CAPÍTULO 6

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MADELINE

La noche con Peter fue gloriosa, cargada de amor y sentimientos que nos habíamos dicho a gritos en un silencio cargado de significado. Siempre con un ojo avizor, se sentía responsable por haberme dejado sola ante el peligro, aunque bien sabía que fue algo inevitable ya que él estuvo preso.

Si ya de por sí era cauteloso, desde que volvimos a Mistery Spell, lo estaba más que nunca. Habíamos descansado adecuadamente, pero mi mente iba apresurada, por lo que decidí pasear por la mansión para intentar llamar de nuevo al sueño. Como medida preventiva, no me acercaría a las ventanas del piso inferior, porque, aunque eran tremendamente resistentes, lo que menos quería era llamar la atención de cualquiera que nos estuviera vigilando en el exterior.

Todo se hallaba en calma, aunque la experiencia me dictaba que eso no era garantía de nada. Al igual que Peter, me había vuelto más desconfiada y el hecho de que mi propio padre me casara con un sádico, no hacía sino empeorar las cosas. Sabía las normas de las sociedades vampíricas y lo que sucedía cuando en un matrimonio había algún individuo implicado de las altas esferas: la anulación del mismo era algo que nunca se contemplaba. Al igual que los matrimonios concertados humanos, este tipo de arreglo era algo que aseguraba un excelente futuro, no solo para los que se casaban, sino para sus familias.

Y aunque la mía poseía cantidades ingentes de dinero, las tornas podían cambiarse y más para nosotros que vivíamos una vida eterna.

No había seres más fríos mentalmente y que más organizaran sus vidas como lo éramos los vampiros. Quizás por ello la fantasía y el folclore nos definía como seres sin sentimientos, y aunque era cierto que al vivir tanto, muchas cosas no te impactaban igual, podíamos perfectamente enamorarnos hasta desfallecer por el otro. Pero no iba a esperarme otra conclusión de parte de los libros, ya que siempre hemos sido los malos de la historia.

Y no solo ellos, sino cualquiera que poseyera características especiales. Por mucho que me quejara de la sociedad en la que vivía, no olvidaba como los humanos eran, en parte, sumamente parecidos a los vampiros.

Lo que me hacía replantearme muchas cuestiones: quizás los vampiros éramos precisamente tan fríos por conservar una parte humana y no por desprendernos totalmente de nuestra esencia primigenia. Tampoco ayudaba codearme entre gente rica, tan preocupada de las apariencias, del qué dirán y de ampliar su abanico de contactos más que de amistades. Siempre me sentí fuera de lugar y aunque Peter sabía bien de ese círculo porque en eso era como yo, su humildad me flechó aun a pesar de ser un magnífico músico de renombre.

Tuve mucha suerte de que me esperase todos estos años, ansiando el reunirnos para no soltarnos nunca más. Nadie lo conocía como yo, nadie lo había visto tan vulnerable como yo.

Paré en medio del pasillo de la primera planta, observando como todas las puertas se encontraban debidamente cerradas. Todos descansaban, como era lo normal a más de las cuatro de la mañana. A través de la ventana que había tras de mí, una sombra proveniente de un árbol, se proyectaba en el suelo donde pisaba, en un baile agitado por el viento violento que acuciaba. Era un contraste entre la paz que se respiraba y la violencia de sus movimientos.

Un ruido al fondo del pasillo me sobresaltó, haciendo que me escondiera tras una de las columnas doradas de estilo corintio que se esparcían por todo el pasillo superior. Mis ojos se enfocaron perfectamente a la oscuridad como un gato haría en mi situación, echando un vistazo para comprobar quién estaba deambulando por el lugar.

Una figura de un hombre alto y con capucha hizo saltar todas las alarmas de mi mente, pensando en volver rápida pero silenciosamente, al dormitorio para alertar a Peter. Pero tras ver un mechón rubio brillando a la luz de la luna, supe de quién se trataba.

Drogo había salido de su dormitorio, cerrándolo con llave para mi sorpresa. Eché memoria, comenzando a cavilar en todo lo que estaba viendo.

Su puerta jamás tuvo una cerradura, ni tampoco se iría de la mansión sin avisar después de todo lo que había sucedido. No iba a dejar las cosas así, por lo que le seguí lo más cerca que pude. En su espalda colgaba una pequeña bolsa de tela provista con una cuerda: apenas parecía llevar cosas en su interior.

La vestimenta de Drogo era completamente negra, cosa normal en él, pero el llevar capucha para ocultarse del resto, me hacía sentir una mala espina en mi espalda. No era correcto seguirlo sin refuerzos porque era mucho riesgo, pero, ¡Demonios!, él era como de mi familia y nunca me haría daño. Además, lo conocía bien y si algo grave le pasaba, no le gustaba relegar sus problemas en el resto ni tampoco mostrar su debilidad a nadie.

Abrió la puerta principal de la mansión, dejando atrás a un dormido Sebastián en la silla de la cocina. Me era extraño que no se percatara del débil ruido que había hecho la llave al girarla en la cerradura, o el sonido de la puerta al cerrarse.

Debía de ser inteligente y salir por la puerta trasera, aunque por desgracia tenía que pasar por la cocina. Me deslicé lentamente sin perder la vista en la ventana que daba al jardín delantero de la mansión, por donde aún podía verse a Drogo. Sebastián dormía profundamente con los brazos cruzados y las venas de su cabeza completamente hinchadas. Sus pensamientos eran más fuertes que sus sueños, indicándome que grandes preocupaciones le generaban un profundo malestar sin importar el estado en el que se encontrase.

No respiraba lentamente sino prácticamente a soplidos, cosa que imponía bastante. Eché un vistazo al vaso que tenía delante, el cual estaba lleno de algo que llevaba alcohol. Comencé a entender las razones por las que sus sentidos se encontraban tan mermados. Suspiré silenciosamente, abriendo lentamente la puerta que daba al exterior. Aunque no veía a Drogo, podía escuchar el crujir de las ramas no muy lejos de mí.

Antes de comenzar a caminar, me guardé las llaves de la puerta trasera en mi bolsillo, cerrando previamente para evitar que se colasen intrusos. Revisé la dirección del viento para ir siempre en contra de su dirección por si Drogo fuera capaz de oler mi perfume y se alertase.

No tardé demasiado en dar con él, tan solo unos cuantos pasos y rodeos para dar con la capucha que cubría su cabeza. Sus pasos eran firmes, bruscos y rápidos, ¿Por qué demonios tenía tanta prisa? ¿Acaso era algún plan de los Bartholy de los que no tenía idea?

Pero entonces, Drogo paró tan rápido como había comenzado a caminar entre el bosque, echando un vistazo alrededor. Por suerte, me agaché antes de que pudiera verme, aunque no podía descartarlo. Si tanto se aseguraba para que nadie lo siguiera, es que lo que iba a hacer era un secreto. Y dada nuestra situación, no se arriesgaría a ser cazado por algún miembro del Exilio.

Tras unos minutos de pura observación con el ceño fruncido, olfatear el aire y comprobar las copas de los árboles, Drogo prosiguió su camino unos metros más hasta que paró en un tocón. Se sentó, estiró su espalda y se quitó la mochila depositándola en el suelo.

De su interior, extrajo un mechero con el que estuvo jugando unos instantes antes de dejarlo encima de la mochila. Se puso en pie y comenzó a recoger ramas del lugar para entonces apilarlas y crear una fogata de tamaño mediano. El fuego iluminó el lugar y eso pareció remover el interior de Drogo. Aun no podía averiguar las razones por las que no se encontraba en la mansión y para colmo, encendía una hoguera como si deseara atraer a todos nuestros enemigos.

Comencé a sopesar en la posibilidad de que quisiera estar solo. Simplemente, quizás necesitaba alejarse de todo lo que estaba pasando y tomarse un rato en soledad. Drogo era alguien que no hablaba de sus sentimientos, por lo que tenía una gran vida interior y bastantes diálogos consigo mismo.

Decidí que mejor volvía con los demás ya que no hacía nada sospechoso además de mirar atentamente el fuego. Su mano se alargó y sostuvo la mochila, sacando de la misma algunas prendas de ropa. Para mi enorme sorpresa, la arrojó al fuego, quedándose impertérrito en la misma posición en la que estaba.

Se sujetó la cabeza, tirando de su cabello que aún se encontraba dentro de la capucha. Iba a guardarle el secreto de su escapada, pero eso no significaba que no lo investigaría. Si algo grave le sucedía, por una vez en su vida, tendría que contárnoslo todo.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now