CAPÍTULO 34

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Hace casi 500 años

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Hace casi 500 años

Miedo, ése es el motor que nos mueve a todos. No importa cuán poderoso se sea, aquel sentimiento tan ancestral como lícito, nos sacudía de pies a cabeza. Para desgracia de algunos, tenemos la mala suerte de sentir esa sacudida, esa descarga palpitante, más a menudo de lo que quisiésemos.

Las charlas con Betty eran cada vez más cortas, casi con un formato de telegrama. No sé cómo diantres consiguió enseñar a un búho para que fuera nuestro mensajero, pero la maldita bruja, lo logró. Aunque claro, la conocía tanto que sabía de lo que era capaz.

Se dice que en la adversidad se conocen a los verdaderos amigos. Como nos conocimos fue lo más banal del mundo: vino a mi negocio, charlamos y conectamos. Sí, una vampira y una bruja conectando, cuán rara era nuestra historia.

Y eso es lo que, en mi humilde opinión, la hizo siempre tan autentica. No requeríamos nada la una de la otra, pertenecíamos a bandos contrarios, pero eso nos importaba un bledo. Ni siquiera me gustaba ser una vampira con más años que el sol; por mucho que quisiera, no podía jubilarme de nada porque mi eternidad me mataría de aburrimiento.

La muerte, qué cómico decir que un vampiro no se muere de aburrimiento. Desde la desaparición de Aracrony y la muerte de Dilacus, tuve que cuidar a aquellos dos pequeños con el máximo cuidado para que nadie supiera de su existencia. El pueblo de Dilacus no quedaba demasiado lejos de mi hostal, por lo que mandé una carta por aquel entonces a mi buena amiga Betty. Era importante marcharme de allí.

Siempre que mandaba una carta a Betty, guardaba un crisantemo en su interior para que supiera de quién se trataba sin necesidad de firmar nada. En el lenguaje de las flores, los crisantemos significaban "eternidad", una palabra que define bien mi impertérrito estado. En cambio, ella mandaba una rama de romero para que supiera que se tratara de ella, pues significaba "recuerdo y lealtad". Este idioma era muy útil pues eran pocos los que sabían manejarlo, así que tanto la una como la otra, nos esforzamos en saber todos sus secretos.

Cuando hablaba de los niños, les mencionaba que los "nenúfares" se hallaban en flor. Dicha planta simbolizaba la pureza y el que se encontrasen en flor significaba que crecían sin ningún contratiempo.

El día que decidí marcharme, Betty no pudo asistir a mi llamada, por lo que tuve que dejarle un recado justo en el hueco donde guardaba una llave de repuesto. Ella conocía bien el escondite, por lo que si era inteligente y veía que me había marchado, buscaría en aquel preciso lugar. Lo que no supe es que pasaría casi diez años hasta que encontré una carta con una rama de romero en su interior. Pero no solo venía la carta junto con la planta, sino con algo más: una dalia.

—Inestabilidad...maldición... ¿Qué habrá pasado?

Me costó mucho descifrarlo, pero indicaba una fecha, un lugar y una hora a la que acudir como un reloj. Correspondía a sitio un tanto recóndito, por lo que me preparé para cualquier cosa que pudiera venirme encima.

En la hora acordada, un destello me cegó momentáneamente y una voz que conocía bien, me saludó con un hilo de voz. Aquella dalia estaba mustia, quizás por el traqueteo de la carta hasta llegar a mi buzón. Era increíble como Betty encontró mi casa, sobretodo porque por aquel entonces, me encontraba en un pueblito perdido de Escocia.

—Veo que las cosas no te van mal. Me alegra saber que elegiste un lugar tranquilo para cuidar de los niños.

Aunque su voz denotaba un profundo pesar, sentía que la actitud de mi amiga era como siempre. Probablemente, se refugiaba en su mordacidad para quitarle hierro al asunto que le afligía tanto. Decidí ayudarla a sacar la cabeza del fango.

—Betty, dispara.

—Disparos...malditos disparos...

El crujir de su mandíbula fue audible. La angustia era mayor en su voz y su silencio me hizo pensar que estaba a punto de marcharse y con ello, la posibilidad de mantener un contacto con ella. Le pedí por favor que me contara, que la conocía bien y que me había mandado una dalia. No era estúpida, quiso prepararme para algo.

—Estan muertos. Mi marido y mis hijos están muertos, Shurna. Estoy sola en un mundo donde a las brujas nos desprecian, donde somos humilladas y masacradas como la peor de las plagas. No sé de qué demonios tenía la culpa mi querida familia, pero cada vez quedamos menos. ¿Qué puedo hacer? ¿Dónde puedo marchar? ¿Acaso es mi final?

El esposo de Betty era hombre lobo, por lo que ella decidió mudarse a su clan para vivir en armonía con todos los suyos. Nunca tuvieron ningún tipo de problemas, hasta que un grupo de vampiros supo que una bruja se encontraba por aquellos lares. Como castigo, asesinaron a aquellos que decidieron acogerla, entre ellos, su familia.

No podía abandonarla a su suerte. Me sentía culpable porque mi maldita raza estaba acabando con lo poco bueno que había en el mundo simple y llanamente, por temor a que hubiera más poder por encima de sus cabezas. Con el nacimiento de los pequeños, se abrió la veda para que hubieran rencillas entre varios bandos hasta el punto de derramar sangre.

Era hora de cambiar la historia, de darle la vuelta a la tortilla, de coger al dragón por los cuernos, de enfrentar al mal con un par de narices. No escatimaría en cuanto a tiempo o medios para lograrlo, pero de que pondría a cada uno en su lugar, era algo más claro que el agua que bebo del río cercano a mi casa.

Ella había viajado durante mucho tiempo para plantarse en mi casa y podía ver claramente su demacrado estado. Le dije que todo estaría mejor a partir de ese día, pues mi mente cuando decía de trabajar, era incansable. Ella probablemente no me creyó, pero me dejó que tirase de ella para llevarla hasta la calidez de mi casa. Aunque no comía, uno de los niños sí que lo hacía, por lo que siempre tenía reservas para Antonella.

Comió como una desesperada, dejando casi vacía mi despensa. Aquella escena me arrancó una sonrisa aun a pesar del momento que ella estaba viviendo. Pero no podía evitar pensar que, si había vida, había esperanza y que la vida de Betty era significativa. No porque la quería como una hermana, sino porque, por añadidura, eran de esas personas que, con solo mirarla, se sabe que le importa tres bledos lo que el destino tuviera deparado para sí misma.

No era solo una bruja, sino una bestia.

Y ahora mismo, podía ver sus afilados dientes.

The liberation of the beast(Is It Love?Nicolae parte IV)Where stories live. Discover now