Capítulo 56

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POV MAXIMILIANO O'CONNOR WALTON

Entendía el efecto que tenía Julianne sobre Will al mantenerlo siempre calmado, era el mismo efecto que tenía Mirta sobre mi, pero de forma inversa, con ella no podía estar en calma.

Deslicé mi mano por su vientre, ella se movió. Ni siquiera convaleciente dejaba de ponérmela dura. Sé que necesitaba descansar, sin embargo, yo también lo necesitaba, necesitaba descansar estando dentro de ella.  

Acaricié su pierna levantando su bata, pegué mi nariz a su cuello aspirando su olor, era una combinación de vainilla y frutos dulces. Metí mi mano en su braga separando sus pliegues con mis dedos deseando poder pasar mi lengua entre ellos. Quizás era un maniático por tocar a la mujer que me prende mientras duerme, pero si puedo constribuir en algo a su pronto recuperación con gusto lo haría.

Empecé a masturbarla, quería que lo primero que viera al despertar fuera a mí, dándole una buena cogida. 

Mirta se dio vuelta quedando en frente de mi.

—¿Cómo te sientes?—, le pregunté sin dejar de mover mi dedo sobre su clítoris.

—Mucho mejor ahora que estás aquí—, respondio sin abrir sus ojos con voz ronca.

—Eres una paciente muy cachonda—, expuse acercando mi rostro al de ella.

—Es lo que pasa cuando tienes un visitante muy complaciente— 

Pegué mi boca a la suya buscando su lengua. Mordiendo sus labios, chupándoselos como animal hambriento. Mi mano tomó uno de sus pechos apretándolo mientras mis dedos presionaban su pezón sin dejar tocarle el coño con la otra.

Sentirla débil y a la vez caliente me mataba.

—Max, necesito hablar contigo—, pidió entre jadeos.

—Y yo necesito cogerte—

—Es sobre tu departamento—, insistió.

—Puede esperar—, manifesté dándole vuelta sobre la camilla dejándola a espaldas a mi.

Saqué mi verga, Mirta pegó su trasero a ella, mis manos rápidamente tomaron sus nalgas separándolas metiendo mi verga entre su raja, ella se movió.

Cerré mis ojos.

—Demonios, nena— gruñí clavando mis dedos en su cadera. Su trasero era malditamente perfecto.

—¿Puedes aguantarmela dentro?—, le susurré en su oído pasando mi lengua por su lóbulo.

Ella asintió.

Moví su braga a un lado llevando la punta de mi polla a su entrada, presioné sin metérsela.

Mi pequeña gimió.

—Entrala—, pidió.

Sonreí.

—Entrala—, volvió a pedir desesperada pegando su trasero a mi, deslizándose ella misma sobre mi polla.

La detuve.

—¿Qué pasa?—, preguntó girando su cara, la miré.

—No dejaré que nadie te aparte de mi lado, Mirta—, solté, —No sabes cómo me siento justo en este momento, ni imaginas cómo me sentí al saber que estaba lejos y tú en un maldito hospital—

—Solo fue una crisis, estoy bien—, aseguró mirándome con esos ojos de niña buena que tanto me gustan, —No debiste venir, mi padre podía encargarse de la situación. Lo siento, arruiné tu reunión con tu amigo—

Seduciendo a un Walton Where stories live. Discover now