Capítulo 41. Comiéndote a Besos

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Dos días después, sábado, 11:15h.

Aunque Natalia había notado a la rubia algo distante los últimos dos días, esa mañana parecía especialmente animada con el plan de ir a la playa, o al menos daba esa impresión por los mensajes que habían intercambiado. Alba había insistido mucho en ir en su coche con la excusa de "no llenar de arena el BMW pijo" y, como siempre, a la morena no le había quedado más remedio que acceder. Así que, un cuarto de hora más tarde de lo que habían quedado, siguiendo también las indicaciones de la rubia, Natalia la avisaba de que estaba en su portal. La voz de Alba la sorprende por la espalda mientras contesta un correo:

- ¿Dónde están tus cosas?

- ¿Qué cosas?, mis cosas están aquí – contesta la morena mostrándole la mochila que lleva colgada del hombro.

Desde luego, la rubia debía reconocer que el modelito era de lo más sugerente. Chanclas, un minúsculo vaquero que apenas le tapaba el culo y una enorme camiseta blanca de tirantes que dejaba ver la parte de arriba del bikini. Todo aderezado con una mochila de tela en la que apenas cabía una toalla y unas gafas de sol enormes.

- ¿Estás en serio? - la rubia se retira para que Natalia vea el montón de mochilas y bolsas que ha colocado en el interior del portal.

- Joder, pero ¿a dónde nos mudamos? – pregunta levantándose las gafas para comprobar que es cierto lo que ven sus ojos.

- Hay que ir preparada – responde la otra con una sonrisa.

- ¿Preparada para huir del país? – se carcajea la morena – Anda, dime donde llevamos todo esto.

Veinte minutos después habían conseguido encajar todos los bultos en el minúsculo maletero del Opel Corsa de la rubia, acabando sudadas y agotadas.

- ¡Dios, qué calor! – suspira Natalia, que intenta darse aire con su propia camiseta.

- Toma... - la rubia ha sacado un par de cervezas de una de las neveras y le tiende una con una sonrisa – tu recompensa.

- ¡Oh, sí! – dice la morena, abriendo la lata y dándole un trago – quiero algo más...

Natalia levanta las cejas, muestra una de esas sonrisas que quitan el aliento, y Alba no puede evitar pegarse a su cuerpo cuando ésta tira despacio de su camiseta.

- ¿Y qué es lo que quieres? – pregunta la rubia, cuyos ojos bailan entre los de la más alta y sus labios.

La morena cubre la distancia que la separa de la boca de Alba, que lleva dos días pensando en mil excusas para no dejarla acercarse, excusas que se esfuman tan pronto siente aquellos labios sobre los suyos. De forma casi inconsciente, sus brazos rodean la cintura de Natalia, y su lengua no tarda en rozar la de ella, que sabe a cerveza y a menta. La más alta deja la lata sobre el techo del coche y sus manos acarician delicadamente el cuello de la rubia, quien deja de respirar por un momento.

- Nat... - Alba se retira y apoya la cabeza en el hombro de la morena - ... Dios, tienes que dejar de hacer eso...

- Lo siento – susurra la morena, aun haciendo dibujos sobre la nuca de la otra - ... prometo portarme bien el resto del día.

Aunque la idea inicial de Natalia era perderse con la rubia en una playa poco concurrida, había aceptado la propuesta de la pequeña de que aquello fuese una actividad en grupo. Sabía que Alba peleaba con sus propios demonios, lo sentía cada vez que traspasaba aquella línea invisible que la rubia se empeñaba en poner alrededor de lo que consideraba "demasiada" intimidad. Podían follar mil veces, pero casi podía ver físicamente el cambio cuando intentaba ir más allá, el miedo en sus ojos, la tensión en sus manos, la rigidez de su espalda...

INSOMNIUM | AlbaliaWhere stories live. Discover now