Capítulo 17. Summer Nights

15.8K 594 88
                                    

Al día siguiente, sábado, 19:15h.

- Bueno, bueno, bueno, pero ¿a quién tenemos aquí? - dice la María levantándose y haciendo una reverencia - Pero si es la gran Diosa de la Psiquiatría, que nos hace a nosotros, simples mortales, el honor de venir a tomar una puta cerveza al bar.

- Madre mía, que exagerada - protesta Alba mientras le da un abrazo - tampoco hace tanto que no nos vemos.

- Voy a por unas cervezas, que ya noto como me estoy deshidratando - dice Marta entre risas, mientras se levanta, da un beso a la valenciana y se va en busca del camarero.

- ¿Qué pasa, perra?, andas perdida - pregunta la madrileña mientras vuelve a sentarse y le señala una silla a la otra - ¿nos has cambiado ya por el grupo de tu profesora?

- ¿Cómo voy a sustituiros por un montón de eminencias en medicina? - sonríe Alba, sentándose - Me gusta venir con vosotras y poder sentirme la más lista del grupo de vez en cuando.

- Qué hija de puta - se ríe la otra rubia, pegándole en el hombro - Marta, mira lo que dice ésta.

La malagueña se acerca y se sienta en su sitio.

- ¿Qué dice? - pregunta.

- Que os echaba de menos - interrumpe Alba a María.

- Y nosotras a ti, ¿has terminado ya la tesis esa para que podamos salir ya a celebrarlo en condiciones? - pregunta Marta.

- Pues aún no, pero la llevo por buen camino, o eso me dice mi tutora - responde.

- ¿Y con ella qué?, ¿te la has tirado ya? - interrumpe María.

- ¡Oh!, venga ya, Mari - protesta la rubia - que es mi profesora... y mi jefa, qué grima.

- A mí me pareció que estaba de buen ver para la edad que tiene - le contesta su amiga.

En un par de ocasiones, Alba había acabado cenando con su tutora para corregir algún problema con alguna de las pruebas del estudio y ésta la había acompañado después a tomarse unas copas con sus amigas. A pesar de su edad, María Sanabdón había congeniado bien con todas las chicas por lo que no habían dudado en repetir el plan.

- ¿Cómo se llamaba la señora aquella divorciada?, aquella de las gafas de pasta, Alba - pregunta la madrileña a su amiga - tenía más o menos la misma edad que tu tutora

- Ahh, Noemí, sí - contesta Marta.

- Madre mía, pensaba que os habíais olvidado de ese tema ya - protesta Alba - fue hace como mil años.

- Vaya enganche se pilló contigo, ¿eh? - se ríe la malagueña.

- Normal, 20 años casada con el mimo tío, viene aquí mi prima y le pone los ojos vueltos a polvos... - se carcajea María, dando un codazo a Alba y provocando las risas de todas.

- Tía, tía, ¿esa no fue aquella que gritaba tantísimo que los vecinos llamaron a la poli? - pregunta Marta a las otras.

- ¿Qué dices?, la de los gritos era Ainhoa, la del 5ºB que lo escuchábamos nosotras, tres pisos más abajo - le contesta María llorando de la risa.

- Qué pesadas sois... - protesta Alba poniendo los ojos en blanco y dando un trago a su cerveza.

Desde que había salido de casa de su madre, en Elche, y se había mudado a Barcelona, recién cumplidos los 18 años, Alba había tenido un sin fin de historias, breves pero intensas, con personas de todo tipo. Si algo le habían enseñado sus primeros años de independencia es a buscar ese "algo" diferente que podía ofrecerle cada persona: una mirada, un comentario, una mente perversa o una caricia suave cuando era necesario. Es verdad que, con el tiempo había reducido algo más su "coto de caza", pero era incapaz de resistirse a un buen reto.

INSOMNIUM | AlbaliaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin