4 días después, jueves, 16:37h.
- Madre mía, Alba, esto es muy muy bueno. No sabía que ibas tan adelantada - dice María Sanabdón aún con el borrador de la rubia en las manos.
- Pero los resultados no son definitivos aún, me gustaría ampliar el grupo de estudio para conseguir que sea más heterogéneo - contesta Alba, recogiendo varias carpetas con informes de la mesa de la sala de pruebas en la que estaban sentadas - Ya sabes que a estas cosas sólo se presentan jubilados que se aburren y estudiantes que necesitan algo de pasta.
- Lo sé, lo sé, pero creo que vas por muy buen camino - sonríe de nuevo la catedrática - ¿hace cuánto que no comes?
- Pues... no sé, desde el desayuno, creo - contesta Alba mirando su reloj - no sabía que era tan tarde.
- Bueno, pues termina de recoger eso y voy a buscar algo a la cafetería - dice la mayor, cogiendo su abrigo - Luego podemos revisar alguno de mis historiales por si hubiese alguien que encajase con el perfil.
- Perfecto, María, muchísimas gracias - contesta la rubia con una sonrisa.
- Despeja la mesa, vuelvo enseguida - y la psiquiatra se va, guiñándole un ojo.
Alba, absorta en sus pensamientos, recoge los informes y los ordena según los diferentes resultados que está obteniendo en sus pruebas. Lleva varios días trabajando el doble para poder avanzar lo más rápido posible en la redacción de su tesis y, algunos días, como hoy, se olvida incluso de comer. Tras varios minutos, escucha que alguien pega a la puerta y ésta se abre.
- Pues sí que te has dado prisa... - la rubia se gira esperando encontrar a su profesora, pero no es ella - ...Natalia.
La morena se ha parado en la puerta y parece que pide permiso para entrar. Alba se fija en su aspecto, lleva unos pantalones vaqueros ajustados llenos de agujeros metidos por dentro de unas botas militares negras, y un enorme jersey de hilo color salmón que le queda casi como un saco. Lleva el pelo recogido en una coleta de la que se escapan varios mechones. La rubia puede ver que ha perdido algo de peso y tiene unas enormes ojeras oscuras.
"Si yo llevara esas pintas, parecía una sintecho y ella parece una modelo que se ha arreglado para hacer la compra", piensa Alba.
- ¿Puedo pasar? - pregunta Natalia.
- Tu madre acaba de salir a por algo de comer - contesta la rubia, buscando en la cara de la otra el motivo por el que está allí.
- Sí, la he visto salir - contesta ella - Yo... quería hablar contigo de lo de...
- No hace falta hablar nada, Nat - la interrumpe rápidamente Alba, que vuelve a ordenar sus papeles.
- Bueno, pero quería... - intenta decir la morena.
- En serio, Natalia, olvídalo - vuelve a interrumpirla, esta vez, algo más seria.
- Es que no puedo, Alba - protesta la morena, que se acerca deprisa y la coge de la mano - Hace días que no duermo, vomito todo lo que como y me obsesiona la idea de que el otro día yo... - Natalia dirige la mirada hacia donde está mirando la rubia, sus manos unidas.
La suelta de nuevo, retrocediendo un par de pasos, y guardando las manos en los bolsillos
- Perdona, no quería... - intenta explicar de nuevo la morena, a la que empiezan a desbordársele los ojos - pero desde que te conozco yo... no sé qué hago...
- Al final he traído unos sándwiches, una ensalada... - dice la madre de Natalia entrando por la puerta, cargada de bolsas - ¿hija?
- ¡María! - responde rápidamente Alba, poniéndose delante de la morena - has comprado comida para un regimiento.
Mientras la rubia ayuda a su madre con las bolsas, Natalia se seca las mejillas, se recoge un par de mechones tras las orejas y se acerca a las otras dos, con su mejor sonrisa fingida.
- Hija, ¿qué haces aquí? - pregunta María que, una vez que han colocado la comida en la mesa, se acerca a abrazar a su hija y le acaricia la cara - tienes una pinta horrible.
- Estoy bien, mamá - contesta la morena, que intenta mantenerse entera - yo...
- Ha venido por lo del estudio - intercede Alba, echándole una mano.
- Ehm... sí, pero estáis ocupadas, mejor vengo otro día - intenta usar Natalia como excusa para salir de allí.
- De eso nada, quédate a comer, seguro que hace días que no lo haces - protesta su madre.
La morena se gira para mirar a Alba, que le está ofreciendo un tuper con algo caliente.
Una hora después, las tres mujeres habían terminado de comer, Alba y María charlaban animadamente mientras que Natalia permanecía en silencio, aportando a la conversación sólo cuando se lo demandaban. Cuando debatían sobre la mejor forma de presentar los datos que la rubia estaba obteniendo, escuchan el sonido del teléfono de María.
- ¡Uh, chicas!, disculpadme un momento - dice la mayor, levantándose de le mesa y saliendo del despacho.
- Alba, yo... - empieza a decir la morena tan pronto como su madre cierra la puerta.
- ¿Vas a estar así todo el tiempo? - pregunta la rubia que no la deja terminar.
- ¿Cómo? - responde confusa.
- Pues eso, para ya con la autoflagelación, se te fue un poco de las manos, sí, pero no hiciste nada que yo no te dejase hacer, así que para ya - le regaña Alba.
- Pero, ¿cómo va a ser eso si yo...? - empieza de nuevo la morena a quien los ojos se le vuelven a inundar de lágrimas.
La rubia la observa mientras ésta se pasa las manos temblorosas por el pelo.
- Nat... Nat, mírame - Alba llama su atención, agachándose junto a su silla y levantándole la barbilla para encontrarse con sus ojos - Practico artes marciales desde los seis años, soy cinturón negro de jiu-jitsu. Podría haberte parado de mil formas diferentes y no lo hice, ¿vale?
- Pero... pero... - es lo único que alcanza a decir la morena.
- Natalia, lo que te dije de que no podía volver a pasar, no es porque no me atraigas... pero es la peor idea de todas, trabajo con tu madre, para tu madre, de hecho. Vas a casarte...
La morena no contesta nada, sólo la mira con los ojos muy abiertos, lleva castigándose desde el día de la fiesta, cuando al llegar a casa le golpeó todo lo que había pasado en el baño. Estos días habían sido la peor pesadilla que había experimentado Natalia en su vida y ahora no sabía cómo sentirse. ¿Aliviada?, ¿molesta?, ¿triste?...
- ¿Nat? - la llama de nuevo Alba, que la ve con la mirada perdida.
- Tengo... tengo que irme - contesta la morena, nerviosa, poniéndose en pie - tengo que salir de aquí.
Y como había pasado en el resto de las ocasiones en las que se habían visto, Natalia sale corriendo de la habitación, dejando a Alba con más preguntas que respuestas.

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INSOMNIUM | Albalia
Fanfic¿Qué pasa cuando una fuerza imparable choca contra un objeto inamovible?... pues algo así.