Capítulo 66. Marvin Gaye

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Tres días después, lunes, 9:35h.

- Nat... Nat despierta... feliz cumpleaños... - escuchar la voz de la rubia mientras siente sus caricias en la cara hace que Natalia sonría ampliamente sin llegar a abrir los ojos - nena, te he dejado el desayuno hecho... así evito que te amputes un dedo o me quemes la cocina en mi ausencia.

- ¿Qué? - la morena abre los ojos despacio para encontrarse a una Alba enfundada en un elegante traje de chaqueta - ¿a dónde vas?

- Tengo que ir un par de horas al hospital a ver a unos pacientes del estudio - contesta la rubia a la que un tirón de la solapa de su chaqueta la deja pegada a la cara de quien ocupa su cama.

- No vayas - susurra la otra mientras acaricia despacio la boca de la pequeña con la punta de los dedos.

- Vas a hacer que me despidan... - es lo que consigue escapar de los labios de la rubia antes de que aquella lengua empiece a recorrerlos despacio.

- No vayas... - pide de nuevo Natalia, a quien la otra no puede evitar devolver los besos.

- Por favor... - suplica intentando, sin mucho éxito interrumpir el contacto - no me hagas esto...

- Alba... - gime bajito la morena, mientras alcanza con sus manos los botones de la camisa de la otra.

- Dios, no digas así mi nombre... - protesta la pequeña que no puede evitar dar un tirón del pelo de la navarra, intentando hacerse con el control de la situación.

- ¡Alba! - jadea Natalia mientras busca la forma de deshacerse rápidamente de los pantalones de la rubia.

- Joder, es imposible que tengas ganas otra vez... - se queja mientras siente los dientes de la navarra en su cuello, y decide rendirse a sus propias ganas de sentir a aquella mujer sobre su cuerpo, por lo que empieza a deshacerse de su propia camisa.

La morena no responde, solo agarra una de las manos de la pequeña y se la lleva bajo su ropa interior, que es lo único que le queda puesto.

- Dios, Nat... - gime la rubia al notar el efecto que provoca en la otra.

Aunque Natalia puede ver como aquellas pupilas se dilatan de repente, la valenciana no tarda mucho tiempo en salir de la burbuja que habían creado, "gracias" a una insistente llamada de teléfono.

- Tengo... tengo que cogerlo - susurra Alba contra la boca de la otra, mientras estira el brazo para alcanzar el móvil - ¿sí?

La rubia, que había dejado caer la cabeza hacia atrás, ofreciendo su cuello para que la navarra siguiese jugando con él, se tensa de repente y casi se cae, intentando levantarse de la cama.

- ¡María!, ¡María, ¿qué tal?! - contesta nerviosa mientras se abrocha de nuevo el pantalón, volviendo a tropezarse y provocando la risa de la morena - ¿qué?... no, nada, no me pasa nada, ¿qué me va a pasar?

Aunque le ha molestado la interrupción, Natalia no puede evitar recostarse de nuevo en la cama y acomodarse para disfrutar de aquel espectáculo que le ofrecía la pequeña, que intenta arreglarse la ropa nerviosa, mientras habla por teléfono con su madre.

- ¿Esta noche?... ehmm... sí, claro, claro, ¿dónde?... vale, pues... sí, allí nos vemos - Alba, que ya ha conseguido volver a estar presentable, cuelga el teléfono y lo mete en su bolso, que está sobre la cómoda.

- ¿Fiesta sorpresa otra vez? - pregunta la morena con una sonrisa.

- Yo no sé nada - contesta rápidamente la otra, arreglándose el pelo.

- Alguien debería explicarle a mi madre que, si prepara una fiesta sorpresa cada año, deja de ser sorpresa - responde Natalia, que sigue tumbada en la cama dando un repaso al cuerpo de la pequeña.

INSOMNIUM | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora