Capítulo 57. Elastic Heart

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Esa misma noche...

Cuarenta minutos y tres botellines de agua después, Alba, que sigue sentada en la barra, siente una mano que recorre su cintura hasta acabar en su tripa y cómo unos labios, muy pegados a su cuello susurran:

- Vuélvete...

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Alba tarda unos segundos en reaccionar, baja la mirada para encontrarse aquellos dedos buscando el hueco entre los botones de su blusa para alcanzar su piel que, sin que ella pueda controlarlo, arde bajo su tacto. No puede evitar contener el aliento en un intento porque aquel perfume no invadiese cada uno de sus poros.

- Alba...

De nuevo, aquel susurro pegado a su cuello.

"Dios... quiere acabar conmigo aquí mismo", piensa la rubia, aún incapaz de girarse.

Natalia avanza un paso más y deja su cuerpo pegado al de la pequeña, inmóvil. Se agacha y recorre su cuello despacio con la punta de la nariz, llega a su nuca, en la que deja un beso suave, provocando que a la rubia se le erice la piel, para después seguir su tortuoso camino hasta su hombro.

- Nat, por favor... - las palabras abandonan la boca de Alba en forma de súplica, por culpa de su respiración, cada vez más acelerada.

- ¿Quieres que me vaya? – pregunta la morena, haciendo el conato de retirarse.

- ¡No, no, no! – la rubia se gira rápidamente para agarrar lo primero que alcanza para evitar que aquel ser demoniaco se alejase.

Una vez la tiene de frente, Alba no puede evitar recorrer despacio su cuerpo: aquellos tacones infinitos que la hacían parecer aún más inalcanzable, un conjunto negro con un pantalón que se pegaba a sus piernas como si se lo hubieran hecho a medida y una chaqueta un par de tallas más grandes, que ocultaba un top de encaje negro que marcaba aquella tripa plana y aquellos pechos perfectos. La rubia termina el recorrido para encontrarse con una sonrisa burlona y unos ojos que la miran como si esperasen algo de ella.

- Eres una hija de puta... - susurra la rubia sin soltar las solapas de la chaqueta, que aún agarraba con fuerza.

- ¿Perdona? – contesta la otra, pegándose más a ella, como si no la hubiese escuchado.

- Unos vaqueritos y una camiseta normales no tenías, ¿no? – protesta la pequeña intentando parecer enfadada.

- Lo siento, es que el día de poner lavadoras es mañana... - se disculpa falsamente mientras recorre despacio con las manos, los muslos de la rubia, aún sentada en el taburete.

- Nat... - se queja sin poder apartarse de ella.

- Alba... por favor... - suplica ahora la morena, que no puede evitar que sus ojos viajen a los labios de la rubia.

- No me hagas esto... - la voz de la pequeña es ya casi un resuello sin fuerzas.

- Te necesito... - la ansiedad en la voz de la morena hace que Alba levante la mirada de sus propias manos, que ahora rozaban el abdomen de la más alta por debajo del top, para buscar sus ojos.

- Y yo... - aunque cree poder ahogarse en aquella mirada, la rubia reúne todas las fuerzas que le quedan para intentar librarse de lo que sabía que sería un desastre – pero estás casada, Nat.

No había reproche en su voz, ni siquiera tristeza, tan sólo era resignación. Alba se había resignado, había aceptado que jamás tendría a aquella mujer, al menos no de la forma en la que hacía tiempo había descubierto que la necesitaba. Quería despertarse con ella por las mañanas, lavarse los dientes a su lado por las noches mientras se contaban lo que habían hecho ese día, cocinar con ella los domingos... o mejor, cocinar los domingos mientras Natalia revoloteaba a su alrededor... La rubia se había sorprendido a sí misma queriendo tener una pareja de las que siempre había considerado típica y aburrida, pero no quería cualquier pareja, la quería a ella... y eso no podía ser porque la morena aún llevaba en la mano aquel anillo que no le había puesto Alba... eso la destrozaba por dentro...

INSOMNIUM | AlbaliaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt