Capítulo 35. Deseo

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-        Como le hagas daño te juro que te despellejo con un cuchillo de untar mantequilla – susurra María, mirándola a los ojos.

-        Yo misma me encargaría de llevártelo – contesta Natalia muy seria, para, justo después, entrar en el bar.

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Esa misma noche...

Cuando la morena llega de nuevo a la mesa, encuentra sólo a Alba, que está mirando su móvil.

-        Eyy... - susurra Natalia, agotada.

-        Ey, sexi –la rubia le muestra una de esas sonrisas que te prenden por dentro.

-        ¿Y África? – pregunta la navarra.

-        Ha ido al baño – contesta la otra, algo preocupada por la cara de la morena - ¿todo bien?

Natalia no contesta así que la rubia se pone en pie a su lado y le acaricia la cara.

-        Nat... - Alba no puede terminar la frase porque siente los labios de la morena sobre los suyos, besándola con ansiedad, como si se le fuese a escapar.

Tras unos segundos, la morena baja la intensidad y deja varios besos pequeños en sus labios, mientras la agarra por la cintura.

-        Nat... - vuelve a llamarla Alba, cada vez más preocupada.

-        ¿Podemos irnos ya a casa? – susurra la otra.

-        Claro... déjame que avise a las chicas y pague – le contesta confusa.

-        Ya he pagado yo – dice la morena.

Una vez que Alba se despide de sus amigas y se excusa en que Natalia no se encuentra bien, cogen un taxi hasta el piso. Durante todo el camino, la navarra parece pensativa y distante, y la rubia, cada vez más preocupada, no deja de darle vueltas a lo que haya podido decirle María en ese rato en la terraza. "A la loca esta le arranco los pelos como la pille", piensa de rubia de su amiga.

Al entrar a la casa, Natalia casi no le permite terminar de cerrar la puerta cuando la agarra entre sus brazos, levantándola del suelo. Alba se abraza a su cuello, en el que deja varios besos y caricias, hunde una de sus manos en el pelo de la morena mientras enrosca sus piernas alrededor de su cintura. Cada vez está más preocupada por la actitud de la morena, que a pesar de no ser la persona más comunicativa del mundo, ahora parece rozando el autismo.

La morena se sienta en el sofá, con la pequeña sentada sobre ella, y, esta vez, es Alba la que se deshace en caricias y besos suaves, en los que la más alta no puede evitar perderse. Despacio, Natalia se tumba en el sofá, disfrutando del roce de las manos de la rubia, que ahora está estirada sobre ella.

Tras más de una hora en la disfrutan tan sólo de tocarse y besarse sin intención de ir a más, ambas caen dormidas.

Unas horas más tarde...

Natalia se despierta sola en el sofá, mira el reloj de su muñeca y descubre que es casi la hora de cenar. De pronto, los pasos de unos pies descalzos llaman su atención, levanta la vista y ve a Alba entrando al salón en ropa interior.

-        ¿Te he despertado?, perdona, me moría de calor – se disculpa la rubia acercándose.

La morena no dice nada, pero se pone rápidamente en pie para quedar frente a ella. Alba, también sin decir nada, empieza a desabrochar despacio los botones de la camisa que esa misma mañana le ha prestado a la otra. Cuando deja caer la prenda al suelo, ante la atenta mirada de Natalia, centra su atención en los pantalones, que corren la misma suerte.

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