Capítulo 23. River Flows in You

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Unas horas después, 19:40h.

Natalia se despierta con la sensación de haber dormido varios días seguidos, cuando sus ojos se acostumbran a la poca claridad que entra por la ventana, baja la mirada hacia su pecho en el que duerme la rubia, abrazada a su cuerpo. Uno de sus brazos rodea el cuerpo de la morena mientras una de sus piernas está enroscada entre las suyas.

Empieza a ser consciente de todo lo que acaba de pasar y de cómo esa situación pone patas arriba su mundo: ella, que siempre había sido leal hasta el exceso, que había defendido a quien consideraba "de los suyos" aún a riesgo de perder más de lo que defendía, que permanecía al lado de quien había estado con ella en los peores momentos, aunque ya no lo sintiese como algo natural... ahora estaba allí, desnuda, con alguien que no era su pareja, pegada a su cuerpo. Y lo peor, es que se sentía más en paz de lo que se había sentido en meses, como si aquel lugar fuese una especie de santuario, en el que todo el estrés y el control que regía su vida, no tuviese más opción que quedarse en la puerta.

La morena pasa unos minutos contemplando como el pecho de Alba sube y baja tranquilo mientras duerme, seguro que quien la viese en este momento nunca sospecharía lo que había pasado unas horas antes. El movimiento de una de las manos de Alba sorprende a Natalia,
que se siente como quien ha sido descubierto mirando lo que no debía, pero lo único que hace la rubia es colocarla sobre la tripa de la morena para seguir durmiendo.

Natalia acaricia despacio el brazo de la pequeña que, sin despertarse, esboza una sonrisa y se esconde aún más en el cuello de la morena, provocándole un escalofrío. Tras un rato en el que la más alta disfruta del tacto de la piel de la rubia, decide no aprovecharse más de
la situación y salir de la cama. Recoge su ropa interior del suelo y se dirige hacia el salón, en el que encuentra su camiseta.

Aunque en un primer momento, la idea de huir de la "escena del crimen" había cruzado la mente de Natalia, el haber visto a Alba tan... indefensa hacía un instante, la había hecho cambiar de estrategia. Esperaría a que se despertase, pero en el salón, a una distancia
segura y prudencial... eran dos adultas y aquello no tenía por qué terminar mal, sólo habían liberado la tensión acumulada estos meses... no era nada malo.

La morena se pasea por el salón, toma un libro sobre trastornos del sueño de una de las estanterías y dedica un rato a ojearlo, después hace lo mismo con una novela y un libro de recetas. Desde luego, su biblioteca es variopinta y está dispuesta en las repisas
sin seguir ningún orden aparente. Un caos organizado... Natalia empieza a pensar que esa idea es la que marca el estilo de vida de la rubia. Tras lo que le parecen siglos, pero resultan ser veinte minutos, la morena se aburre y dedica un rato a responder correos
atrasados y organizar citas en la agenda, la idea de irse a casa sin despedirse vuelve a recorrer su cabeza. Para calmar los nervios del cada vez más inminente reencuentro con Alba, la morena decide sentarse un rato al piano y tocar alguna de las piezas que recuerda de sus años de conservatorio.

Unos minutos más tarde, Alba se despierta aún algo cansada, pero satisfecha. Recuerda lo que ha sido su día hasta el momento y no puede evitar sonreír. Abre los ojos despacio y recorre la habitación en busca de Natalia, pero se ha ido.

"Joder, esta mujer no va a cambiar nunca", piensa la rubia para sí misma, mientras la sonrisa se borra de su cara.

Cuando sale de la cama y abre la puerta, escucha una melodía a piano que parece venir de su propia casa; busca una camiseta en el armario, se la pone y sale sin hacer ruido. Sigue el sonido hasta el salón, pero en vez de pasar, se queda apoyada en la pared, nada más entrar, disfrutando
de la música.

La morena que, al principio, parece tocar algo entumecida, va soltándose y dando más ritmo al instrumento conforme van pasando los minutos. Verla tocar tiene algo de hipnótico, contemplar esos dedos tan largos recorriendo las teclas mientras las presiona de forma precisa para hacerlo sonar... tiene algo de erótico. Alba casi no es consciente de que sus pies la acercan despacio a la pianista, no puede evitar repasar el cuerpo de Natalia, sus piernas infinitas completamente expuestas, su espalda perfectamente estirada, la línea de una de las clavículas que queda descubierta debido al tamaño de la enorme camiseta que ha elegido para hoy.

INSOMNIUM | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora