Capítulo 3. Sweet but Psycho

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Dos semanas después, jueves, 22:35h.

Por fin, tras casi dos semanas casi completas de guardias, estudios y citas, agendadas por su madre, Natalia tenía tiempo de sentarse a cenar con su novio, Miki. Llevaban juntos casi 6 años, se habían conocido en una de las fiestas que solían dar los Lacunza para celebrar su aniversario de boda, justo cuando se acababan de mudar a Barcelona, desde Pamplona.

Miki era varios años mayor que Natalia, pero eso no les había impedido congeniar perfectamente desde que se conocieron. La madurez de él había facilitado a Natalia el cumplimiento de su estricto horario de estudio y actividades complementarias durante sus años de estudiante y ahora, con sus turnos de trabajo caóticos, tampoco ponía problemas. Él trabajaba en la enorme empresa de alquiler de coches de su familia y, en sus ratos libres, salía con sus amigos a ver el fútbol a algún bar. Era un hombre simple, de gustos simples.

Compartían un amplio piso en el centro de Barcelona y justo hacía una semana, habían empezado a reformarlo, con el dinero que habían estado ahorrando hasta entonces. Lo que en principio les había parecido una idea brillante, ahora se volvía en contra de la navarra, que había tenido que volver a casa de sus padres mientras el piso no estaba terminado. Las conversaciones con su madre, más parecidas a una sesión de terapia que a una conversación madre-hija, sacaban a Natalia de sus casillas, por lo que el poco tiempo libre del que disponía, lo pasaba en el gimnasio, corriendo en la cinta.

- ¿Entonces qué te parece? – le pregunta Miki.

- Ehm... perdona, estaba distraída – se excusa la morena.

- El domingo, ¿quieres venir a la barbacoa en casa de Óscar? – repite la pregunta sonriendo.

- Pues... seguramente tenga que ir al hospital... pero apúntate tú – contesta acariciando su mano por encima de la mesa – sabes que luego siempre te lo pasas bien.

Natalia levanta la vista buscando al camarero, como no consiga pronto otra copa de vino, el dolor de cabeza va a matarla. Casi al fondo del salón le parece reconocer una melena rubia, la observa un momento, pero está de espaldas, y no consigue identificarla. De pronto, un desfile de todas las situaciones embarazosas que podían darse, comienza en su cabeza.

- Dígame, señorita – dice el camarero, interrumpiendo sus pensamientos.

- Otra copa del mismo Ribera y... ¿me puede decir dónde está el aseo? - pregunta la morena.

- Por supuesto, al fondo a la izquierda – contesta el chico, señalando.

- Vuelvo enseguida – le dice a Miki, y se levanta de la mesa.

Natalia pasa rápido por el comedor, camino del baño, sin ni siquiera hacer el intento de mirar en la dirección en la que se encuentra la rubia. Una vez dentro, se apoya en uno de los lavabos, y se refresca la nuca, su dolor de cabeza va en aumento, cierra los ojos e intenta concentrarse en su respiración... "esto del yoga es una soberana estupidez, piensa".

- Hoy estás espectacular, Mudito – Natalia se gira asustada para encontrarse con Alba, que la está recorriendo despacio con la mirada mientras se humedece los labios.

La rubia hace un repaso desde los tacones de aguja de la morena hasta su cara sin perderse un solo detalle del entallado vestido con motivos japoneses que ha elegido para la cena de hoy. Al terminar el recorrido, se acaricia suavemente la nuca y vuelve a humedecerse los labios para después mostrar a Natalia una de esas sonrisas arrebatadoras.

- Deberías dejar de mirarme como si fuera el postre – protesta la morena, enfadada.

- Ojalá lo fueras – dice la rubia acercándose a ella y poniendo una mano en su cintura – no viniste el sábado, te estuve esperando – sonríe de nuevo y acaricia el brazo de Natalia de abajo arriba para acabar dejando la mano en su cuello.

- No lo creo – contesta la morena, provocando la risa de la más bajita.

- ¿Vendrás este sábado? – pregunta Alba, mirándola fijamente a la boca.

- No, no creo – responde Natalia, que ya ha dado tantos pasos atrás que está apoyada en la pared.

Alba tira hacia ella del cuello de la más alta, que consigue girar la cabeza a tiempo para que la rubia no alcance su boca, aunque la rubia no desfallece y, justo después, Natalia siente sus labios en el cuello.

- Por favor, para... - susurra la morena, que cierra los ojos e intenta controlar su respiración.

La rubia, que no obedece, sigue el tortuoso camino que va desde su clavícula hasta el lóbulo de su oreja, que repasa con la lengua, provocando que un pequeño gemido se escape de entre los labios de Natalia, que, asustada por su propio ruido, abre los ojos para encontrarse con su reflejo en el espejo del baño.

Se ve a sí misma, apoyada contra la pared con aquella criatura del infierno entre sus piernas mientras una de sus manos recorre el lateral de su cuerpo y la otra aparta ligeramente el cuello de su vestido. Pero lo que más le asusta es encontrar sus propias manos tirando de la cintura de la rubia, para acercarla más a ella.

- Tengo... tengo que irme – y empujando ligeramente a Alba, consigue salir del baño a toda prisa y dirigirse a su mesa.

La morena se asusta al sentir como un par de tacones van tras ella, "no me lo puedo creer, ¿pero por qué me sigue?". Al llegar a la mesa, ve la cara de Miki confuso:

- Natalia... - dice señalando detrás de la morena, a la que no le queda más remedio que coger aire y girarse para enfrentarse a lo que tenga que venir.

- Te has dejado el bolso en el baño – la rubia le sonríe moviendo el bolso diminuto delante de ella.

- Ehm... gracias – contesta la morena, agarrando lo que le ofrecen.

- De nada, Natalia – susurra la rubia para que sólo ella pueda escucharla.

- Eso, gracias – repite Miki con una sonrisa.

- No hay de qué – responde la rubia, que ya está camino de su mesa levantando una mano, sin siquiera volverse.

De camino a casa, Natalia hace el viaje en silencio, cosa que, por otra parte, tampoco era una novedad. Ella, que controla todos y cada uno de los aspectos de su vida, de pronto se ve su superada por alguien que no conoce de nada. Le cuesta entender la negativa de su cuerpo a obedecerla cuando ese ser diminuto está cerca.

Y una canción empieza a sonar en la radio...

INSOMNIUM | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora