Capítulo 21

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POV MAXIMILIANO OCONNOR WALTON

Mantenía mis ojos en las calles de Madison y mis brazos recostados de a baranda del balcón mientras me fumaba un cigarrillo.

Había dejado a Mirta sobre la cama. No podía entender lo que estuve a punto de hacer, pero esa desgraciada estúpida por poco y me lleva a cometer una locura, estas eran las cosas por las cuales prefería a las experimentadas. Estuve a punto de embestir como un completo salvaje a una virgen tonta.

En mi mente se repetía una y otra vez sus malditas palabras.

“—Que soy virgen—“ 

No sé por quién me había tomado ella, pero no dejaría las cosas así, Mirta Davis me las pagaría, eso de dejarme vestido y alborotado no iba conmigo, ninguna mujer dejaba a media mi placer.

Sentía una molestia que me consumía. Ni siquiera era capaz de explicar exactamente lo que enfurecía; esto era una burla para mí.

Apagué el cigarrillo dejándolo dentro del cenicero que yacía sobre la mesa en medio de los muebles del balcón.
Caminé hacia el interior de la habitación encontrándola sentada en el borde de la cama, con su vestido puesto, su braga y sostén totalmente destrozado los dejó encima de mi camisa.

<<No llevaba nada debajo de aquel vestido>>, de solo pensarlo mi verga volvía a endurecerse.

—Necesito dinero para pagar un taxi, mi bolso se quedó el club ya que ni siquiera me dejaste ir por él—, habló sin expresión, sin mirarme a los ojos.

Saqué mi billetera tomando varios billetes, dejándolo sobre la cama, ella ni los miró, clavó sus ojos en mi sosteniéndome la mirada.

—¿A qué juegas? —, escupí rojo de la rabia.
—A nada—, susurró con sus ojos algo cristalizados.
—No mientas—, gruñí apretando mis dientes, —¿Por qué quisiste meterte en mi cama? —

Ella se quedó en silencio, lo cual me desesperaba.
La tomé del mentón sin delicadeza con mis ojos encendido en ira.

—Respóndeme—, le ordené.

Su boca tembló.

—Te haré el favor de no mandarte al mismo infierno y darte la oportunidad de que me digas la verdad ahora, ¿tan insípida eres que nadie ha querido desflorarte? —, espeté en su cara, ella bajó su mirada.

Me fastidiaba que me tomaran por tonto.

—Espero por tu respuesta Mirta Davis—, demandé, —¿Por qué yo, y no un chico de tu edad? ¿Por qué una persona que apenas conoces? ¿¡Por qué despertar el deseo en un hombre cuando ni siquiera sabes cómo diablo apagarlo!?—, vociferé asustándola.

Ella se contuvo, quería llorar, podía verlo en sus ojos.

—Pude haberte lastimado, de muchísimas maneras ¿No sé si tu pequeña cabeza entiendo eso? —, rabié.
—Yo…—, se detuvo, —No…, no es lo que piensas—, expuso.
—Entonces, si no es lo que pienso, tienes cinco segundos para explicármelo—, ordené, todo esto tenía que ver con ella y sus amigas, estaba casi seguro, no era un niñato, ni mucho menos me chupaba el dedo, ese terceto de tontas hace semanas venía analizándolo, yo venía de universidades donde mas de una se me ofrecía en bandeja de plata por diferentes motivos.

Mirta suspiró.

—Todo fue un juego—, soltó, —Un juego que inventamos mis amigas y yo, donde el dardo cayó en tu foto— Solté su mentón alejándome de ella.
—Debía de seducirte hasta que…—, dijo parando.
—¿Hasta qué? —, espeté, —¿Hasta qué te cogiera? ¿Por eso accediste a estar conmigo en esa cama? —

Seduciendo a un Walton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora