CAPÍTULO 33

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Llegó mi turno de sufrir y de aparentar normalidad

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Llegó mi turno de sufrir y de aparentar normalidad. En las alturas de aquel árbol, rodeado de inmensa vegetación, me sentía por primera vez en mucho tiempo, en algo semejante a lo que puede llamarse como paz. Era una simple ilusión, pues a partir de ahora, todo iría probablemente cuesta abajo y sin frenos.

La puntualidad era una de nuestras señas de identidad y llegar tarde a un funeral se consideraba el peor gesto que se le podría hacer al fallecido. Ni qué hablar si el que llegaba tarde era alguien de su familia. Probablemente nadie me recibiría con una inmensa devoción, pero al menos esperaba que nadie creyese que había sido capaz de hacer algo así.

Mis piernas me sabían llevar a mi destino; había ido y venido tantas veces de mi cabaña u hospital hasta el pueblo de mi manada, que incluso en la peor de las condiciones, sabría volver perfectamente. El pensar que ese trayecto tan apacible como conocido ya no iba a realizarlo, me provocaba un nudo en el estómago tan profundo como dañino. Como una alegoría a nuestra fuerza natural, debía de hacer acopio de las pocas fuerzas que me quedaban para así demostrar que, aunque ya no tuviera el cargo y que había sido sustituido, la sangre de un auténtico Alpha, burbujeaba en mi interior.

Como era de esperar, probablemente la ceremonia de sucesión se celebraría tras el funeral, como dictaba siempre la tradición, la cuestión era si me permitirían al menos saber, de quién se trataba el que iba a manejar a mi pueblo. Deseaba que al menos, tuviera la decencia de querer mejorar las cosas y no quisiera lucrarse de su nueva posición.

Ya había anochecido lo suficiente como para ver las luces de los caminos marcados. La entrada no quedaba lejos; desde me encontraba, el arco de piedra, hiedra y trompetas de colores, era visible. El aroma de esas flores me llegaba con la brisa nocturna, que era fresca, pero nada desagradable. Hacía una de esas noches en las que dar un largo paseo, en la que el peligro no se siente sobre la piel y en el que el silencio es tu mejor compañero. Varias personas me esperaban en pie, mirando a mi dirección, con los rostros cubiertos de lágrimas y con una seriedad evidente.

Beth y mi madre se encontraban bajo la luna, con sus trajes oscuros y el gran pesar de no poder volver a verme nunca. Los brazos de ambas se abrieron para darme una bienvenida que quedaría en la memoria de todos nosotros. Con respecto al resto, todos me miraban con tristeza al pasar, pero nunca nada de resentimiento.

—Sebastián, el pueblo está contigo. Nadie está de acuerdo con tu marcha, quiero que lo sepas para que nunca sientas que aquí no hay gente que te quiere.

—Lo sé madre, nunca dudé de la lealtad de nadie. Pero, si soy franco, no sé cómo demonios voy a poder probar que yo no soy el culpable de la muerte de mi padre.

Mamá me tomó de la mano, mirando a Beth que aun seguí cabizbaja y en silencio. Con una leve reverencia, tiró de mí y ambos fuimos paseando en dirección a la residencia de mis padres. Conforme nos topábamos con algunos miembros del clan, todos ellos me hacían la misma reverencia que de costumbre, cosa que me dejaba una sensación agridulce.

Una vez en casa, mamá cerró la puerta y me hizo sentar para prepararme algo caliente.

—¿Papá sigue en la cama? —Pregunté cautelosamente. Un largo suspiro tan pesado como un yunque, salió de la boca de mi madre. Estaba pálida pero no parecía demasiado apenada por la marcha de mi padre, sino más bien, por la mía.

—No cielo, no deseaba que tú cargases con el muerto, literalmente. Entiendo tu animadversión hacia tu padre pues es compartida, por eso mandé a que un grupo de hombres viniera a por él y le preparasen. No pienso tocarle un maldito pelo.

El resentimiento era claro, pero nunca supe hasta qué punto mi madre odiaba a mi padre. Quizás había decidido hablarme con menos miedo y más franqueza. Era curioso, pero por culpa de mi progenitor, no había conocido realmente a mamá. Su sonrisa era radiante por momentos y en otros, unas lágrimas cristalinas rodaban por su cara. Aquellas hierbas humeantes que preparaba siempre en momentos tensos, favorecían a que el estómago se encontrase en óptimas condiciones, pues bien se sabe que los nervios provocan un intenso dolor en el mismo.

—Yo siempre he confiado en ti y aun a pesar de la mala vida que he tenido, privada de libertad y palabra, todo ello me trajo hasta ti. Sé que eres capaz de cambiar el destino de las mujeres lobo, unas criaturas incomprendidas que tan solo desean las mismas oportunidades y derechos que los hombres. Debes de hacer historia hijo, por mí y por todas las que siguen y no siguen aquí. ¿Recuerdas a la señora Anderson? ¿Y a la señora Lambert? Ambas murieron a manos de sus maridos, pero nadie dijo nada al respecto porque era poner en evidencia lo que realmente pasaba en nuestro caótico mundo. Hasta amenazaron a sus hijas, por dios santo.

—Pero mamá, yo mismo firmé la defunción. Por lo que sé, tuvo un terrible accidente.

—Hicieron que las heridas concordasen con un accidente, pero la realidad no fue esa. Hubo testigos de ambos sucesos, así que te puedo asegurar que esa es la pura verdad.

Aquello me hizo ver que las cosas eran peor de lo esperado. Hasta a mí que había sido el líder, me ocultaron información para no ensuciar la reputación de los hombres lobo. Era hasta para reírse, ¿Buena reputación? Incluso sin eso éramos una mierda de raza.

Una campana lejana interrumpió abruptamente nuestra conversación. Era el momento de realizar la ceremonia de partida de mi padre y se realizaría en el lago. El cuerpo se colocaría sobre una balsa, envuelto en telas confeccionadas por la que se supone, debía haber sido hecha por su esposa, pero mi madre supo escaquearse y pagar a varias mujeres para que las hicieran. Aquella costumbre era típica cuando una pareja se casaba: la mujer cosía la sábana donde iría su esposo cuando éste dejara su vida atrás. En cuanto a ella, si fallecía, simplemente la dejaban desnuda sobre la barca y le prendían fuego. Nadie esperaba ni pedía por un buen viaje; incluso los que deseaban quedarse, eran echados por unos guardias que trabajaban bajo el mando del Alpha. En mi caso, dejé que algunas mujeres tuvieran su velorio, aunque no por mucho tiempo para que mi padre no descubriera lo que había hecho. Los ojos tristes pero agradecidos de todas aquellas personas que perdieron a una madre, una hermana o a una hija, se me clavaron en el alma y los llevaré por siempre conmigo.

Mientras caminábamos con la tenue luz que algunas antorchas nos proporcionaban, el rostro de todos aquellos que tuvieron que asistir al funeral, era de profunda seriedad, pero era más bien fingida. Todos ellos sentían un gran alivio por la partida de mi padre, pero también, un enorme miedo por el futuro incierto que le deparase con el nuevo Alpha.

Ardió con facilidad, quizás porque estaba hecho del mismo material que el infierno. Quizás fue el odio de todos los presentes el que lo hizo consumirse con tanta rapidez para así, que durase la despedida lo mínimo posible. La mano de mi madre me apretaba con fuerza, mirándome de vez en cuando, levantando ligeramente sus comisuras en una sonrisa triste con cuidado que nadie la viera. Sabía que aquella noche sería la última en la que viera sus ojos y esa sonrisa de alivio que demostraba una gran devoción hacia mí, esperanza por mi futuro y la liberación de una mujer que había sufrido durante toda su vida.

—¿Qué será de ti, mamá? —Le pregunté. Ella bajó la cabeza y miró a mi lado dónde Beth se había colocado para hacernos una compañía silenciosa. Su respuesta no me gustó en absoluto.

—Nada temo ya, soy libre mi amor. Si el viento me lleva, dejaré gustosa que lo haga.

Para mi sorpresa, Beth hablo sin apartar la vista de las llamas, cada vez más menguantes. Su voz ya no mostraba debilidad sino todo lo contrario. Aquel fuego la había revivido, como un ave fénix enfrenta de nuevo a su muerte para renacer como una mejor versión de sí mismo.

—Usted vivirá conmigo y con el que será mi esposo. Créame cuando le digo que hoy es el principio del cambio. No estoy dispuesta a más sangre ni más dolor. Usted será la última víctima.

Y por primera vez en la vida, miré a Beth con la misma devoción que ella me miraba desde que éramos unos niños.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang