Capítulo 91. The Story

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Epílogo.

Cuatro años después, sábado, 17:23h.

Llevaba dos años sin pisar aquella casa, esos muros rústicos de piedra vista, los altísimos pinos que velaban por la privacidad de todo lo que ocurría en su interior, la enorme puerta de madera... si cerraba los ojos casi era capaz de viajar en el tiempo a cuando paseaba por allí con ella, de la mano... cuando parecía que nada ni nadie podría acabar con lo que tenían.

El leve chirrido de los goznes de la puerta le recuerda que el tiempo también ha pasado por aquel rincón apartado y no puede evitar que una sonrisa triste se le dibuje en el rostro. Muy despacio, como queriendo que nadie note su presencia, se adentra en la vivienda, disfrutando de las vistas que ofrece aquel jardín perfectamente cuidado. Desde luego, si había algo que no se le podía reprochar a su anfitriona era que escatimase en gastos cuando de una celebración se trataba.

Se adentra en la casa, no sin antes dejar una pequeña bolsa de mano con algo de equipaje a un señor con traje que espera en la puerta. Aunque acaba de llegar del aeropuerto, es consciente de que no estará en la ciudad más de un par de días por lo que ha decidido no cargar con una maleta.

Hace una última parada junto a la enorme cristalera que da acceso al jardín trasero, toma aire, se estira la ropa, más como tic nervioso que porque ésta necesitase un planchado, y sale de nuevo al exterior. Aunque nunca le había prestado especial atención a la disposición de las diferentes plantas y macetas, es capaz de identificar que unas cuantas han sido apartadas, pegándolas a las paredes para conseguir maximizar el espacio central.

Todo el jardín se ha convertido en un gran salón, se han repartido por él varias mesas redondas de gran tamaño sin sillas a su alrededor, pero que ya están perfectamente adornadas con flores y lazos a juego con la mantelería elegida. Repasa lentamente cada rincón de aquel espacio para encontrar, en la zona más alejada de la casa un grupo de sillas, también adornadas, separadas en dos grupos por una especie de camino central... al final, un atril decorado con flores blancas.

Una voz que reconoce fácilmente hace que vuelva a la realidad, girándose en busca de su dueña... y, como ya sospechaba, tres años no eran suficiente para arrancársela de dentro. No es que no hubiese superado a aquella mujer, claramente lo había hecho, había formado una familia y su relación ya no era más que un recuerdo, pero verla allí, a unos metros... aquello aún escocía.

Natalia Lacunza, enfundada en una enorme camisa que claramente no era de su talla y en unos pantalones de hilo estampados, más propios de un festival de música alternativa que de una boda, da las últimas indicaciones a un chico trajeado que iba repitiéndolas por un walkie. Parece mucho más alta de lo que la recordaba y, claramente había perdido peso, probablemente producto de los nervios de los últimos días. Se había dejado el pelo crecer y su habitual melena negra, se había convertido en un precioso pelo castaño claro cortado en pico que ya rozaba sus hombros. Aunque parecía haber madurado diez años en los últimos cinco, su eterna cara de adolescente, le seguía dando ese aire aniñado que enamoraba nada más verla.

Mientras se acerca a ella no puede evitar que una sonrisa se dibuje en su cara, a pesar de estar convirtiéndose, ya no en una promesa, sino en una de las mejores doctoras en su campo a nivel internacional, ese hecho no ha menoscabado ni un ápice de la rebeldía de la morena, que sigue llevando infinidad de pendientes, anillos y pulseras hechos de cuerda, coco, restos de conchas marinas. Incluso podría jurar que las mangas remangadas de la camisa ocultan un nuevo tatuaje que parece asomar cada vez que levanta el brazo para recolocarse el pelo.

- ¿Natalia? – pregunta, haciéndola volverse rápidamente.

Sí, era ella, aquella era su sonrisa, esa que siempre le calmaba el alma, su amiga, su amante, su confidente, la mujer que había perdido aún sin saber muy bien cómo ni por qué. Bueno, sí que lo sabía, pero no darle vueltas a todo lo que pasó siempre era la mejor opción.

INSOMNIUM | AlbaliaWhere stories live. Discover now