Capítulo 36. Lucha de Gigantes

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Casi una semana después, viernes, 20:17h.

Habían pasado cinco días desde la última vez que Alba vio a la morena, cinco días desde que, el lunes por la mañana, había salido corriendo de su casa porque se habían dormido y no llegaba al trabajo, cinco días desde que se había despedido de ella con aquel beso lento que la había dejado sin aliento y cinco días en los que no la abandonaba aquel humor de perros. Se había enterrado en informes, pruebas y en la redacción de la tesis, había ido a boxear un par de días para intentar liberar tensiones, incluso se había liado anoche con aquella chica en los baños del local... intento inútil porque había poco que hacer y acabó pidiéndole que se fuese al cabo de 5 minutos.
Los ojos de Natalia la perseguían, sus manos, sus brazos rodeándola cuando  dormían, su olor... Sabía perfectamente que la morena no era tonta, que se estaba dando cuenta de sus intentos por evitar las implicaciones emocionales, sabía que intentaba poner de su parte para que así fuese... también era consciente de que, cada vez más, a Natalia le ganaba el sentimiento a la razón. Aún no entendía como, siendo la otra la que más se jugaba, era que más empeño ponía en seguir en contacto.

Un par de días después de la comida en el japonés, Alba había sacado media hora para ir a comer con María, ya que necesitaba entender qué había pasado aquella tarde. Tras mucho insistir, incluso llegando a amenazarla con dejar de ser su compañera de fechorías, lo único que había conseguido que saliese de la boca de la madrileña fue:

- Ándate con ojo porque esa chavala va a dinamitar su vida por tu culpa. Sólo espero que cuando eso pase, te hagas cargo del destrozo.

Alba paseaba, haciendo la última ronda de visitas, junto a uno de los médicos más veteranos cuando siente vibrar su móvil en el bolsillo de la bata.

Alba paseaba, haciendo la última ronda de visitas, junto a uno de los médicos más veteranos cuando siente vibrar su móvil en el bolsillo de la bata

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Aunque intentaba ser fría y distante con ella, la curiosidad por saber qué pasaba por la cabeza de Natalia siempre acababa ganando. En ocasiones, como era la de hoy, era incapaz de descifrarlo, ya que después de aquellos mensajes, no había vuelto a saber de ella. Algo decepcionada tras comprobar su WhatsApp por última vez, Alba se cambia de ropa y decide irse a casa a darse una ducha.

Sale del hospital y, cuando se dirige hacia el metro, escucha una voz que reconoce de inmediato:

- Ey, loquera, creo que tengo un problema.

La rubia se gira sobre sí misma para encontrarse con ella apoyada en la pared del edificio. Lleva unas sandalias, un pantalón vaquero y una camiseta de tirantes tan grande que se puede ver por el agujero de las mangas un top elástico que le tapa el pecho. Unas gafas de sol sobre la cabeza, impiden que el pelo le caiga sobre la cara, lleva una mochila al hombro y dos bebidas para llevar en la mano.

INSOMNIUM | AlbaliaWhere stories live. Discover now