en relaciones de parejas, no creo en el amor y lo que implica toda esa mierda, ni siquiera creo en el concepto de familia que nos obliga a creer la sociedad, no creo en nadie, no creo en el matrimonio ni en todas esas pendejadas que se prometen en un altar delante de cientos de estúpidos y deberías de pensar igual, es la única forma de sobrevivir en este mundo, créeme—, confesó él quemándome el alma.

—Entonces ¿Qué es lo que me propones? —, pregunté por curiosidad.

— Quitarnos las ganas, sexo casual y sin compromiso—, respondió el muy maldito.

Seduciendo a un Walton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora