Ángel O Demonio: Capítulo 4

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Malvor, tras escuchar la historia del hombre alado que salvo la vida, entendió mejor los propósitos de Samael aunque algo le perturbó.
-Pero me has dicho que Sunaron no tomó su forma original, así que ese cuerpo lo ha tenido que sacar de alguna parte y no me extrañaría que fuera de un maestro elemental. Ojalá supiera más de ellos pero cada vez que intentó comunicarme con ellos, mis palomas no vuelven y al final me quedé sin aves ni papel para ello - dijo el maestro del éter acariciando su poblada barba.
-Es extraño, antes no había oído jamás sobre humanos con poderes elementales, porque conozco los elementales, hay cientos de ellos en las afueras de Makven, pero jamás de seres que podían dominar los elementos - dijo Samael ya más calmado.
-Eso tal vez es porque Sunaron te hizo ver lo que había en el reino del Éter y aprendiste de ello pero jamás viste más allá y ahora que estás en otra realidad ahora ves lo que nunca viste antes.
Samael sentía que de cierto modo aquel maestro elemental tenía razón pero no quería decirlo.
-En todo caso tengo que regresar al reino de los cielos o sino se van a preocupar por mí - dijo Samael levantándose de la cama.
-Sí claro está, ven te voy a ayudar a regresar de donde tu vienes - dijo Malvor también levantándose.
-Tal vez incluso podrías venir conmigo para instruirme más sobre lo que no sé de este mundo de aquí abajo.
-Confieso de que me gustaría y sería un gran honor pero mi misión era quedarme aquí para estudiar esta isla y los alrededores así que simplemente me iré al desierto de sal para proseguir mi estudio.
Entonces Samael asintió y los dos salieron del cráter. Caminaron bajo el sol del amanecer hasta la costa donde Samael se iba a despedir de Malvor, pero justo detrás de ellos un gusano con una mandíbula separada en cuatro partes, la piel verdosa, con diez ojos en cada lado y una lengua puntiaguda que salía de su boca se apareció dando un grito estridente.
-Maldita sea, esos malditos han salido antes de que la luz plena les dé en la cara, mejor que salgas pitando de aquí - dijo el maestro del éter.
-Podría ayudarte, tengo una espada llameante en mi vaina - dijo el ángel.
-No, tu pueblo te necesita y yo ya estoy muy mayor, así que venga no pierdas el tiempo.
Entonces Samael se fue volando de allí mientras que Malvor sacaba una vara de detrás suya que se convirtió en una guadaña, y se lanzó por última vez contra ese gusano.
Samael llegó al Makven después de atravesar el escudo de magia y cuando llegó vio que todos los ángeles estaban alterados y volaban todos alrededor del templo donde él fue inmediatamente. Los ángeles dejaron a su líder pasar y se encontró con Yuriel en el suelo junto a un libro dorado y su túnica rasgada, estaba todavía consciente pero muy débil.
-¿Qué ha pasado? ¿Por qué te encuentras en este estado tras haberme dejado atrás en la isla del vacío? - dijo Samael intentando mantenerse firme.
-No huí mi señor, él me echó y tuve que volver por el reino del caos pero me encontré con vuestro hermano y me hizo esto antes de enviarme aquí con un mensaje - dijo Yuriel con su débil voz.
-¿Qué te dijo?
-Que pronto Makven sería destruido si tú no bajabas. Ahora es más poderoso que nunca, incluso tiene a un seguidor en el reino de Atlas llamado Grim y que está soltando a todo su ejército bajo su mando incluidos seres del océano. Por lo que me he enterado han atacado ya en las fronteras al reino de los elementales y capturado a Groc, su jefe, por lo que no tardarán en venir aquí. Cierto es que tiene razón en desconfiar en mi palabra porque os he mentido a todos por miedo a que esto perturbará la paz, pero me equivoqué, tenía que haberlo dicho todo en su momento y no haber tenido que intentar solucionar todo yo solo, perdoname Samael.
-Yuriel, para mí siempre has sido un segundo hermano y aunque me duela tus mentiras no puedo enfadarme contigo en tu echo de muerte - dijo Samael ignorando a los que estaban a su alrededor y arrodillado delante de Yuriel.
-Por cierto toma, esto te ayudará a encontrar lo que necesitas para vencer a Batara - dijo Yuriel dando un amuleto de un ojo con alas a Samael que lo cogió y se aferró a él.
-Entonces, hasta luego viejo amigo.
-Espero que no sea así.
Entonces Yuriel cayó muerto y tras ello todos los ángeles se arrodillaron y se pusieron a cantar una oración mientras Samael lloraba en silencio.
Poco después, unos avian cogieron su cuerpo y lo metieron en un ataúd mientras se lo llevaban hacia el océano más abajo. Aunque durante ese tiempo Samael tuvo una visión del pasado, en él se veía con Batara y Yuriel discutiendo de su día sentados en las puertas del templo, una visión que hizo ver a Samael a Yuriel como un hermano y no como su sirviente por unos segundos. Pero después levantó el amuleto que tenía en su mano, él sabía lo que era y lo que debía de hacer ahora.
Fue directamente a la puerta debajo de la colina del templo y puso el amuleto en la puerta, esto hizo que la puerta se abriera pero detrás de ella en vez de un taller había una biblioteca gigantesca la cual sus estanterías estaban puestas como si fueran un laberinto. Así pues, Samael caminó entre aquellas estanterías hasta llegar al centro del laberinto, que era una sala redonda con una luz que salía de arriba que iluminaba las paredes del fondo donde había un mosaico, el cual representaba la batalla del cielo con los ángeles a un lado, los alas rojas en el otro y Sunaron bajo su forma original en el centro; pero también había otro foco de luz que iluminaba directamente al centro donde un ángel de alas rojas, pelo recogido en dos trenzas también de color rojo, túnica blanca y una espada negra en vez de brazo derecho se situaba arrodillada en el suelo y mirando fijamente a Samael con ojos del mismo color rojo que sus alas.
-Te estaba esperando mi señor - dijo aquella criatura con voz de mujer sonriendo de manera diabólica mientras se levantaba para mostrar sus cadenas en los pies.

Los ElementalesWhere stories live. Discover now