CAPÍTULO 49

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Ya era la décima noche que me alojaba en esa habitación, por lo que opté en decorarla un poco para sentirme como en casa

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Ya era la décima noche que me alojaba en esa habitación, por lo que opté en decorarla un poco para sentirme como en casa. La ciudad me había gustado mucho; la atmósfera que la envolvía junto al misticismo de sus historias, me había hechizado. Desde el primer día que llegué, tomé la decisión de saber un poco más acerca del lugar donde estaba, en concreto, del folclore. Leí muchos libros, pasando parte de mi primera mañana, envuelta entre los mismos y buen café. Si siempre me había caracterizado con tener una vena de audaz lectora, durante mi estancia en este lugar, me obsesioné de sobremanera.

Incluso me hice el carnet para poder sacar libros del lugar. Pasaba muchas horas en la cama de mi habitación, leyendo la información e intentando contrastarla con testimonios de personas que habían tenido ciertos avistamientos. No es que fuera una crédula o que pensara que todo lo que decían los libros, existía, pero era muy extraño que tantos y tantos testimonios existieran en un lugar preciso.

Aun las razones no las tenía claras, pero el motivo principal por el que vine aquí era el lago. Ese lago era famoso porque se decía que era curativo, que cualquier mal provocado por una enfermedad, podía curarse y que, los espíritus protectores del lugar, le concedían ese deseo, en ocasiones muy concretas y dependiendo de la persona que lo pedía. Algunos que tuvieron esa suerte, dijeron que tuvieron que convencer a la dama que se les aparecía para que les obrara el milagro y que, por desgracia, tenían que dar algo a cambio para que el milagro hiciera efecto.

Habían pasados varios días y ya hice varias visitas al lago, sin encontrar ni un solo avistamiento de la mujer fantasmal que algunos decían haberse topado. Por lo menos, había hecho una nueva amiga que parecía saber mucho de las historias que rodeaban la ciudad. Temo que, por culpa de su delicioso té con pastas, engorde unos cuantos kilos, pero nada temo pues mi esposo sé que me querrá igual. Hablé con Betty, mi nueva amiga, de mis hijas. Ella parecía encantada de saber un poco más de ambas, diciéndole lo mucho que las quería y el orgullo que era para mí tenerlas en mi vida. Le expresé el temor que sentía cada día de enterarme que una de las dos, o las dos, pudieran padecer la enfermedad. Nicole tuvo algunos síntomas de pequeña, pero parecía ser que era una falsa alarma. Quizás era solo problemas del crecimiento.

Ya llevo más de una semana y ha ocurrido algo extraño. No es que viera exactamente a una mujer, sino más bien, a un niño. Era moreno de piel, pero con el cabello blanco como la nieve. Parecía estar solo, meditando en la orilla sobre algo que probablemente le preocupaba. Intenté acercarme con sigilo para que no se asustara, pero tenía una actitud un tanto impropia de un niño de su edad. Se puso en pie y comenzó a dar vueltas por el lugar sin dejar de mirar las aguas en calma. De la nada, el viento pareció comenzar a levantarse y aquello casi me roba un grito de asombro; daba gracias a que pude contenerme para ver el espectáculo que se desplegaba ante mí. Una mujer con una túnica blanca, apareció en medio del lago, con un semblante triste y cuajado de dolor. El niño reía, bueno, si era concreta, se reía de la mujer y de su desgracia. La maldecía de una forma horrible, alegrándose una y otra vez, de que ella fuera una esclava. Ella le pedía el mismo tratamiento que ella tuvo con él, la misma compasión, pero el pequeño parecía obnubilado por su macabro juego. Decidí que investigaría lo que había sucedido, por lo que di varios pasos atrás para marcharme. Debía de hablar de todo esto con Betty, pues no solo era la única amiga que tenía en este lugar, sino la única que podía llegar a creerse todo lo que había presenciado.

Llevo dos semanas y...no puedo creer nada de lo que me está pasando. Los papeles...los papeles de divorcio han llegado al hotel donde me alojo. Comienzo a comprender las palabras de Betty al decirme que moriría a causa de mi esposo. Al principio le dije que era suficiente y que no volvería de visita si decidía echar leña al fuego, pues le conté que estábamos en una pequeña crisis antes de embarcarme en este viaje. Ella me escuchó y me leyó el futuro en los posos del té que me estaba bebiendo. Sin saber nada de mi enfermedad, sabía que moriría pronto, pero por el corazón roto, por la pena de que mi esposo no querría estar más conmigo. No creí una sola palabra, pero ahora que lo tenía delante, me sorprendía lo buena que era Betty con sus adivinaciones. Pues, aunque aún no había muerto de pena, sentía el corazón temblar a cada instante, amenazando con impedirme respirar inminentemente.

Por consejo de Betty, empecé a ir al médico para chequearme. Los papeles fueron firmados y enviados el mismo día que me fueron entregados. Aquella noche no pude pegar un ojo; las niñas me llamaron y yo tuve que ocultar la decepción y la ira que tenía en mi interior. Ellas parecían emocionadas y con gran esperanza en recuperarme. Yo tan solo deseaba volver a casa con ellas y sumergirme en sus abrazos y charlas mundanas, para olvidarme de todo lo demás.

Los resultados de las pruebas me dejaron atónita; no había rastro alguno de mi enfermedad, tan solo de una anemia ligera que me provocaba mareos casuales. El entumecimiento en mis manos era por artritis, algo normal en la gente conforme se hacía mayor, pero nada más. Les dije que era imposible, que fui diagnosticada hacia años, pero ellos fueron claros.

Nunca tuve el síndrome MELAS, por ende, ninguna de mis hijas lo padecería jamás. Aquello me insufló la alegría que me faltaba; por fin la esperanza parecía llamar a mi puerta. Estaba decidida a volver a casa, por lo que marché rauda a mi habitación para recoger mis cosas, pero entonces, un mensaje de móvil desconocido, me impidió emprender la marcha.

Lo tenían a él, alguien desconocido se había llevado a mi ex marido y lo retenían en contra de su voluntad. No sé a quién demonios me enfrentaba o si era peligroso, pero iba a prepararme para lo que fuera que pudiera pasarme. Conocí al chico de recepción y me pareció alguien muy majo. Desde el primer día, me ayudó a sentirme como en casa y digamos que yo también le hice un gran favor. Estoy segura que él guardará este diario para que mis hijas lo encuentren en caso de que no vuelva a casa.

Porque las advertencias de Betty eran claras; no volvería a casa.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin