CAPÍTULO 27

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SEBASTIÁN

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SEBASTIÁN

Las miradas de aquellos hombres estaban llenas de resentimiento y tristeza; era evidente que habían sido enviados por mi padre porque reconocía perfectamente el emblema cosido en uno de los hombros de aquellos hombres. Beth estaba acongojada por la presencia de todos ellos, reconociendo alguna de las caras. Temblaba como una hoja tras de mí, agarrando los puños de mi camisa como si fuera una niña pequeña escondiéndose de sus padres. Hice acopio de todas mis fuerzas para no montar un espectáculo y pedirle que se comportara. Antes de preguntar las razones de la presencia de todos ellos, el portavoz se me adelantó:

—Tu padre ha muerto y has sido relegado de tu puesto. De ahora en adelante, no te será permitido modificar ninguna de las leyes establecidas en el código de los hombres lobo estipuladas desde hace más de 300 años y tu matrimonio también ha sido revocado. La señorita Beth ahora será la prometida del nuevo Alpha, el cual acaba de ser nombrado en este preciso momento, por lo que venimos a informarle y a pedirle a la señorita Beth que nos acompañe, pues ahora se mudará en la casa de nuestro nuevo señor. También le informamos que el funeral de su padre se celebrará mañana al alba y que está invitado, aunque no podrá quedarse en nuestro territorio porque ha sido acusado de alta traición. Ya que su padre no desearía que te pudrieras entre rejas, tu bendita madre ha preferido desterrarte para que así puedas vivir y ejercer tu profesión para salvar vidas y no hacer como hiciste con tu padre.

—¿Qué estás insinuando? —Le pregunté con los puños cerrados.

—No insinúo nada pues mi rango no es tan alto como para hablar sin tener todas las cartas arriba. Informo de aquello que ha sido comprobado y la realidad es que el antiguo Alpha ha sido envenenado. Todo apunta a que has sido tú, pues durante un tiempo tú supervisaste su comida. La gran casualidad es que estaba perfectamente bien y, de repente, el día después de una de tus visitas, fue cuando sufrió un shock y falleció por envenenamiento. Y la gran realidad es que siempre le has detestado; las peleas entre ambos estaban a la orden del día, por lo que todo apunta a que eres el culpable. Te invito a que asistas al funeral, pues es la última vez que verás a tus padres y a muchos de los tuyos. Sé prudente para que así no te arrepientas.

Beth se puso entre aquellos hombres y yo con una furia inusitada en ella. Aquella noticia le había caído como una jarra de agua fría y no era para menos pues su vida iba a cambiar demasiado en muy poco tiempo. Era cierto que deseaba la muerte de mi padre porque quería cambiar las cosas y que fueran más justas para todos, pero jamás sería capaz de hacer algo así.

—No me iré con vosotros, nada de lo que digáis me hará cambiar de opinión. Sé que Sebastián no sería capaz de matar a su padre, pues lo conozco desde que era una niña. Debe haber un error en esas acusaciones—Dijo Beth. Pero ellos no iban a ceder, se quedaron en silencio como esperando a que los acompañasen y, sabiendo cómo eran los miembros de nuestra especie, lo lograrían por las buenas o por las malas. No deseaba que hubiera más peleas ni conflictos, por lo que decidí hablar con Beth. Nos alejamos lo suficiente como para que no nos oyeran, pero mantenernos a la vista de ellos.

—Beth, quedas libre de mí. Debes de quedarte con tu futuro esposo, pues yo a partir de ahora seré tu mejor amigo, como siempre ha sido. Por favor, no hagas esto más difícil de lo que es y vete. Prometo que asistiré al funeral para también despedirme de ti. También prometo que investigaré lo que sucedió con todas las mujeres y que enviaré una carta cuando sepa más del tema.

—No, no me iré y te abandonaré como si no valieras nada. Quiero saber quién le hizo eso a tu padre y te acusó tan injustamente. No quiero que esto quede así.

—Por favor, hazlo por mí—Le supliqué con la voz quebrada. No me gustaba mostrarme vulnerable, pero deseaba quedarme solo para cavilar todo lo que había sucedido. Quizás ella comprendió que no iba de farol y que era lo mejor que podría hacer.

Me abrazó y me dijo al oído antes de irse:

—De acuerdo, pero yo seré tus ojos y tus oídos. Yo seré la que te saque de este infierno. La primera carta te la mandaré yo; me enteraré de donde estás y sabrás de mí. Aprovecharé mi nuevo estatus para favorecerte. Esto no quedará así, Sebastián.

Sin mirar atrás, caminó hacia los hombres los cuales se pusieron rápidamente en marcha. En aquella oscuridad casi total, me quedé completamente devastado: tanto tiempo deseando algo y, ahora que lo lograba, me sentía el peor ser vivo de la tierra. No es que mi relación con mi padre hubiera sido la mejor en el pasado, pero en la realidad no deseaba que su vida acabara así. Las razones por las que quería el poder eran loables; miraba a mi madre llevar una vida triste, fingiendo una sonrisa cuando por la noche, cuando nadie miraba, bebía mirando a la luna y lloraba amargamente. Descubrí donde escondía su cuaderno de pensamientos y leí cada página para saber quién era realmente mi madre.

Quiso estudiar medicina, pero no pudo lograrlo porque las normas impedían que las mujeres estudiaran fuera del territorio, pues éstas habían sido creadas para dar vida. Aquellas que eran estériles, eran las encargadas de cuidar a os niños y ancianos a cambio de comida y tejado. A mis ojos, eran las que más libres eran, pues no les exigían casarse, ya que no podían tener hijos. Mi madre tuvo la desgracia de sí tener esa capacidad y de nacer en una especie tan retrógrada como la nuestra, renunciando a su sueño y tan solo trabajar como ama de casa sirviendo a su marido violento y a su pueblo, en vez de salvar vidas como yo hacía. Fue entonces cuando comprendí de sus sacrificios y de sus lágrimas. En cada día de trabajo la tenía presente, pues quizás ella y yo, en otras circunstancias, hubiésemos trabajado codo con codo en un mismo hospital, lejos de toda esa maldita patraña de las estrictas normas con las que todos habíamos crecido.

La vida hubiera sido tan diferente.

Pero ahora, incluso eso no podía tenerlo, no podría disfrutar de su compañía ocasional, pues ya no tenía hogar. Y arrastrarme de nuevo a la mansión de los Bartholy, me provocaba una gran vergüenza. Pero si era sincero, eran los únicos que podrían ayudarme en aquel embrollo y, conociéndolos, sabía que no sería fácil confiar en mí de nuevo y menos tras desaparecer de aquella forma. Si volvía, debía de ser sincero con Catherine y contarle mi realidad sin dejarme nada en el tintero. Iba a exponerme por el bien de los míos.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now